Camino hacia allá, moviéndome entre la gente y al llegar al círculo donde él se encuentra con otras dos personas, me toma del brazo y me pone a su lado— señores Gómez, él es mi hijo, David.
—Buenas tardes— respondo y al ver a Tristán le saludo con un gesto.
—Ellos son los Gómez, próximos socios del conglomerado y ella es su hija Candela Gómez.
Volteo a ver a la joven y observo su largo cabello castaño, sus ojos almendrados color miel y su sonrisa pícara— encantada— saluda.
—Igual.— Respondo.
«Ese es un gran “no”, que me dolerá demasiado».
—Tu padre nos contó que aplicarás a Médicos Sin Fronteras para irte a Latinoamérica o a otro lado… ¿por qué?, ¿no es mejor tener tu propio hospital?— pregunta el Señor.
—Bueno, me gusta ayudar a las personas, yo solo ya hago cosas altruistas en mi comunidad y el hospital suena tentador pero, aún no es lo que deseo por ahora.
—Y, ¿qué es lo que deseas?— me pregunta Candela, jugando con un mechón de su cabello.
«No se preocupen, me pasa muy seguido que hagan eso mientras mi padre está presente, sé que hacer.»
—Lo que una persona de mi edad quiere… — volteo a ver a mi padre— es ser digno de llevar su apellido.
«También sé que contestar en estos casos.»
—¡Qué hijo tienes Canarias!, ¡qué orgullo!— exclama el señor Gómez, para luego alejarse de ahí junto con Tristán.
Mi padre y yo nos quedamos solos. Él me va a los ojos y suspira— a veces me gustaría creerte David, de que eso es lo que deseas. Sin embargo, llegas tarde al evento, no te interesa la empresa y prácticamente te desapareces por meses… angustias a tu madre y me quedas mal.
—Lo siento, papá. Yo no tengo el personal que tienes para que te hagan las cosas, yo tengo que hacer lo mío y a mis tiempos.
—¿Tus cosas?, ¿cómo qué?, ¿ir de fiesta en fiesta?, no es algo por hacer. Pasear por Madrid conquistando mujeres, no es algo que hacer.
—¿Eso crees que hacía?, entonces, no te interesa que hoy por la mañana le salvara la vida a un niño que atropellaron, mientras tú escogías que traje Hugo Boss te pondrías. O la niña que entró con 39 de temperatura a punto de las convulsiones mientras tú y mamá comían el brunch con Tristán y Ximena y lo peor, del bebé que falleció de cáncer y donde yo tuve que dar la hora de deceso, mientras pensabas que carro ibas a traer al evento, ¿esas cosas sin importancia?
Mi padre se queda en silencio par aqueo suspirar —David… no…
—Papá, ¿cómo quieres que me interese en lo que tú quieres si ni siquiera me consideras alguien valioso para que lo haga?, ¿si ni siquiera te interesas por lo que hago? Piensas que lo que hago es un juego para pasar el rato o sin importancia, qué tantos años de estudio los hice para gastar tu dinero, o ya sé, como mi madre llevaba esta profesión piensas que no sirve para nada.
—David…
—Me ves reflejado en ella y te arrepientes profundamente de haberte enamorado.
—David, basta… — me dice entre dientes.
—Dilo papá, di que en verdad no te importa nada de lo que hago porque en realidad soy hijo de ella, y no lo puedes soportar. Porque si ella me abandonó, ¿por qué tendrías que preocuparte por mí? Que si me has dado estudios, casa, comida y ropa, fue para que nadie hablara mal del magnánimo David Canarias, que a pesar del dolor y del abandono de su mujer, se tragó su orgullo y llevó su papel de padre soltero para educar al niño que ahora presume en sus fiestas de la compañía.
Mi padre me da un bofetón en la mejilla, tan fuerte que el golpe resuena por el lugar. Todos voltean a vernos y él baja la mano al lado, veo como la cierra en puño y la aprieta absorbiendo la vergüenza y el coraje.
Mi madre se acerca de inmediato y acaricia mi mejilla— Hijo— pronuncia, para voltear a ver a mi padre — pídele perdón. David Canarias, pídelo perdón— le dice entre dientes.
Beso la mano de mi madre y le sonrío —vamos a desayunar mañana, ¿quieres? — le pregunto y ella siente con los ojos llenos de lágrimas— no llores, estoy bien… por ti siempre estoy bien.
Veo a mi padre y le saludo— gracias por la velada.
Para después alejarme de ellos e ir hacia mi hermana que simplemente me sonríe— traté de portarme bien— le murmuro— te amo.
—Te amo, hermano— pronuncia y solo cuando Ainhoa me dice así, siento que en verdad pertenezco a esta familia.
Entonces salgo del hotel, con una mejilla más roja que la otra y con un sabor amargo en la boca que, sé, unos cuantos tragos me la quitarán. Saco mi móvil de la bolsa de mi pantalón para llamarle a Ulises cuando de pronto una voz me llama.
—¿David Canarias? — pronuncia y volteo a ver a mi derecha para encontrarme a Candela Gómez cerca del elevador.
Me acerco a ella y le sonrío— dígame, señorita Gómez.
—Hay una reputación que me gustaría comprobar… — habla directa.
«Y, así es como un “no”, se convierte en un “si”. No siempre tengo que ser yo quien inicie el juego.»
—Lo siento, ya voy de salida…
—Y, si te digo que renté la suite del hotel…¿Entrabas?
Me río al escuchar lo que dijo porque, esta es una invitación abierta, pero Candela rompe con varias de mis reglas y el humor en el que me ha cogido me hace pensar que es lo correcto, pero la forma en que nos conocimos, me dice que es un “no”, y menos cuando es la hija del socio de mi papá.
—Lo siento, Candela… no.
Ella se ríe y luego me avienta la tarjeta de la puerta de la suite al rostro— y te dicen casanova, ¡qué reputación!
Y aquí está la otra parte de esta vida que llevo, la reputación, una que me he ganado a pulso y que hora, debo mantener, así como mantengo esa fachada de relación feliz, con mi padre.