—A ver, muéstrame el anillo. —Tamara corre hasta Kara cuando las puertas del apartamento se abren, agarra sus manos y frunce su ceño al no ver una enorme piedra brillando en su mano. La contempla en busca de una explicación; la loba solo observa al Don, que pasa una mano por su nuca—. No jodas, bestia. ¿La estás obligando? —Él la mira mal por la manera en la que se dirigió a él—. No me mires de esa forma. Más te vale mover el culo e ir por una enorme roca para ella. —Lo fulmina con la mirada. —No he tenido tiempo —resuella. —Pero seguro sí han follado muchas veces —recrimina. La loba se sonroja—. Eso lo comprueba todo. Chu, chu… —Señala la puerta para que se vaya por el anillo de compromiso. El Don pone sus ojos en blanco, sale del apartamento y evita lanzarla por la terraza—. Ahora sí,