Elizabeth Collins. —¿Esto no es peligroso? —pregunto a mi amiga que me lleva al encuentro de una conocida suya, enfermera de la clínica donde Dante está internado hace más de dos semanas. —¿No será contraproducente para la resolución del juez? No quiero que me descubran y no me permitan verlo. —Si no quieres hacerlo pues nos devolvemos para la casa y listo —se detiene bruscamente y me encara. —Esta es una oportunidad para que dejes de chillar en las noches y estés cerca de él. —Ale… —¡Ale, nada! —me reprende. —Te pasas solo llore y llore esperando ese estúpido papel para entrar a verlo y no pasa nada. Puedes volver a casa y seguir esperando, quien sabe por cuantos días más, o armarte de valor y entrar. —Claro que quiero verlo, pero… —Pero, nada. Camina que Eugenia ya debe estar esper

