—Ava, sal, ya vamos a encender las luces —me grita mi madre desde afuera.
Tragame tierra y escúpeme en la conchinchina, lo más alejada de mi vecino por favor. Salgo y me pongo alejada de Jeremy, él voltea a verme y sonríe, estoy segura que se está burlando de mí, y con razón.
Luca enciende las luces y Lucia grita emocionada, en realidad hicieron muy buen trabajo, todo quedó precioso, está época me emociona tanto y poder pasarla con mi familia es una gran bendición.
—Jeremy, llama a tus padres para que nos acompañen a cenar —le dice mi madre antes de que todos entremos de nuevo a la casa.
—Gracias Aurora, ahora les digo.
Entramos a la casa y estoy por subir a mi habitación pero mi madre me detiene.
—Ava, cena y después te vas a descansar.
—No mamá, no tengo hambre, prefiero ir a recostarme.
Subo a mi habitación antes de que lleguen, me muero de vergüenza tan solo de pensar en ver a Jeremy. Me lavo los dientes y me pongo la pijama, las manos me arden demasiado y lo único que quiero es dormirme para no sentir más el dolor.
Por la mañana me despierto mucho peor, el dolor en las manos es insoportable, parece que todo lo que hice ayer empeoró demasiado las heridas, entro al baño y me cuesta mucho trabajo ducharme y cambiarme, pero al fin lo logro. Por suerte me traje ropa cómoda, así que no me cuesta tanto trabajo vestirme, bajo a la cocina y mi madre está preparando el desayuno.
—¿Hija cómo te sientes?
—Tengo mucho dolor mamá.
Se acerca y me revisa las manos.
—Ay hija, las traes muy mal, me hubieras dicho para ayudarte con la ducha.
—No te preocupes ¿y mi pequeña Lucía?
—Se fueron con tu padre a comprar algunas cosas, ¿quieres desayunar?
—No mamá, prefiero acostarme un rato más.
—Ava, pero ayer no cenaste.
—De verdad no tengo ganas mamá.
—Está bien, si necesitas algo avísame.
—Si mamá, no te preocupes.
Subo a mi habitación y me acomodo de nuevo en la cama, me estoy quedando dormida cuando tocan la puerta.
—Pase.
—Buenos días, Ava.
Me sorprendo mucho cuando veo a Jeremy entrando.
—Buenos días ¿no me digas que mi madre fue a buscarte?
—No, en realidad quise venir a ver como sigues.
—No muy bien.
—Me dejas revisarte.
Asiento y se sienta en la cama, trae ropa informal igual que estos últimos días, sus ojos resaltan con la camisa negra que trae puesta.
—Me extrañó no verte anoche en la cena.
—Me sentía un poco mal y me vine a descansar.
—Parece que hoy se ven un poco mal, te voy a poner una crema más fuerte y no te quites la vendas por favor, además deberías de hacerme caso, estoy seguro que empeoró por todo lo que hiciste ayer.
Me pone la crema y me cubre las manos por completo con las vendas.
—¿Quieres algo para el dolor?
—Si, por favor.
Saca de su maletín unas pastillas y entra al baño, regresa con un vaso con agua y me lo acerca.
—Esto te ayudará.
Me tomo la pastilla y se queda viéndome, de nuevo me pone nerviosa, no sé qué tiene este hombre que me pone así.
—Deberías comer algo.
—No tengo hambre.
—Espero y no sea por lo de tu dieta.
—No Jeremy, de verdad no tengo hambre.
—No te digo que te preparo algo, porque no sé cocinar.
—Vaya, eso sí que no me lo esperaba.
—Casi nunca estoy en mi apartamento, así que no tengo porqué hacerlo.
Me encojo de hombros y sonríe.
—Bueno, descansa y más tarde regresaré para ver cómo te sientes, iré a buscar unas gasas especiales para quemaduras.
—Gracias.
Se queda de pie un momento y toma su maletín.
—Nos vemos dentro de unas horas.
Sale de la habitación y no tardo en quedarme dormida.
Despierto cuando está por anochecer de nuevo, me arreglo un poco como mis manos me lo permiten y bajo, todos están cenando, incluyendo a los vecinos.
—Buenas noches a todos —digo un poco apenada.
Todos me contestan, mi sobrina de inmediato se acerca a mí para que la tome en los brazos, estoy por tomarla cuando Jeremy se acerca y la levanta.
—Pequeña, tu tía está un poco enferma y no puede cargarte.
Ella me voltea a ver con sus ojitos tristes, me acerco y le doy un beso.
—Te prometo que en cuanto me recupere, te preparé otro pastel de chocolate.
Jeremy sonríe.
—Espero que lo compartas conmigo Lucía.
Ella sonríe emocionada y asiente.
—¿Ava te sientes mejor? —me pregunta mi madre preocupada.
—Sí mamá, gracias.
Jeremy sienta a Lucía y yo me siento a su lado, todos siguen cenando y aunque tengo hambre no sé qué hacer para poder comer, Jeremy vendó mis manos por completo, lo que me impide tomar el tenedor.
Él voltea a verme y sonríe, toma el tenedor y me lo acerca a la boca.
—Vamos come, necesitas ayuda, y yo me muero por otro pastel, así que quiero que te recuperes pronto.
—Puedo decirte como prepararlo.
—¿De verdad?
—Claro.
—No lo sé, prefiero esperar a que te recuperes, cuando digo que no sé cocinar, no estoy mintiendo.
—Cierto Ava, mi Jeremy es peligroso en la cocina, en alguna ocasión traté de enseñarlo y por poco incendia la casa.
—No es para tanto mamá, además estaba muy joven cuando eso sucedió, ahora ya sé cómo prevenir incendios y lo mejor, sé curar quemaduras.
Todos sonríen.
—También se prender la cafetera y puedo tostar pan sin que se queme.
—Vaya —digo sonriendo —Eso es una gran proeza.
—Lo es —replica.
Mi hermano nos ve y sonríe, abro la boca y me da la comida, aunque me sigue dando vergüenza ya no me siento tan mal, después de todo no es la primera vez que lo hace, además parece que para él es muy normal, sigue comiendo mientras todos están conversando y no deja de darme la comida, en un momento me acerca la copa de agua y tomo un sorbo.
Todos se levantan y solo quedamos él y yo en el comedor.
—Deberías probar el guisado que hizo tú madre, está delicioso, no creo que con esta ensalada repongas fuerzas.
Toma un trozo de carne de su plato y me lo acerca con el tenedor.
—Jeremy, estoy a dieta.
—Ya te dije que no lo necesitas, anda, prueba.
—¿Y solo porqué tu lo dices, tengo que hacerte caso?
—Claro, soy el doctor.
Tomo el bocado que me estaba dando, y efectivamente, el guisado que hace mi madre es delicioso, cierro los ojos y lo saboreo, cuando los abro Jeremy me observa de una manera diferente, no sé como explicarlo, pero hace que mi cuerpo se erice por completo.
—Vaya, que manera de disfrutar la comida, espero que no lo hagas en lugares públicos.
—¿A qué te refieres?
—Me hiciste tener malos pensamientos.
Empiezo a toser y él me acerca el agua sin dejar de sonreír.
—¿Qué clase de doctor eres?
—Además de ser doctor, soy una persona.
—¿Qué clase de persona?
—Una común y corriente.
—No estoy tan segura.
—Ah sí, ya lo recuerdo, también soy un imbécil.
—Sí también, y dame más carne que aún tengo hambre.
Él sonríe y seguimos comiendo, pareciera muy normal como si nos conociéramos de hace tiempo, tal vez como es doctor, para él no hace diferencia y ya está acostumbrado.
—Gracias Jeremy.
Sonríe.
—Estoy de vacaciones y tú me has hecho trabajar.
—Lo siento —digo apenada.
—Yo no.
—Puedo pagar tus honorarios.
—No puedes.
—¿Son muy altos?
—Varios pasteles de chocolate.
—Entonces tendrás que darme crédito por ahora.
—Está bien, pero te cobraré intereses.
Se pone de pie y recoge los platos, sale de la cocina y se queda de pie.
—Me gustaría que vayamos a tú habitación.
Me pongo roja al instante y él suelta una carcajada.
—Para cambiarte las vendas.
—Claro, vamos.
—¿Por qué te pones roja?
—No estoy roja, no digas tonterías.
—Te pusiste del mismo color que cuando confundiste el coxis con el…
—Ni lo digas, creo que nunca me había sentido tan avergonzada.
—Ahora te veías igual ¿en qué estabas pensando?
En realidad me estaba imaginando miles de cosas en mi mente y me molesta que él pueda notar mi nerviosismo.
—En nada, no digas tonterías.
—Está bien, ya no diré nada más, pero aunque lo niegues te pusiste roja.
Toma su maletín y subimos a mi habitación.
Me siento en la cama y él se sienta a mi lado, mientras me está curando las manos yo me quedo viéndolo, es un hombre muy guapo, la verdad me encantan sus ojos, el color me atrae como si fuera un imán, está muy entretenido con mis manos y cierro los ojos para dejar de devorarlo con la mirada. Cuando abro los ojos de nuevo, lo tengo muy cerca, siento el calor de su respiración, paso saliva nerviosa; por un momento pienso que me va a besar, pero parece que reacciona y me sonríe.
—Te puse la gasa especial para quemaduras, ayudará mucho con la recuperación.
—Gracias.
—Espero que puedas descansar.
—La verdad es que se me calmo mucho el dolor.
—Me alegro, nos vemos mañana —recoge sus cosas con prisa, antes de salir saca algo de su maletín y extiende la mano para entregármelo, es un chocolate blanco.
No sé qué decir y creo que él tampoco, porqué se ve un poco nervioso.
—Te lo compré porque has sido muy buena paciente.
—Gracias Jeremy, no te hubieras molestado.
—La verdad si fue un poco de molestía, ya que en la farmacia no encontré y tuve que recorrer varios supermercados para encontrarlo.
Sonrío y él suspira.
—Descansa, nos vemos mañana.
—Nos vemos.
Se va y me pongo la pijama, no sé cómo tomar el detalle del chocolate, pero sin duda me alegró la noche, me acomodo en la cama y no tardo en quedarme dormida.
—Tía —escucho la voz de mi pequeña.
—Lucía, ten cuidado que tú tía, tiene sus manos lastimadas —dice Valeria subiéndola a la cama.
—Hola preciosa —digo abriendo los ojos mientras ella me abraza.
—Ava, Luca y yo tenemos que ir a recoger algunas cosas —me hace señas para indicarme que son los regalos de navidad—. Lucía quiere quedarse contigo ¿está bien?
—Claro, yo me quedo con ella ¿mi madre irá con ustedes?
—No, ella y tu padre salieron temprano.
—Ah muy bien, yo cuidaré a esta pequeña.
—Gracias.
Valeria se va y Lucía se queda en la cama mientras entro al baño a adecentarme un poco.
—¿Quieres que veamos una película mi niña?
—Si, quiero ver la sirenita.
—Perfecto, vamos.
Bajamos y le pongo la película, estamos muy entretenidas cuando tocan la puerta.
—Pase.
—Me dices que pase y no sabes quién es, que tal y fuera un depravado—dice Jeremy en cuanto entra.
—No creo que un depravado tocara la puerta.
—Tal vez, aunque uno ya no puede saberlo, deberías de tener más cuidado.
—Este vecindario es muy tranquilo.
—No lo sé, dos mujeres solas en casa y con la puerta abierta, no es muy inteligente que digamos.
—¿Me darás una clase de seguridad?
—Estaría bien, aunque por ahora no, en esta ocasión vengo a revisarte las manos ¿cómo sigues?
—Tengo muy poco dolor, pero no me he quitado las vendas como me indicaste.
—¡Vaya! Ava Woods siguiendo indicaciones, eso si qué no lo puedo creer.
Ruedo los ojos y él como siempre sonríe.