Capítulo 3

2131 Words
Cuando llega la hora de partir el pastel, Alma pone algunas velas y le dice a Jeremy que pida un deseo antes de apagarlas. Voltea a verme y como es su costumbre, sonríe poniéndome nerviosa, cuando parece que logra su cometido de incomodarme, sopla las velas. —Este pastel está muy rico, pero no se compara con el que tú haces —me dice acercándose a mí para que nadie escuche—. ¿Quieres probarlo? —No, gracias. El pequeño Luca empieza a ponerse inquieto y Valeria se pone de pie. —Voy a dormir a mi pequeño, gracias por la invitación. Aprovecho para ponerme de pie junto con ella. —Yo también me voy, gracias Alma por invitarnos, la cena estuvo deliciosa —volteo a ver a Jeremy—. Espero que cumplas muchos años más. Me sonríe y nos despedimos para irnos a casa de mis padres. —Oye, el doctor sí que te cuida, hasta te alimenta —dice Valeria sonriendo. —Ni lo digas, me muero de pena. —¿Por qué? No le veo nada de malo. —No sé, yo no estoy acostumbrada a tener tanta familiaridad con un desconocido. —Dirás lo que quieras, pero definitivamente entre ustedes saltan chispas. —Con qué no salten pelos el día que nos desgreñemos.  Valeria suelta una carcajada y en eso mi teléfono empieza a timbrar, al revisarlo veo que es Franco. —¿Quién te llama? —Franco. —Ay Ava, ese hombre no te dejará en paz. —Es un sinvergüenza, no puedo creer que me siga enviando mensajes, en los que me dice que me ama y me extraña, si tanto lo hiciera, no me hubiera engañado. —Ha de pensar que lo vas a perdonar. —Está loco. —Si. —Bueno, me voy a dormir, nos vemos mañana. —¿Quieres qué te ayude a ponerte la pijama? —No, no es necesario. Le doy un beso a mis sobrinos y me voy a mi habitación, me pongo la pijama y voy directamente a la cama. De nuevo paso una mala noche, con dolor en las manos, por la mañana ni siquiera puedo darme una ducha porque no puedo moverlas, bajo a la cocina y mi madre se sorprende al ver mi cara. —Hija ¿qué tienes? —Me duelen demasiado las manos. —¿Quieres que llame a Jeremy? —No mamá, que pena con él, está de vacaciones y yo lo estoy haciendo trabajar, estoy segura que debe estar dormido. —Pero Ava. En eso sale Luca de la habitación. —Buenos días, ¿cómo sigues hermanita? —me pregunta mientras me da un beso en la frente. —Creo que peor. —¿Quieres que vayamos al hospital? —No, creo que no es necesario, mejor me voy a descansar. —Le diré a Jeremy que te revise. —No Luca, no hace falta. —Ava no seas terca, no sé que tienes en contra de Jeremy, si es muy amable y caballeroso.  —Si mamá, tan amable y caballeroso que me dijo vieja, el primer día de conocerme. Luca suelta una carcajada. —No te rías, te recuerdo que eres mayor que yo. —Si, pero a mi nadie me ha dicho que estoy en la menopausia. —¡Luca! —lo recrimina mi madre—. Deja en paz a Ava. —Si por favor, no estoy de humor para soportar tus pésimos chistes. Me voy a mi habitación y me acomodo en la cama, mis ojos se llenan de lágrimas por lo mucho que me arden las manos, me he quemado en muchas ocasiones en el trabajo, pero está vez, ha sido la peor de todas. —¿Se puede? —me pregunta Valeria abriendo la puerta. —Si, pasa. —Ava ¿qué tienes? —Creo que iré al hospital, realmente me duelen demasiado las manos. —¿Quieres que te lleve? —Por favor, ya no soporto el dolor. Me ayuda a cambiarme y me recoge el cabello, bajamos y Alma está con mi madre. —Buenos días Ava ¿cómo sigues? —me pregunta Alma muy amable. —Tiene mucho dolor, pensaba llevarla a emergencias para que le revisen las manos. Golpeo mentalmente a Valeria por decirle eso, a la mamá de Jeremy. —No hija, no es necesario, vamos a casa para que Jeremy te revise. —No quiero molestar. —No es molestia, vamos —me toma del brazo y me lleva a su casa. Cuando entramos Jeremy y su padre están viendo algo en la televisión. —Jeremy hijo, Ava se siente muy mal, ¿puedes revisarla por favor? Jeremy voltea a verme y sonríe. —Claro mamá, siéntate Ava, voy a traer mi maletín. —Gracias. Sube las escaleras y Jared se pone de pie preocupado. —¿Tienes mucho dolor Ava? —me pregunta. —La verdad es que sí. En eso baja Jeremy y se sienta a mi lado, empieza a quitarme las vendas y revisa las heridas. —Tuviste suerte que no fuera más grave, aunque las quemaduras suelen ser muy dolorosas. Mis ojos se llenan de lágrimas mientras él me está curando, noto un poco de pena en sus ojos al verme así. —Tengo medicamento para dolor ¿quieres que te de algo? —Por favor. Termina de curarme las manos y saca dos pastillas, Alma trae un vaso con agua y Jeremy me las pone en la boca y me acerca el agua. —Intenta descansar, te dará sueño con el medicamento. —Gracias Jeremy, disculpa que te molestara. —No te preocupes. —Hijo, Valeria la iba a llevar a emergencias. El voltea a verme y levanta una ceja. —¿Por qué irías a emergencias, si estoy yo aquí? —No quería molestarte. —Está bien que soy un imbécil, pero te aseguro que soy un buen doctor. —¡Jeremy! —lo recrimina Alma. —Bueno, yo me voy, gracias por todo —me pongo de pie y salgo con prisa, ya que estoy afuera, tomo un poco de aire tratando de controlar las ganas de llorar, en eso sale Jeremy. —Lo siento, no quise hacerte sentir mal. —No es eso, es que de verdad me siento muy mal, pero es por el dolor. —Las pastillas te ayudarán. Escuchamos a los niños llorar y se queda viéndome. —Porqué no descansas en mi habitación, así no escucharás el ruido. —No es necesario. —¿Es por qué soy un pesado y no quieres estar cerca de mi? —No Jeremy, no es… Me toma de la cintura y me hace entrar a su casa de nuevo, por suerte Jared y Alma no están en la sala, subimos a su habitación y levanta las cobijas para acomodarme en la cama. —Jeremy no creo que… Me quita los zapatos y me cubre. —Descansa, nadie te molestará. —Pero… —Pero nada, no entiendo porque eres tan terca. —Y tú eres muy mandón. Sonríe y sale de la habitación, me siento tan cómoda aspirando el aroma de Jeremy en su cama, que mis ojos empiezan a cerrarse, intento quedarme despierta por más tiempo, pero no lo logro. Despierto asustada cuando escucho la puerta. —Lo siento, no quería despertarte, pero mi madre me mandó a traerte algo de comer. Me siento en la cama avergonzada y él sonríe. —Mi madre te preparó un caldo, le dije que no podías comerlo,  pero entonces me dijo que sí para qué estoy yo. —Jeremy yo creo que no … Me interrumpe cuando pone una pequeña mesa a mi lado y se sienta en la cama. —Come, has dormido todo el día y tu madre dijo que no desayunaste. Empieza a darme cucharadas de caldo. —Está muy rico, gracias. —Lo sé, yo comí hace un rato, mi madre siempre me alimenta demasiado cada vez que vengo ¿cómo te sientes? —Mejor. —¿Tienes dolor? —Muy poco. Sigo comiendo aunque me siento muy incómoda, no estoy acostumbrada a que alguien me ayude a comer y me trate con tanta confianza cuando apenas nos conocemos, sin contar que empezamos con el pie izquierdo. —Ya no quiero Jeremy, ya comí demasiado. —Está bien, no puedo obligarte a comer. —Creo que ya es hora de irme a mi casa. Me siento en la cama y me ayuda a ponerme los zapatos. —Vamos, te acompaño. Bajamos y sus padres están en la sala, Alma de inmediato se acerca a mi. —¿Cómo te sientes Ava? —Mejor Alma, muchas gracias por el caldo, estaba muy rico. —Me alegro que te gustara. —Gracias por todo Jared, buenas noches. —No tienes nada que agradecer, me alegro que estés mejor. Jeremy me acompaña hasta la puerta. —Jeremy, de nuevo muchas gracias. —Por nada, que te mejores. Entro a la casa y mi madre se acerca de inmediato a mi. —¿Ava cómo te sientes? —Mejor mamá. —¿Comiste algo? —Si, Jeremy me dio un caldo que hizo Alma. —Que bueno hija, es que son tan buenas personas. —Si mamá, lo sé. Me quedo jugando con Lucia por un rato y después me voy a descansar. Al día siguiente me despierto muy temprano, me quito las vendas y me doy una ducha, aunque me duelen las manos el dolor es menos del que había tenido, además, estoy muy entusiasmada, ya que siempre adornamos la casa de mi madre a los pocos días de que llegamos todos. —Buenos días —saludo emocionada cuando entro a la cocina. —Hija, buenos días ¿cómo te sientes? —Tengo un poco de dolor mamá, pero quiero ayudar con los adornos. —Ava, deberías de descansar —dice mi padre preocupado—. No deberías estar sin vendas, tus manos no se ven bien. —Me las vendaré en cuanto terminemos de adornar. —Hija, podemos hacerlo otro día. —No mamá, ya hemos perdido varios días por mi culpa. Lucía entra al comedor y me da un abrazo. Terminamos de desayunar y entre todos empezamos a decorar, yo solo les paso las cosas ya que no puedo hacer gran cosa, siento que me empiezan a arder las manos, las heridas se ven un poco mal, pero no quiero ponerme las vendas, si lo hago, no podré hacer nada. Terminamos de decorar adentro y Luca y mi padre sacan los arreglos para afuera, Luca saca la escalera y empieza a poner algunas luces y adornos en la parte de arriba, en eso sale Jeremy. —Hola ¿necesitan ayuda? —Hola Jeremy, si, la verdad que necesito una mano aquí arriba —contesta Luca. —¿Cómo sigues? —pregunta viéndome las manos. —Creo que no muy bien. —No deberías estar usando las manos y menos haberte quitado las vendas. —Pero quería ayudar. —Espero que no te empeoren, puede darte una infección. Me encojo de hombros y él empieza ayudar a Luca con los adornos, después de una horas por fin terminamos, Jeremy y yo nos quedamos afuera mientras Luca entra a la casa a hablarles a todos, para encender las luces. Doy unos pasos hacia atrás para ver como se ve todo y me tropiezo con una roca, Jeremy me sostiene antes de que caiga al suelo. —Ten más cuidado, podrías haberte dado un buen golpe. —Lo sé, gracias, ya solo me faltaba haberme fracturado el clítoris al caer de senton. Jeremy se pone rojo. —Ava, el clítoris no se fractura. —Claro que sí, es el último hueso que tenemos en la columna y con una caída si se puede fracturar. Jeremy está aguantando la risa y yo no entiendo porqué. —No, el hueso que tenemos al final de la columna se llama… Lo interrumpo. —Sé que eres doctor, pero claro que sé como se llama ese hueso. —Ava —dice sonriendo—. El hueso del que hablas, se llama coxis, que es muy diferente al clítoris.  Me pongo roja al instante al darme cuenta de mi confusión tan bochornosa. —Por ahí dicen, que el que tiene hambre, en pan piensa. —¡Idiota! —le grito molesta. —Ahora soy idiota, ya no soy imbécil. —Eres las dos cosas. Entro a la casa molesta y definitivamente muy avergonzada «¿cómo pude tener una confusión tan estúpida?» Me pregunto mentalmente. Pero es culpa de Jeremy, por estar como mister risitas todo el tiempo, hace que piense y diga tonterías. ¿Ahora como voy a verlo a la cara de nuevo?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD