Capítulo 1

3394 Words
Hola mis bellas, pues aquí vengo de nuevo, está historia la empecé hace un tiempo y la estoy retomando, es sencilla pero me tiene entusiasmada, espero que la disfruten y se diviertan un poco con ella. Será de actualizaciones diarias en el mes de Diciembre ♥ ♥♥♥********♥♥*********♥♥♥ Esta historia está registrada con derechos de autor, bajo el número 2111169827709 *Todos los derechos son reservados* ************************************ Termino de hacer mis maletas y siento un poco de nostalgia, está noche volveré a casa de mis padres a pasar navidad con mi familia, creo que será una navidad muy triste, hace unos meses terminé mi relación con Franco, el hombre con el que me iba a casar, teníamos nuestra boda planeada para estás fechas ya que son mis favoritas, desde niña amo la navidad, pasaríamos las navidades recién casados y aún no puedo creer que todo se arruino. Soy Chef, trabajo en uno de los mejores restaurantes de San Francisco, así conocí a Franco, en una exposición culinaria, él también trabaja en un restaurante muy reconocido, llevábamos varios años de relación, parecía que todo iba muy bien, hasta que me enteré que su ayudante de cocina está embarazada de casi 6 meses, justo las fechas en que me pidió matrimonio, irónicamente parece que se fue a festejar nuestro compromiso con otra persona. Ya que tengo todo listo, me quedo observando mi apartamento, otros años aunque no la pasaba aquí siempre adornaba todo y ahora no tuve ánimos, cierro el apartamento con un nudo en el estómago. Mis padres viven en Fresno, así que pienso irme conduciendo a ver si así me distraigo un poco, por suerte encontré un reemplazo para un mes en el restaurante, por lo que  pasaré todo el mes de Diciembre en casa de mis padres, los extraño tanto, además que siento que me hará muy bien estar con ellos, desde que pasó lo de Franco no he hablado mucho con nadie, me he entregado por completo a mi trabajo sin prestar atención a mi alrededor. Mientras voy conduciendo no dejo de pensar en Franco, siempre pensé que era el hombre perfecto para mi, era amable, atento, jamás me imaginé que me estuviera engañando. Después de una hora de camino me detengo a comprarme un café, no me entusiasma mucho que sea de una estación de gasolina pero no hay más, y necesito energía, además me siento muy frustrada, necesito estirar las piernas y tomar un poco de aire fresco, entro a la estación, pido un café capuchino y justo cuando estoy saliendo choco contra el pecho de alguien. —Por favor ¿acaso no puede fijarse por dónde va? —digo molesta, tratando de limpiarme el desastre que me ocasionó el café en mi ropa. —¿Yo? pero es usted la que está saliendo por la entrada —me contesta una voz gruesa. —¿Y qué más da? Es lo mismo, debería de fijarse. —Y usted debería aprender a leer, para que sepa por dónde salir. —¡Imbécil! —grito sin voltear a verlo. Salgo furiosa, por culpa de ese imbécil me derramé el café encima, estoy limpiando mi ropa cuando lo veo salir, trae un traje azul marino, lentes oscuros, su cabello es negro, se sube en una camioneta muy moderna, me imagino que será de esos niñitos de papi, por la forma en que camina puedo ver lo prepotente que es, voltea a verme y le saco la lengua. Me subo al coche y lo enciendo para continuar mi camino, espero no volverme a topar con otro tipejo; así que, para evitarlo, prefiero no volver a detenerme en ninguna estación. Al llegar a casa de mis padres, salen emocionados a recibirme. —Hija, por fin llegaste, nos tenías con pendiente —dice mi padre preocupado. —¿Por qué? Si sabían que llegaba hoy. —Ay Ava, pero pensamos que tal vez esté año no ibas a querer celebrar la navidad — comenta mi madre con tristeza. —Mamá estoy bien, créeme. —Pues yo te veo demasiado delgada. —Mamá ¿delgada de dónde? Si tengo más curvas que cualquier montaña rusa. Mi padre suelta una carcajada. —Me alegra verte bien hija, sabemos que no es un buen momento para ti. Abrazo a mi padre. —No papá, no lo es, y no voy a negarlo, pero jamás me perdería una navidad al lado de mi hermosa familia. —Así se habla, ahora vamos adentro, que tú madre preparó todo un buffet. —¿A qué hora llega Luca papá? —pregunto mientras entramos. —Parece que ya no tarda, tuvieron algunos problemas con el bebé en el camino —contesta mi padre. —Ay hija, si lo vieras, el pequeño Luca es precioso, tiene los ojos claros como tú y mira que la pequeña Lucía es preciosa también, pero ella se parece a Valeria. Valeria es la esposa de mi hermano Luca, es una mujer muy guapa, tiene el cabello negro y los ojos claros, a pesar de tener dos niños tiene un cuerpo muy bonito. Tienen 5 años de casados y a la pequeña llamada Lucía de 4 años, que es mi adoración,  y el bebé que apenas tiene tres meses. Mi hermano tiene 32 años, es sólo dos años mayor que yo, por lo que aunque peleamos mucho, nos adoramos, él vive en San José y trato de visitarlos seguido, sólo que en estos meses por el trabajo y con el problema con Franco no he tenido ánimos de nada. Luca y yo nos parecemos mucho, el tiene los ojos cafes y yo los tengo color miel, pero el cabello lo tenemos igual alborotado y castaño cobrizo, mi padre dice que casi salíamos rojizos como él; pero predominaron más los genes de mi madre, y es cierto, nos parecemos mucho a ella. —Mamá voy a cambiarme de ropa, llegue a comprar un café y un tipo que no estaba poniendo atención, choco conmigo y me lo derramó encima. —Si, ve a tú habitación, a veces las personas andan tan deprisa que por eso pasan esos accidentes. Subo a mi habitación, acomodo mi ropa y me cambio; cuando voy bajando viene entrando mi hermano, él trae a Lucía dormida y mi cuñada Valeria trae el porta bebé con el pequeño Luca. De inmediato me acerco, los abrazo emocionada y beso a mi princesa. —Ava, la vas a despertar. —Luca, no seas exagerado ¿sabes cuantas ganas tenía de verla? —No muchas, no has ido a darnos una vuelta desde que nació Luca. —Lo siento, he estado ocupada. Él me ve con tristeza. —Lo siento Ava, de verdad, aunque Franco nunca fue santo de mi devoción. —Lo sé. Abrazo a Valeria y tomo en brazos al pequeño Luca, es muy parecido a mi hermano, solo que tiene los ojos claros como yo, lo abrazo y aspiro su aroma, me encanta el olor de los bebés. —Ava déjame cargarlo. —Ay mamá, pero si apenas lo acabo de agarrar. —Hermanita ya deberías pensar en tener tus propios hijos. Mis padres lo fulminan con la mirada y él se queda callado cuando se da cuenta de lo que acaba de decir. —Lo siento Ava, no quise… —No te preocupes Luca, estoy bien. Le doy el bebé a mi madre. —Mamá comeré más tarde, me siento un poco cansada —digo mientras subo a mi habitación. —Ava no… —No Luca, de verdad, ahorita no. Subo a mi habitación y empiezo a llorar, hace unos meses pensaba que en este mes me iba a casar y que pronto tendría una familia, jamás me imaginé que Franco empezaría su familia sin mi, me acomodo en la cama y me quedo dormida. Despierto muy tarde cuando escucho a mi sobrina llorando, me arreglo un poco y bajo, en cuanto ella me ve corre a mis brazos. —Tía. La levanto y la abrazo, ella de inmediato empieza a jugar con mi cabello. —Al parecer le gusta mucho el cabello rizado, también con el de su papá juega así —dice Valeria. —¿Si mi princesa, te gusta mi cabello? Ella asiente. —¿Por qué estaba llorando?  Valeria pone los ojos en blanco. —Porque tú sobrina quiere pastel de chocolate, imagínate. —¿Y cuál es el problema?  —Que es tarde hija, para ponernos a hacer un pastel. —De ninguna manera, a mi princesa lo que pida, que para eso tiene a su tía que la adora y la ama —digo llenándola de besos mientras ella sonríe. Mi hermano suspira. —Ava, no es buena idea. Lo ignoro. —¿Qué crees Lucía? Yo te haré un delicioso pastel de chocolate. A ella se le ilumina su carita y me sonríe. —¿Me ayudas? —Sii —aplaude entusiasmada. —¿Ava estás loca? —Sí, me parezco a mi hermano. —Si come chocolate a esta hora, no dormirá. —No te preocupes Luca, que yo me desvelaré con ella si es necesario. —Hija, ¿no piensas comer? —Si mamá, después de que Lucía y yo acabemos con el pastel. Valeria sonríe. —¿Tienes algo más que decir Luca? —le pregunta retándolo. —Muy graciosas, ya que se alían ustedes dos, ni quien las aguante. Entramos a la cocina y siento a Lucia a mi lado mientras voy preparando todo, mi cuñada se asoma a ver a Lucía. —¿Necesitan ayuda?  —No Valeria, gracias, no te preocupes, mejor ve a bajarle el mal carácter a tu esposo. —Hay cuñada, eso es imposible, últimamente está peor. —Ay no, que mal, pobre de ti. Se encoge de hombros y sale de la cocina. Termino de preparar todo y empiezo a hacer las mezclas, ya que tengo todo listo pongo los pasteles en el horno.  Tomo a Lucía en los brazos y vamos a la sala, de inmediato se quiere bajar para ponerse a jugar, después de unos minutos escucho la alarma de la estufa y regreso a la cocina, me pongo los guantes y saco los pasteles, los pongo sobre la estufa y me quito los guantes. Escucho que suena mi teléfono y veo que es un mensaje de Franco, estoy pensando si leerlo o no cuando me doy la vuelta y  veo que uno de los pasteles está por caerse, dejo el teléfono y  sin pensar en nada lo detengo con las dos manos, haciendo presión sobre el molde caliente, en ese momento pego un enorme grito dejando caer el pastel. Abro la llave y meto las manos en el agua. —Ava ¿qué te pasó? —entra mi madre asustada. —Me queme mamá, por descuidada. —A ver déjame ver. Le muestro mis manos y están peor de lo que me imaginé.  —Por Dios, tenemos que llevarte al hospital. —No mamá, no es necesario. En eso entra mi padre y al verme se sorprende. —Por Dios hija, vamos al hospital esto se ve muy grave. —No papá, no es necesario. —Ahora que lo recuerdo, el hijo de los nuevos vecinos es doctor, y llegaba hoy ¿si le pregunto si puede revisarte? —No, no me parece una buena idea. —Como de que no, déjame ir a preguntarle si puede venir. Mi padre sale apurado y mi madre me cubre con una toalla húmeda las manos. —Hija ¿cómo pudo pasarte esto? —Ya te lo dije mamá, estaba distraída. Después de unos minutos llega mi padre acompañado de un hombre, él se acerca a mí y ¡oh sorpresa! —Ava, él es Jeremy, el hijo de los vecinos. De inmediato me pongo pálida y él me da una sonrisa incómoda. —¿Así qué te llamas Ava?  Asiento sin saber qué decir. —Pues mucho gusto, yo soy el imbécil. Me pongo roja y mis padres nos observan confundidos. —Lo siento, estaba de mal humor, además fue tu culpa. —¿No me digas? Seguramente yo estaba entrando por la puerta equivocada. —No, pero puedes mirar al frente cuando caminas. —Eres increíble, todavía me sigues culpando. Pongo los ojos en blanco y sonríe. —Muéstrame tus manos. Mi madre me quita la toalla y él empieza a revisarme. —Voy a recoger mi maletín y ahorita regreso. —Si Jeremy, muchas gracias —le dice mi madre. Él sale y a los pocos minutos regresa con su maletín,  me enjuaga con un líquido que me calma el dolor, después me pone una crema y me venda las manos. —No es tan grave, pero es mejor que mantengas las heridas limpias para evitar infecciones, debes de tener más cuidado al usar la estufa, si no sabes hacerlo es mejor que le dejes ese trabajo a quienes sí saben. Abro los ojos indignada y mis padres sonríen. —Fue un accidente ¿acaso nunca has tenido uno? —Si, precisamente hoy me pasó uno, una chica iba distraída y me derramó el café encima, y todavía me insultó, así que nadie más que yo, sabe que hay accidentes que por desgracia ocurren, por personas que no prestan atención a lo que están haciendo. Mis padres salen de la cocina sonriendo. —Lo siento, no sé qué me pasó, normalmente no soy grosera. —Tengo mis dudas al respecto. Voltea a verme y me doy cuenta que tiene los ojos casi negros, su piel es almendrada y tiene el cabello negro, trae el mismo traje azul que le ensucié con café. —Yo puedo lavar tú traje. —No muchas gracias, si no sabes usar la estufa no estoy muy seguro que sepas usar la lavadora. Como nunca me pasa, me quedo sin palabras, él pone todo de nuevo en su maletín y se pone de pie. —Bueno, yo tengo que irme, espero que cuides tus manos para que no se pongan peor. —Si, está bien, gracias. Se va y me quedo como tonta viendo mientras se aleja, este hombre es un prepotente aparte de ser un imbécil, en eso entra mi madre a la cocina y me saca de mis pensamientos. —¿Hija qué se supone que fue todo eso? —Nada mamá, un simple malentendido. —Eso espero, porque invité a los vecinos a cenar, los papás de Jeremy son muy amables, desde que se mudaron aquí, nos reunimos muy seguido a comer. —Que bien mamá —me pongo de pie para seguir con el pastel y recoger el tiradero que hice y mi madre me detiene. —No hija, yo lo termino, no te preocupes, tú descansa de la cocina en lo que se recuperan tus manos. —Tienes razón mamá, no tiene caso que vaya a empeorar. —Para suerte nuestra tenemos un doctor muy cerca. Pongo los ojos en blanco, que emoción, cuanta suerte tenemos con ese hombre tan antipático. Me voy a la sala y Lucía se acerca a mí, me da un beso en cada mano. —¿Tía ya no te duele? —No mi cielo, con esos besos se me quito el dolor. Ella me abraza emocionada y sigue jugando, Luca se acerca y me da un beso en la frente. —Hermanita, ya solo falta que llegue un perro y te haga sus gracias. —Ni lo digas Luca, voy de mal en peor. —Lo único que me puede, es que no me vas a cocinar en navidad. —Esperemos que para esas fechas ya esté mejor de mis manos, tenemos algunos días todavía. —Ojalá que si, me muero de ganas por comer tus famosas recetas. Mi madre termina de preparar el pastel y pone la mesa, Lucía come un trozo y se queda dormida. —Luca ¿no decías que no iba a dormir en toda la noche? —Es que está agotada por el viaje. —Sí y por suerte, logró comer su pastel de chocolate. —Lo sé y mira como estas ahora. Le saco la lengua y sonríe. —Menos mal que no me puedes hacer señas groseras con las manos. —Cállate idiota —le digo sacándole la lengua de nuevo. Suelta una carcajada y se va y acuesta a Lucia en su cama para regresar a cenar, en eso tocan la puerta y yo voy a abrir, bueno, a tratar de abrir, porque con las manos vendadas es imposible. —Está abierto, pasen. Se abre la puerta y entra una señora como de la edad de mi madre, Jeremy es muy parecido a ella. —Hola, tú debes de ser Ava —se acerca y me abraza con fuerza, su abrazo me sorprende tanto que no sé cómo reaccionar—. Siento mucho lo que te pasó, lo bueno que mi Jeremy estaba aquí para ayudarte. —Si, que suerte que estaba aquí —digo tratando de sonreír. —Por cierto, soy Alma y él es mi esposo Jared. —Mucho gusto, es un placer, pasen por favor. Por último entra Jeremy. —Que maleducada eres, no le diste la mano a mis padres —sonríe y cuando pasa por mi lado, me señala—. Espero que estés siguiendo mis indicaciones. —Si, dejaré la cocina a quienes saben usarla, tal como me aconsejaste. —Perfecto, es lo mejor. Sonríe y sigue a sus padres al comedor, nos sentamos y el pequeño Luca se pone inquieto, yo me pongo de pie y lo sostengo, como puedo con mis manos vendadas, Jeremy me observa con curiosidad, su mirada me incomoda un poco y empiezo a ponerme nerviosa. —Déjame voy y lo acomodo en su camita, ya tiene sueño —dice Valeria llevándose al bebé. Mis padres les tienen una habitación especial a ellos en el primer piso, tiene una pequeña cama para Lucia y una cuna para Luca, después de unos minutos Valeria regresa y empezamos a disfrutar de la cena, mi madre cocina delicioso; de ella saqué mi gusto por la cocina. —Sra. Aurora, todo está delicioso, muchas gracias por la invitación. —Gracias Jeremy, pero no me digas señora, solo Aurora ¿quieres probar el pastel?  Él me voltea a ver con desconfianza. —¿Es el del accidente? Me quedo viéndolo molesta y le hago mala cara. —Si —contesta mi madre sonriendo—. Ese es. —Bueno, está bien, deme un pedazo pequeño por favor. Mi madre le sonríe y se lo sirve, él lo piensa por unos momentos antes de probarlo, cuando por fin lo hace, cierra los ojos y suspira, verlo saborear así el pastel me provoca una sensación extraña. —Vaya, está delicioso —comenta incrédulo. Sonrío con suficiencia. —Mi hija es Chef, trabaja en el restaurante The King of Sea, en San Francisco —dice mi padre orgulloso. Jeremy voltea a verme y hace una mueca. —Vaya, he ido a ese restaurante varias veces, me encanta como preparan el salmón. —Los mariscos son mi especialidad, aunque como puedes ver, cocino de todo —digo señalando el pastel. —¿Y entonces cómo sucedió el accidente de tus manos? Si tienes tanta experiencia en la cocina. —La experiencia no es garantía, los accidentes siempre pasan, pero creo que estaba un poco distraída. —Deberías hacerte estudios, a veces la menopausia afecta la concentración. Todos se quedan en silencio y yo siento que me sale humo por las orejas, no me pongo roja, me pongo guinda del coraje y siento como me hierve la sangre. —Para tú información, tengo 30 años, dudo mucho que sea la menopausia lo que me distrajo, aunque tú debes saber muy bien de lo que hablas, te ves mucho mayor que yo. Él suelta una carcajada, mientras todos en la mesa solo nos observan. —No, en realidad no soy mucho mayor que tú, solo son 5 años más. —Pues no es tan poco, cuando yo llegué al mundo, tú ya ibas a la escuela, somos de diferentes épocas. Luca no aguanta más y suelta una carcajada, Jeremy sonríe. —Aurora, me regala otro pedazo de pastel. —Por supuesto Jeremy. Me río mentalmente cuando lo veo comer más pastel, Ava 1 Imbécil 0.
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