La habitación estaba en silencio, salvo por el zumbido del aire acondicionado y el golpeteo lejano de la lluvia contra los ventanales. Patricia estaba acostada. La mesa era un caos, había un juego de ajedrez con las piezas esparcidas entre la superficie de madera, el suelo y el sillón, varias barajas de cartas, revistas con acertijos y juegos de estrategia. Todo lo necesario para que Patricia se mantuviera ocupada. En esos días, lo único que hacía era dormir. Llevaba tanto tiempo encerrada que ya había perdido la cuenta de los días y en cuanto el gerente del hotel notó que ella había estado enviando pequeños mensajes encriptados durante sus llamadas, le quitaron el celular y le prohibieron volver a responder una llamada. ¿Qué caso tenía? De todas formas, nadie notó sus gritos de auxil

