La mañana siguiente fue lluviosa, Regina habría preferido un mejor clima, ya que estaba condenada a estar en casa, recostada sobre el sillón, con el pie sobre un cojín y la mirada puesta sobre su celular. Tenía un largo tiempo sin hacer eso, perder el tiempo mirando videos. Y era una actividad adictiva, para cuando miró el reloj ya habían pasado dos horas y si cerraba los ojos, veía puntos blancos por todos lados. – Esto es peor que una droga – miró el celular y buscó juegos para dejar de ver videos. Un icono saltó de repente, Regina no podía creerlo. Ese juego salió cuando ella tenía doce, uno de sus compañeros en la clase de computación lo instaló en la computadora y mientras todos los demás aprendían sobre procesadores de texto y hojas de cálculo, él jugaba en silencio. Antes del fi

