Regina fue la primera en llegar a casa, dejó su bolso en la sala, entró al baño y regresó un par de minutos después para abrir el refrigerador. No tenía hambre, solo quería masticar algo. Nada fue de su gusto. Tomó su bolso de vuelta y caminó a la tienda. Había una canción que iba perfecta para ese momento, pero no quería escucharla, porque ya había suficiente ruido en su cabeza. La psicóloga tocó una fibra. Ella quería saber qué pasaba por la mente de Leo y para saberlo planeaba preguntarle a Cristián. Al decirlo en voz alta se dio cuenta de lo tonto que era. Leo era su esposo y podía hablar con él todo el día sobre contratos, su plan para sacar adelante la tienda de su hermana o lo irritante que se había vuelto Víctor. Pero cuando se trataba de algo importante, no podía decirlo. Y

