12

1792 Words
—¿Te molesta si me saco la parte de arriba? —me pregunta llamando mi atención. —¿Te vas a sacar la cabeza? —interrogo entre risas. Rueda los ojos y resopla—. ¿Qué te querés sacar? —La camiseta, mi viejo tiene el martillo demoledor y yo le tengo que dar a la pared con esta porquería, cuesta el doble y muero de calor. No puedo creer que no haya ni un aire acondicionado acá, con toda la plata que tienen. —Se queja. Agarra su botella y toma un poco de agua—. ¿Puedo sacarme o no? —Hacé lo que quieras —digo encogiéndome de hombros—. Aunque siento que se te va a quedar el polvo de la pared pegado en el cuerpo. —¿El polvo que te voy a hacer contra la pared? —cuestiona haciéndose el distraído comenzando a bajarse el cierre de su mono de trabajo. —Prefiero la cama —contesto con tono desinteresado. Él deja de quitarse la ropa y me mira como si hubiera dicho una barbaridad, luego se ríe. —No me esperaba esa respuesta —expresa, terminando de sacarse la parte superior del uniforme. Nunca voy a cansarme de ver ese cuerpo tan exquisito, tengo que obligarme a mí misma a apartar los ojos. Más obvia no puedo ser—. Entonces, ¿no querés terminar de desvestirme? —No te emociones —replico escondiendo una sonrisa—. Tengo que seguir viendo estas muestras. A ver, ¿cuál te gusta más? Yo prefiero la de color rojo con flores amarillas. Se acerca a mí y se agacha a mi lado. —Bueno, siento discrepar, pero prefiero la azul con flores rojas. ¿Quién dice discrepar? Ahora se convirtió en un albañil culto. —Nunca nos vamos a poner de acuerdo en nada —murmuro con irritación. Me mira un instante y se encoge de hombros. —Yo sé de un lugar en el que nos podemos poner de acuerdo, pero vos no querés saber nada y yo no te voy a rogar —contesta haciéndose el ofendido. —¡Ja! Habías prometido que no ibas a decir nada fuera de lugar. —No dije nada fuera de lugar, hay que destacar que vos dijiste que preferías la cama. —¡Y vos dijiste que me ibas a dar contra la pared! —exclamo cada vez más alto. En ese momento la puerta se abre de par en par y entra un compañero de Lucas, el mismo que el otro día me preguntó qué cerámica usar y que Alejandro interrumpió. El joven nos mira como si hubiéramos cometido un delito. Observa a mi acompañante con la nariz arrugada, desaprobando que esté sin camisa, y luego su mirada se dirige a mí. Noto duda y vergüenza en sus ojos y me levanto rápidamente, alejándome del sexy obrero. —Yo venía a hacerle una pregunta a Lucas, pero puedo volver más tarde… —dice el muchacho. —¡No! —gritamos los dos a la vez, provocando que el intruso salte del susto. No puedo evitar reír. —Franco, ¿qué pasa? —cuestiona Lucas volviendo a incorporarse y se coloca de nuevo la parte de arriba—. Me saqué esto porque tenía calor, nada raro. —Se excusa. Su compañero hace una mueca de incredulidad, pero no dice nada. —Tu papá te quiere preguntar algo sobre una herramienta. —Bueno, ahí voy —contesta el interpelado de mala gana. Franco desaparece por la puerta, así que aprovecha para acercarse a mí—. Esto no va a terminar así —murmura en mi oído. Luego se va, dejando su fragancia masculina impregnada en el aire y mi corazón latiendo a mil por hora. Decido bajar a tomar algo de agua, sinceramente, hace mucho calor y me estoy deshidratando. La cosa con Lucas se está poniendo seria, ya no tengo que ocultar que le tengo ganas porque básicamente él también se la pasa diciéndome cosas y ya no puedo resistirme más. A su vez, me es difícil terminar de soltarme porque estoy en el trabajo y en cualquier momento nos pueden ver si es que decidimos hacer algo. ¿Si justo nos ve Blackstar qué hacemos? Sería tremendo y más que seguro nos despediría. Mi celular vibra dentro del bolsillo de mi pantalón y sonrío al ver que me llama Sofía. Lo que necesito de ella es un buen consejo. —¡Estoy en la mansión! —chilla sin dejarme saludarla siquiera. —¿Qué? —¡Síii! Decile al grandote de seguridad que me deje pasar, por favor. No confía en mí —dice. Suspiro. —Está bien, ya estoy yendo. Esperame. Corto la llamada y salgo dispuesta a hablar con Santiago, el guardia, pero en el camino me encuentro con Alejandro, quien está mirando su teléfono con atención. Intento pasar desapercibida por su lado, pero se da cuenta y me detiene. Trato de esbozar mi mejor sonrisa. —Señorita Torres, me preguntaba si quiere ir a almorzar conmigo hoy —comenta. Esta vez estoy salvada de su mirada calificando mi vestuario, pero me mira directo a los ojos y me intimida. —Eh… justo una amiga pasó por mí para ir a almorzar ahora —respondo. Mira su reloj y luego arquea las cejas. —¿Almorzar a las diez de la mañana? —inquiere sin creerme. —Sí… tengo hambre y ella come temprano. Si me disculpa, me está esperando afuera. Cuando vuelva quiero hablar con usted, ya tengo las muestras de las habitaciones, su baño va a quedar precioso —replico caminando hacia atrás en dirección a la puerta. —Está bien, espero que disfrute su almuerzo de media mañana —manifiesta acomodando su traje. Mientras camino por el jardín hacia las rejas de entrada no puedo evitar pensar en cómo toqué el otro día a Alejandro y lo mal que me sentí, debería haber verificado si era Lucas el que estaba detrás de mí, y tuve suerte de que era este hombre y no otro loco depravado que me podría haber hecho cualquier cosa. Actué como una loca, entre el alcohol que tenía encima y las ganas de estar con el albañil. Saco esos pensamientos de mi mente y me acerco a Sofía y Santiago, que están claramente mirándose desafiantes sin decir palabra. —Santiago, ella está conmigo —digo. —¿Ves, grandulón? ¡Te lo dije! —declara ella con tono burlón y le saca la lengua al hombre. —¡Sofi! —llamo su atención como si fuera su madre—. Perdón, ella está un poco loca —agrego mirando al guardia, el cual hace una mueca de cansancio. —¿Puedo entrar? —pregunta mi amiga, niego con la cabeza y tomo su mano para volver a tirarla hacia afuera—. ¡Qué mala! —Antes vamos a tomar un café —le digo en un susurro. Comenzamos a caminar hacia el centro, que está a unas dos cuadras de la casa—. Le dije al jefe que iba a almorzar ahora con vos, porque me invitó a comer y quiero esquivarlo lo más posible. Después del papelón que hice el otro día… —¿En serio te invitó a comer? —interroga entre risas—. Amiga, sos una rompecorazones. Ahora tenés dos hombres atrás de vos, ¿qué vas a hacer? —No soy rompecorazones. ¿Y qué voy a hacer? ¡Nada! Ellos son los que están detrás de mí, no estoy yo atrás de ellos… —Me mira con diversión y bufo—. Lo admito, estoy muerta por el albañil, pero eso no quiere decir que le esté rogando atención. —¡Porque ya te presta atención, mi queridísima amiga! —grita—. Esta cafetería parece buena. —Es Starbucks —comento mirando el cartel—. Siempre tomamos café acá. —¡Ya sé! —Suelta una carcajada y toma mi mano para que entremos al negocio. Al fin nos sentamos a charlar tranquilas y le comento todo el intercambio de palabras que tuve con Lucas. Ella no para de emitir sonidos de aprobación cuando le digo que le seguí el juego, pero también me reta cuando le aclaro que sé que no va a pasar nada porque mi lado profesional me lo prohíbe. —Siento que si me acuesto con él mientras trabajamos juntos, la voy a cagar, voy a echar todo a perder. Además, si la química no es fuerte en la cama, probablemente nos llevemos peor y no nos pongamos de acuerdo nunca más en nada —expongo tomando mi bebida. Frunce la boca de manera pensativa y niega con la cabeza. —¿Es en serio lo que me estás diciendo? ¡Male, seguro van a ser un fuego! A ver, se tienen muchísimas ganas, ¿cómo no van a tener química? —contesta con los ojos bien abiertos y tono histérico. Me río. —Bueno, calmate… —Sí, perdón, pero es que me sacás de quicio, Malena. Comprendo que tu lado profesional no te lo permita, pero tu lado femenino lo necesita, ¿entendés? Entonces, o tenés relaciones con él y te alivias para trabajar mejor, o vas a tener esa tensión s****l acumulada, te vas a estresar y vas a pelearte más seguido. Aunque… —Se interrumpe a sí misma y sonríe con expresión maliciosa. —¿Qué? —interrogo asustada. Cuando pone esa cara es porque está pensando en algo que no me va a gustar mucho. —Me parece perfecto. Intentá resistir lo más que puedas, no le des el brazo a torcer. Dale celos con Blackstar o con lo que sea, pero no te acuestes con él —dice finalmente. Nota que la miro con confusión y se encoge de hombros—. Le vas a generar más ganas y cuando te agarre te va a dar… —¡Sofía! Ay, Dios, yo no lo puedo creer. ¿Cómo se te ocurren esas ideas? —Bueno, tengo experiencia. —Suspira y se pone seria—. Iván me dijo que quiere volver conmigo. —¿De verdad? ¿Y qué vas a hacer? Digo, claro que lo seguís queriendo, pero después de todo… —No pienso volver con él. —Me dedica una sonrisa triste—. Claro que todavía lo amo, pero no voy a perdonarlo. Cuando me dejó, me dijo que necesitaba tiempo para pensar en si realmente me quería o solo era costumbre, y hoy me dijo que de verdad me quiere, pero ya no lo creo. Si me quisiera en serio, no me habría dejado. —Termina su café y la imito. —Mirá, no te puedo aconsejar tanto como vos a mí, pero para mí estás tomando la decisión correcta. Si te dejó una vez, lo puede hacer de nuevo y la relación ya no es la misma. Igual, te voy a apoyar en cualquier decisión que tomes. —Tomo su mano por encima de la mesa y ella la aprieta en modo de agradecimiento. Odio verla triste, pero estoy más que segura que se le va a pasar. Cuando estamos saliendo, y para mi desgracia, nos cruzamos con Lucas y una chica que tiene su brazo entrelazado con el de él. Siento mi cara hervir durante un instante, seguro es su novia. Noto que traga saliva mientras clava sus ojos en mí y yo le dedico una fría mirada. No debería ponerme celosa, pero la verdad es que con este nuevo sentimiento me queda algo muy claro: me está empezando a gustar demasiado y sé que tengo que cortar esto cuanto antes.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD