Desperté y una suave brisa me hizo abrir los ojos lentamente, mis párpados se contrajeron y luego observé algo que no había visto hasta ese día. El suave cabello azabache de mi compañero acarició la piel de mi hombro izquierdo, Julian se encontraba a mi lado, dormido. Hasta ahora siempre me había despertado después que él. Su expresión era serena, respiración lenta y suave, el olor que desprendía inundó mis fosas nasales. Le acaricié la mejilla y él se removió un poco sobre la almohada. Mi corazón se aceleró y la piel se estremeció. Bajé la mirada hasta el pecho de él y se perdí en la nívea piel de ese azabache. Cerré los ojos y suspiré. Sabía que al pisar nuevamente sobre tierra conocida, las cosas no serían como ahora. En nuestro país teníamos conocidos, personas que sabían que Juli