Entre Negocios y Complicaciones

1577 Words
Capítulo 4 Los días en la oficina se convirtieron en un delicado equilibrio entre la realidad de mi trabajo y la persistente insistencia de Antoni por traspasar las líneas profesionales. A pesar de sus continuas invitaciones a cenar, me mantuve firme en mi decisión de no involucrarme sentimentalmente con mi jefe. Mi foco estaba en cumplir con mis responsabilidades laborales, ya que necesitaba el empleo para mantener mi estabilidad financiera. Enfrentar a Antoni Meyer. fue un reto constante. Cada negativa a sus propuestas era recibida con una sonrisa encantadora y una disculpa por haber malinterpretado la situación. Sin embargo, estaba decidida a no ceder ante sus encantos y mantener una relación estrictamente profesional. Pero las cosas tomaron un giro inesperado cuando Antoni propuso un viaje de negocios a otra ciudad para cerrar un importante trato inmobiliario. Aunque el motivo era claro, mi necesidad económica me obligó a aceptar la oferta. El zumbido del avión llenaba el aire cuando Antoni y yo nos acomodamos en nuestros asientos, anticipando el viaje de negocios que nos llevaría a una ciudad desconocida. La luz tenue del interior de la cabina resaltaba los contornos de las expresiones en nuestros rostros, creando una atmósfera de expectación. Las vibraciones del despegue se sintieron a través del fuselaje, y pronto nos encontramos elevándonos por encima de la ciudad nocturna. Antoni, sentado a mi lado, rompió el silencio con una sonrisa. —Espero que este viaje nos traiga buenas oportunidades de negocios —Comentó con su tono profesional pero amigable. Asentí, compartiendo su optimismo mientras revisábamos los documentos y detalles del trato que nos esperaba en la nueva ciudad. A medida que el avión ganaba altura, las luces de la ciudad se volvían puntos brillantes en la oscuridad, y la conversación se deslizaba hacia terrenos más informales. —¿Has viajado mucho por trabajo? —Pregunté, buscando un terreno común en nuestra nueva dinámica. Antoni asintió, sus ojos expresando experiencias que trascendían las transacciones de bienes raíces. —Sí, he tenido la oportunidad de visitar diferentes lugares. Es una de las partes emocionantes de este trabajo, ¿No crees? Conocer nuevas ciudades, culturas y personas —Respondió, su mirada ligeramente perdida en recuerdos lejanos. A medida que el avión surcaba el cielo nocturno, la conversación fluyó de manera natural entre temas laborales y personales. La tensión inicial que solía acompañar nuestras interacciones en la oficina parecía disiparse en la atmósfera relajada del avión. Llegamos a la ciudad, y la atmósfera de negocios estaba impregnada en el aire. El objetivo de Antoni era adquirir varios edificios de departamentos que prometían rendimientos significativos. Sin embargo, el vendedor actual, un hombre preocupado por el destino de su propiedad, se resistía a vender a menos que estuviera seguro de que el comprador tenía intenciones nobles. Vi como Antoni se encontraba en una encrucijada, y era evidente que necesitaba algo más que habilidades de negociación para cerrar el trato. Después de varias conversaciones frustrantes, el vendedor reveló su preocupación principal; quería asegurarse de que los edificios no se convertirían en algo que perjudicara la esencia familiar del área. Era la primera vez que veía a Antoni tan desesperado por una situación del trabajo, fue entonces que me miró de una manera intensa, pidió un momento en la reunión y me pidió que lo acompañara. Una vez que estuvimos lejos de la habitación Antoni me hizo una propuesta que me hizo tambalear. —Necesitamos convencerlo de que soy el comprador ideal, y para eso, necesito tu ayuda —dijo con un brillo de determinación en sus ojos —, éste hombre le venderá a alguien que considere tenga una vida decente, seguro me ha mandado investigar, por favor Isabella, ayúdame a convencerlo. —Pero, ¿Cómo lo haremos? No se me ocurre nada —Dije. Su plan era simple, pero arriesgado; me presentaría como su prometida. La ironía de la situación no escapó a mi atención, y mis reservas se hicieron evidentes. Pero Antoni insistió, ofreciéndome una generosa compensación financiera a cambio de mi participación en esta farsa. —No puedo… —Sentencié. —¿Por qué no? —Su voz era determinada, estaba segura que no aceptaría un no por respuesta —. ¿Por que no? Será solo por hoy o mañana, hasta que firme las escrituras del inmueble, lo necesito, es un excelente negocio al que le sacaré mucho dinero, ayúdame Isabella, prometo que te compensaré. —No Antoni, ¿A costa de que? No puedo hacer esto. —Pero si ellos ni si quiera te conocen Isabella, prometo darte una buena cantidad de dinero si me ayudas, por favor, en realidad no será tan malo ser mi prometida por uno o dos días. Pase saliva. Era tanta la insistencia de Antoni y la necesidad por ese dinero que no se como termine aceptando su propuesta —. Está bien te ayudaré, pero solo esta vez, después de eso tendré que renunciar a tu trabajo. A Antoni no le vino muy bien la noticia que había tomado sin embargo asintió. —Esta bien, lo comprendo. El salón de reuniones estaba impregnado de la tensión característica de las negociaciones. Antoni, a mi lado, mantenía una expresión seria mientras esperábamos la entrada del empresario con el que estábamos a punto de cerrar un trato crucial. Era un momento decisivo, y podía sentir la importancia de la ocasión. La puerta se abrió, revelando al empresario de traje impecable, un hombre de negocios serio y experimentado. Antoni se puso de pie, su tono de voz resonando con confianza. —Permítanme presentarles a Isabella Montenegro, mi prometida y futura socia en este proyecto —Anunció Antoni, su mirada centrada en el empresario. Me puse de pie a su lado, consciente de la mirada sorprendida del hombre frente a nosotros. Antoni mantenía una sonrisa radiante, y aunque la presentación había sido una sorpresa para mí, decidí seguir su ejemplo y mostrar una expresión de confianza. —Es un placer conocerlo. Estoy emocionada por ser parte de este proyecto —Comenté, extendiendo mi mano con un apretón firme. El empresario, inicialmente desconcertado, recuperó la compostura y respondió con una sonrisa educada. La reunión continuó con Antoni y yo explicando los detalles del acuerdo, las estrategias de inversión y los beneficios mutuos que se derivarían de la colaboración. A medida que la conversación avanzaba, era evidente que la presencia de una "prometida" en la ecuación añadía un matiz personal a las negociaciones. La conexión entre Antoni y yo, ahora presentada como una alianza no solo profesional sino también personal, influía en el tono de la discusión. Finalmente, llegó el momento de cerrar el trato. Antoni extendió la mano hacia el empresario, su expresión reflejando la satisfacción de un acuerdo exitoso. —Gracias por su confianza en nosotros. Estoy seguro de que esta asociación será beneficiosa para ambas partes —dijo Antoni, su tono de voz resonando con gratitud y entusiasmo. Con el apretón de manos, se selló el acuerdo, y el empresario se retiró, dejándonos a Antoni y a mí en un estado de celebración silenciosa. La sala de reuniones, que alguna vez estuvo llena de tensiones, ahora resonaba con un aire de logro. Antoni se volvió hacia mí, su expresión radiante. —Lo logramos, Isabella. Esta será la primera de muchas victorias juntos —Afirmó, y su alegría iluminó el espacio entre nosotros. El bullicio de la ciudad se desvanecía a medida que Antoni y yo salíamos del edificio, satisfechos por el acuerdo cerrado con el empresario. La euforia de la victoria comercial nos envolvía mientras caminábamos hacia la salida, pero la sorpresa estaba a punto de tomar un giro inesperado. A lo lejos, entre la multitud, emergió el tío de Antoni, un hombre de aspecto distinguido que había estado al tanto de la reunión. Su rostro se iluminó con una sonrisa astuta al vernos. —¡Antoni, Isabella! Escuché que ahora son prometidos. ¡Felicidades! —Exclamó, su entusiasmo evidente en cada palabra. Antoni asintió, agradeciendo la felicitación mientras mi mirada se encontraba con la suya, compartiendo una mezcla de incredulidad y desconcierto. La noticia de nuestra supuesta promesa había llegado más rápido de lo que imaginábamos. —Entonces, ¿Cuándo nos presentas a Isabella en la cena familiar? —Preguntó el tío con una expresión juguetona. Antoni, aparentemente tomado por sorpresa, se esforzó por mantener la compostura. La situación se volvía cada vez más compleja. —Bueno, tío, pensaba que podríamos organizar algo pronto. De hecho, este fin de semana sería perfecto —Respondió Antoni, su tono tratando de disimular la urgencia de la situación. Mis ojos se ampliaron ligeramente ante la revelación improvisada. Habíamos establecido claramente que nuestra relación en el ámbito profesional era prioritaria, y ahora, la perspectiva de una cena familiar el fin de semana se sentía como un giro inesperado. —¿Este fin de semana? —Murmuré, mi sorpresa apenas contenida. Antoni me dirigió una mirada que parecía implorar comprensión, como si estuviera atrapado entre la presión social y nuestra acuerdo original. Aunque mi mente luchaba con la idea, opté por asentir en silencio, aceptando la situación que se había desarrollado. El tío de Antoni parecía encantado con la respuesta y se despidió con una risa amistosa antes de desaparecer entre la multitud. Antoni, mirándome con una mezcla de disculpa y complicidad, suspiró. —Isabella, lo siento. No esperaba que las cosas tomaran este giro. Pero, ¿Podemos manejarlo juntos? —Preguntó, su expresión buscando una señal de aceptación.
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