3

2060 Words
El silencio logra reinar en la estación y el Chico Misterio y yo no nos hemos vuelto a hablar. He ido al baño, hay dos precintos en la puerta del baño de chicas que Cassy ha debido de romper para entrar pero se lee bien claro que pone que están fuera de servicio así que tengo que ir al de chicos y ya dejo allí mi teléfono cargando para tener batería cuando salgamos de aquí. Al volver a la mesa estoy mucho más que cansada, me duele la espalda y el cuello y ni puedo ver mi coche con toda la nieve que entorpece la vista. —¿También te aburre escuchar lo mismo una y otra vez? Iniciar una conversación me parece lo mejor. No sólo porque seamos los únicos despiertos, más bien es por mi curiosidad. Estamos en la misma mesa, estudiamos lo mismo, estamos dibujando y aunque se me ha pasado por la cabeza preguntarle por lo que está haciendo, siento que me saltará al cuello. —Sí —responde seco. —A mi también. Y... ¿qué te trae por aquí? —La tormenta. —Ya, claro, cómo no —mascullo de la misma mala gana. Pensaba que no se acercaría pero al rato, Tomy retira la silla a mi lado y es muy innecesario teniendo en cuenta que hay otras dos libres y tiene el sofá junto al Chico Misterio. Intento no mirarle, sigo perfeccionando mi dibujo del momento: la estación y todos los que estamos aquí. —Me he quedado sin batería —dice y se estira de las mangas hasta cubrirse las manos. Me revuelvo algo incómoda y cuando me encorvo para seguir dibujando, le doy ligeramente la espalda. —¿En qué facultad estudias? —Oye, rarito, lárgate —le brama el Chico Misterio y su voz me eriza la piel. Da miedo, habla como un mafioso, ¿así habla esa gente? No levanto la vista, sigo dibujando y espero que entienda la indirecta. —Es que yo... sólo quiero... —Me la suda —le corta—. No le interesas así que deja de intentarlo. —Yo no... —Lárgate —le insiste. Creo que lo más intimidante es el hecho de que siga dibujando y que de tanto respeto al hablar sin siquiera mirarle. Entonces levanta la mirada, veo por el rabillo del ojo como levanta una ceja y señala con la cabeza por ahí. —Que te largues —repite de forma brusca. Tomy se va, la silla araña el suelo y cierro los ojos con fuerza esperando no haber despertado a nadie. Cuando giro el cuello, todos siguen dormidos. —Gracias —susurro. —No lo he hecho por ti. —¿Siempre eres así? —me quejo y quiero añadir lo que es: un grosero, maleducado y un antipático. —¿Así? —me reta. Y siento que diga lo que diga él tendrá algo para contestarme que será aún más irritante. Me muerdo la lengua y volvemos al silencio. A eso de las dos y media de la madrugada me levanto para ir a por mi teléfono que he dejado en el baño de chicos y cuando atravieso el pasillo le escucho hablar. —Ni se te ocurra. —Sólo... —escucho la voz aguda de Tomy. —Cuando ella vuelva tú vas. Me parece que para ser tan antipático, es un buen chico; si fuera más agradable hasta la gente dejaría de rumorear sobre él. Vuelvo a la mesa con el teléfono en la mano y el cargador enrollado entre los dedos. —Gracias —repito cuando me siento de nuevo frente a él. Ya ni me contesta y tacho de mi mente haber pensado que era un buen chico. Los ojos se me van cerrando al poco de volver a dibujar, se me desenfoca la vista y un lado racional de mi me pide tumbarme en el sofá, taparme con el abrigo y dormir si quiero conducir cuando amaine la tormenta (con suerte) por la mañana. No quiero tener un accidente por quedarme dormida al volante, pero tampoco estoy cómoda cómo para poder descansar aquí. Ya me imagino la de mensajes y llamadas que me llegarán mañana cuando coja cobertura, sobre todo de mi madre preocupada por no saber de mi. Cassidy no pudo encontrar cobertura y no creo que ahora sea algo bueno intentar salir a buscarla yo misma. Decido no hacerlo, no quiero tener un accidente de coche y tampoco quiero quedarme como un cubito de hielo por la tormenta. Con un suspiro guardo mis cosas en la mochila pero soy lo suficientemente agradable para dejarle lapiceros y pinturas al Chico Misterio por si su plan es no descansar. Amontono todo en una esquina del sofá, no es muy grande y encojo las piernas para ni tan siquiera rozarle un pelo. Me cubro con mi abrigo y me recuesto sobre mi mochila en la que he guardado todo. Sé que no voy a ser capaz de dormir mucho, pero con un par de horas tendré suficiente. Me despierto dos horas y poco después, son casi las cinco de la madrugada según mi teléfono y ya no se escucha tanto la tormenta. Estiro el cuello, me remuevo y un abrigo se cae al suelo. No es el mío. Es n***o, enorme, ¿del Chico Misterio? ¿Me lo ha echado por encima? Vale, sí parece ser bueno, pero eso no quita que sea un idiota. Lo recojo del suelo y es cuando me doy cuenta de que él no está. Bajo los pies al suelo y me estiro un poco para sentir la realidad. Tengo la espalda hecha un ocho, me duele al estirarme y el sofá no es para nada cómodo. Giro un poco el cuello y me paso las manos por el pelo para alisármelo. Ugg, me lo siento como un estropajo. Necesito una ducha caliente, también algo de comida y una buena cama. Lo único bueno es que parece escampar la tormenta. La nieve ya no cae con magnitud pero quedará mucho hasta que cese del todo y los equipos retiren la nieve de las carreteras. Sigue sin haber cobertura. —Genial —mascullo. En la mesa está su libreta y me doy cuenta de que sí que ha usado colores en su dibujo, por lo menos en uno, en el que veo. Espera... Reconozco algo, el color amarillo degradado con sutilidad por la hoja blanca a cuadros azules. ¿No ha dejado de pintar en este tiempo? Quiero ser un poco cotilla, me lo permito porque él no está. Estiro el cuello un poco más y el corazón se me acelera. Nunca nadie me ha dibujado, no creo servir como musa de nada, soy yo la que siempre usa cosas de inspiración. ¿Por qué él me ha usado? Soy yo, tumbada y encogida en el sofá, pero sólo ha hecho mi cara y me sorprende que haya cogido en una pequeña expresión lo incómoda que estaba. Ha pintado mi pelo rubio y mis pestañas largas levemente maquilladas. Es de las pocas veces que alguien dibuja el pelo rubio y no veo que lo pinta de un amarillo horroroso que parece de pollo, porque mi pelo es más un rubio con tintes castaños muy claros que me gusta a ratos. Dibuja bien, ¿por qué no puede ser igual al tacto que parece tener para esto? Un ruido me alerta. Todos siguen dormidos, hasta Tomy se ha dormido y ha dejado de merodear como un rarito. Me pongo alerta, ¿Es la hora del asesino? Mi cuerpo se tensa. Sigue siendo de noche aunque la luz de la estación me haga sentir levemente segura. Cuando veo su cuerpo alto y fornido, todo oscuro y plantado en el pasillo, me sobresalto. Es cómo una película de miedo. Atraviesa la estación y se mete en la mesa bordeándola por el otro lado. Suelta un paquete de tabaco en la madera y se lo abre llevándose un cigarro a los labios. También trae una botella de agua y se ve que es nueva. —¿Han abierto la gasolinera? —Hay dos máquinas expendedoras fuera saliendo por la parte de atrás. —¿Funcionan? —Digamos que sí. Resulta que "digamos que sí" es un no. Vuelvo dentro de la estación sintiéndome gilipollas. ¿Se cree gracioso? Me he congelado y encima he perido una moneda. Camino con fuerza y veo la expresión de burla en su cara cuando me ve. —Eres un idiota —le suelto—. No funcionan. —Tienes que agitarlas. —Sí, a buenas horas —bramo y me desplomo en la silla más alejada de él. Mi esperanza por el ser humano me hace esperar que se ofrecerá a ayudarme con eso porque sí que necesito agua y yo compartí mi café y mis chocolatinas con todos ellos, hasta con él siendo un marginal. Sin embargo cubre su libreta con su brazo y con la otra mano sigue dibujando. Miro su perfil con los ojos entrecerrados lanzándole dagas con los ojos. De ven en cuando la barra metálica que atraviesa su oreja brilla bajo la poca iluminación. Me desespera. No es hasta casi una hora más tarde, cuando la tormenta va decreciendo poco a poco y la nieve ya no entorpece la vista al aparcamiento, cuando él se levanta. Cierra su libreta y pasa de largo con el cigarro entre los dedos. Va dejando un rastro de humo que huele que apesta. Las dos veces que he pensado que podía llegar a ser medianamente bueno, me hace arrepentirme. Me pica la curiosidad ver si ha seguido dibujándome Ya veo que es un chico reservado, me pone los pelos de punta y me sorprende que no se integre en la facultad. Unas horas encerrados y ni esta situación extrema le hace dejar de ser el Chico Misterio. Una botella de agua cae en la mesa delante de mi y me sobresalta. Chico Misterio rodea la mesa y se sienta en su lugar con tres cajas más de tabaco que se guarda en su abrigo. —Por lo menos no eres tan c*****o —murmuro. Me mira, ni yo misma me esperaba decirlo tan en alto. Que es lo que pienso de él, así que no me arrepiento y si quiere cambiar ese concepto que deje de ser un c*****o. Aunque tampoco creo que le importe lo que yo llegue a pensar de él. Me gusta que decida no responderme porque seguro que le terminaría odiando. Le pego unos tragos a mi botella de agua y miro por décima vez mi teléfono comprobando que sigue sin haber cobertura. Sólo espero que cuando me aleje un poco pueda tener conexión y un buen rato para calmar a mi madre. —Y deberías darme las gracias —escucho de dice. Ha dejado su libreta de lado y se vuelve a encender otro cigarro cruzado de brazos contra el respaldo del sofá. —¿Disculpa? ¿Las gracias por qué? No te he pedido el agua y en caso de que creas que sí, tú tampoco me las diste anoche por... —Hablas demasiado. —Y tú muy poco. Suelta el humo del cigarro y agito la mano alejando la nube tóxica. Cómo no podía ser de otra forma, no puede evitar mirarme con burla, casi gritándome con sus ojos y esas cejas pobladas y oscuras: > Bueno, no me considero una estirada, pero odio el tabaco. Mi padre lo adoraba. —El rarito se ha despertado de madrugada, intentó hacerte fotos. ¿Qué? Giro la cabeza. El cuello casi se me rompe y frunzo los ojos. ¿Fotos? ¿Se ha despertado sólo para hacerme fotos? —¿Me ha hecho fotos? —He dicho que lo intentó. Me toca superponer lo que eso conlleva porque no va a admitir que me ha salvado de que un rarito se toque con mis fotos. Suspiro y me encojo en la silla. ¿Qué clase de psicópata tienes que ser para hacerle fotos a nadie de esa forma? —En ese caso, gracias. Y con toda la sorna del mundo le veo sonreír por primera vez y me hierve la sangre. Es irritante. El Chico Irritante. —En ese caso, de nada.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD