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Bruno & Monique

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Blurb

Cuando su jefe y amigo Stefan Dunant se empeñó en cosechar su propio vino, Monique Caruso jamás se imaginó que esa nueva aventura de Stefan le traería a ella consecuencias y mucho menos de las del tipo que después de nueve meses lloran toda la noche y todo el día.

Tener hijos no estaba en los planes de Monique, pero cuando conoció a Bruno de la Vega, no pudo reprimir el intenso deseo que se estableció entre ellos desde que se miraron por primera vez.

Ahora ahí estaba ella, esperando sola el nacimiento de su hijo, y por primera vez en mucho tiempo se sentía sumamente dichosa.

Por su parte Bruno, al acudir en auxilio de su amiga encuentra algo o más bien a alguien que no esperaba, compartir la intimidad con Monique fue subir al paraíso y quiere repetir no solo una vez sino toda la vida…

Él sabe que ella no es cualquier mujer, y aunque no logra descifrarla, la sabe inteligente, hermosa y sensual… muy sensual, pero sobre todo sabe que no es una chica que se enrede con cualquier tipo a la primera, y eso le da un impulso para luchar por ella, para hacerla entender que él es el hombre que necesita a su lado el único que la hará verdaderamente feliz; aun creyendo que está enamorada de otro, del padre del niño que espera.

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CAPITULO 2
  -Stefan, Stefan – lo estaba llamando Monique. Él se limitaba a balbucear palabras ininteligibles, y esas eran las únicas señales de vida que diera su amigo. -Mírate como estas – le reprochaba Monique – me duele tanto verte en esta situación Stefan – decía mientras intentaba llevarlo hasta el auto que había rentado en la ciudad y en el que se trasladó hasta la hacienda – Venga hombre ayúdame a que vayamos al vehículo, necesitas descansar y pues como aquí no sé dónde te estás quedando, te llevare conmigo al hotel. Una vez que hubo subido a Stefan al vehículo, se percató de que a este le quedaba poco combustible, ella no recordaba haber visto una estación de gasolina cuando venía hacia la hacienda, así que a regañadientes bajo del carro pues se dijo que era mejor preguntar dónde podía cargar gasolina antes de marcharse y aventurarse a quedar varada en medio de la carretera a deshoras de la noche. Comenzó a vagar por el lugar, no veía a quien pudiera preguntarle que le diera esa información, su español no era muy bueno y el par de intentos que hizo no resultaron en nada más que en desastre. Siguió caminando y mientras lo hacía comenzó a disfrutar de la música y de la alegría que embargaba a todos los presentes, en la fiesta de la Vendimia el vino circulaba más rápido que en cualquiera bar de los que solía frecuentar. De pronto el viento hizo de las suyas y una suave brisa soplo entre la multitud refrescándolos y llenando las fosas nasales del dulce aroma de las Vid recién molida y de los barriles de Roble recién descorchados. Monique cerró los ojos y aspiro hasta el fondo, dejándose envolver por el ambiente que impregnaba la noche. Se quedó así por unos momentos, dejando que sus sentidos se pusieran alerta, primero su olfato y después su oído, que comenzó a escuchar el suave ritmo de las guitarras y los tambores, sin querer su cuerpo comenzó a moverse al son de los sonidos que escuchaba, como si se tratase de una vieja danza que ella conociera. El tacto hizo su aparición cuando se dio cuenta de que le colocaron una copa de vino en la mano, la olio y sin pensarlo dos veces, la llevo hasta sus labios y bebió de golpe y hasta el fondo el suave líquido, no se había percatado de que estaba sedienta, ahora el gusto había hecho su aparición. Su sexto sentido se puso alerta al sentirse observada, se giró y busco entre el gentío, y siguió buscando hasta que lo miro. Ahí estaba ahora su sentido de la vista, indicándole que ese hombre no era producto de su imaginación. Vio directo a los ojos de ese hombre que la observaba y no pudo evitar estremecerse. De pronto el hombre sonrió y ella se encontró devolviendo la sonrisa, y cuando él comenzó a caminar en dirección a ella, Monique no pudo más que mirarlo de pies a cabeza, y para su deleite lo que vio a primera vista le gusto, le gustó mucho. Él hombre era alto, de piel morena y cabello ondulado, poseía un cuerpo delgado pero atlético lo que le arranco un suspiro. Llevaba puesto unos vaqueros y una camiseta gris oscuro que se le pegaba al pecho y dejaba ver sus músculos marcados. Monique continúo observándolo hasta que el desconocido quedo a escasos centímetros de ella, fue entonces cuando se percató de que tenía los ojos color café claro. Cuando Bruno vio a aquella rubia, enfundada en ese vestido blanco que marcaba las sinuosas curvas de cuerpo, bailar de manera tan sensual en medio de la gente, sintió que se detuvo el tiempo y no hizo más que observarla hasta que ella de pronto se giró, como si hubiese sentido su mirada y fue que pudo ver sus ojos. Como si la fuerza de un magneto lo atrajera hacia ella, Bruno comenzó a caminar sin quitarle la vita de encima. Fue completamente consciente de que ella le recorría el cuerpo con la mirada, como si estuviese evaluándolo. Bruno sonrió al darse cuenta de que su mirada era de absoluta aprobación. Cuando la tuvo de frente pudo ver que sus ojos no eran de color verde como él creyó en un principio, si no que los tenia de color gris como los de un gato. Sin pensárselo dos veces y de manera impulsiva le tomo la mano y la saco de entre el gentío, no quería que ningún otro hombre más la viera y la deseara tal como la deseaba él. -Me parece que estas… extraviada – dijo Bruno, mientras le tomaba la mano y tiraba de ella suavemente para quitarla de en medio de la gente. -Ya no – respondió Monique, dejándose guiar por él. - ¿Cómo te llamas? – aún mantenía su mano entre las de él -Monique Caruso – Respondió después de unos segundos de entender la pregunta -Monique Caruso – repitió el desconocido – me gusta. - ¿Y tú? – Fue el turno de ella. -Bruno de la Vega. Acto seguido Bruno se llevó la mano de Monique, que aún mantenía firmemente sujeta entre las suyas, hasta los labios depositando un suave beso en el dorso. Ella se estremeció con ese simple contacto, entonces para ninguno paso desapercibida la pasión que los envolvió desde ese instante. No hablaron mucho, se limitaron a disfrutar de las sensaciones que los envolvió, como una capsula, que los mantenía alejados de todo y de todos. Monique supo que Bruno era amigo de Alex, y que además tenía un bufete de abogados, que compartía con su padre en california. Ella no dio muchas explicaciones, solo que vivía en Italia y está ahí de vacaciones o algo así. Bruno la había acompañado hasta Ensenada, sin percatarse de que Stefan dormía en la parte trasera del auto. Una vez que llego a la ciudad le pregunto dónde estaba hospedada y Monique le informo que aún no había reservado hotel, que nada más llegar, rento el auto y se fue directo a las Ilusiones. Esta actitud le pareció un tanto extraña a Bruno, así que como abogado que era, intento sacar información. - Y se puede saber cuál era tu prisa por llegar a la hacienda. Monique quien no quiso hablar más de la cuenta, opto por darle una vaga escusa. - Estoy buscando a una persona, además como nunca antes estuve en una fiesta como esta, y como me tome unas vacaciones para alejarme del estrés del trabajo y de mis problemas personales, decidí que cuanto antes comenzara a disfrutar de mis días de descanso mucho que mejor, además venia leyendo sobre estos festejos y por nada del mundo quería perderme el inicio del uno de ellos, cariño – le sonrió coqueta con la intensión de distraerlo – no he volado tantas millas para perderme la fiesta por pequeñeces como el reservar un hotel. Bruno estaba anonadado, la frescura de esa mujer lo tenía perplejo, al igual que la deslumbrante sonrisa que esta le estaba dedicando. - Venga – le dijo tomándola de la mano y dirigiéndose hacia el Mercedes – problema resuelto, te vienes conmigo a mi casa y listo. En cualquier otro momento Monique gustosa se hubiera ido con él, pero no ahora, no cuando Stefan la necesitaba más que nunca. Su amigo, por primera vez, estaba enamorado y al parecer era un amor no correspondido, Stefan no sabría cómo actuar ante esta situación. Así que, por nada ni nadie del mundo, aunque tuviera que dejar ir solo al bombón parado frete a ella y que la miraba de una manera que le prometía una noche que jamás olvidaría, estaba dispuesta a dejar botado a Stefan solo con su sufrimiento. -Lo siento – dijo Monique al fin – pero esta noche no soy la mejor compañía. -Pero… Poniendo un dedo sobre los labios de Bruno, los cuales sintió suaves y cálidos, lo obligo a callar. -Tal vez si fuera otro momento, o por lo menos yo no me encontrara en esta situación con gusto aceptaría lo que tus ojos me están ofreciendo. -Está segura. -Completamente, esta noche hay alguien más que me necesita y yo no puedo fallar. -Entonces por lo menos déjame llevarte a un hotel para que me pueda quedar tranquilo. -Te lo agradezco. Cada uno subió a sus respectivos vehículos. Bruno le hizo una señal para que lo siguiera y Monique así lo hizo. Una vez que llegaron al mejor hotel de la ciudad, Bruno se apresuró a bajar del auto y corrió para abrir la puerta de Monique. Esta agradeció el gesto, nunca nadie había sido tan caballeroso con ella, como este hombre. E internamente se lo agradeció. Cuando llegaron a la recepción Monique pidió una habitación, pero informo que serían dos las personas a quienes debía registrar. -Los nombres por favor – pidió la chica de recepción -Monique Caruso y el señor Stefan Dunant Al escucharla decir aquel nombre, Bruno se quedó de piedra. Stefan Dunant., que tendría que ver esa mujer con Stefan. Después de lo que Bruno la ayudase, llevando a Stefan hasta la habitación, se marchó sin decir nada más. Estaba bastante intrigado sobre la relación que Monique pudiese tener con Dunant, además este, había dejado claro que quien le interesaba era Alex. ¿Quién era Monique en la vida de Stefan? Y ¿Qué hacía ahí? Stefan despertó y en cuanto abrió los ojos, una terrible jaqueca lo atravesó, se llevó las manos a la cabeza en un intento por mitigar el dolor, pero este no remitió en lo más mínimo. Se sentó en la cama, se negaba a volver a abrir los ojos. Cuanto alcohol había tomado la noche anterior, se preguntó. El suficiente para estar sufriendo los estragos de la resaca que ahora le estaba pasando la factura. Sentía la boca seca, su necesidad por hidratarse era casi tan grande y desesperada como su malestar. No recordaba cómo había llegado ahí, pero daba gracias a quien lo hubiese llevado, mira que estar en esas condiciones en casa de Alex y que ella lo viese en ese estado, era algo que no podría soportar. Que ella viera lo que estaba padeciendo por su desprecio, no lo iba permitir, ante todo debía conservar la dignidad que aún le quedaba. De pronto escucho como se abrió la puerta, intento levantar la vista, pero en cuanto lo hizo la habitación comenzó a girar tan aprisa que tuvo que dejarse caer nuevamente sobre la espalda. -Hola dormilón – la familiar voz de su amiga fue como música para sus oídos. -Me alegro de que seas tú – susurro -A quien más esperabas cariño. – Monique levanto la ceja expectante. -A nadie. -Venga, levántate… - lo apremio. Stefan intento desperezarse de la cama, pero aun así no lo logro. La habitación seguía girando, aunque no tan aprisa como hacía unos momentos, se sentía terriblemente mal. -Venga, que te he traído unas aspirinas y un café negro bien cargado para que bajes la borrachera que traes. Stefan hizo un amago de sonrisa, en otras circunstancias la habría echado, no le gustaba que nadie viera su debilidad, pero Monique era su amiga de toda la vida además que se sentía verdaderamente mal, así que, haciendo un esfuerzo mayúsculo, finalmente pudo plantar los pies sobre el piso. La habitación giro toda prisa, pero se aferró con ambas manos de la orilla de la cama hasta que vértigo mitigo. Stefan se despertó pasado el mediodía, hacía años que él no se levantaba tan tarde, por lo general era muy madrugador, sus múltiples ocupaciones le impedían llevar una vida relajada, además que a él le gustaba que sus días fueran así, movidos yendo y viniendo de un lugar a otro, o al menos así eran hasta que conoció a Alex. -Alex, pensó. Ella le había cambiado la vida, la existencia…. El mundo. Sin Alex él no se sentía capaz de nada, ahora no era más que un hombre a medias y así no funcionaba. -Stefan – lo llamo Monique sacándolo de sus pensamientos. Stefan giro el rostro y por primera vez en muchos años, vio a su amiga preocupada. - ¿Qué pasa? - quiso saber. - ¿Te encuentras bien? – pregunto Monique después de un rato que Stefan se hubiese tomado las aspirinas y el café. -No como quisiera, pero este maldito malestar ya se me está pasando. – Hizo una pausa para intentar no devolver el estómago - ¿Por qué demonios dejaste que me emborrachara de esta manera Monique? -No fue posible pararte, estabas como loco, te desconocí Stefan. En todos nuestros años de amistad jamás te vi de esta manera, a excepción de aquella única vez hace tantos años. -Pero…. -Nada, tú necesitabas desahogarte y yo simplemente te deje hacerlo. Además, Stefan era imposible pararte, como te dije estabas vuelto loco de desesperación, porque Alex no salió siquiera a darte la cara. -No me lo recuerdes. -No es necesario que te lo recuerde, imagino que tú mismo ya has pensado en ella. -Bueno… -Stefan. Yo no son una recién llegada, soy tu amiga desde hace muchos años, te quiero como a un hermano y a mí no puedes engañarme, te conozco muy bien y sé lo que te pasa. -Así, y según tu opinión experta, ¿Qué es lo que me pasa? -Estás enamorado de esa mujer – fue directa. - ¿Tan obvio es? -Para mí que te conozco muy bien, sí. Y para quienes no te conocen tan bien como yo, - hizo una pausa - también – no pudo evitar reírse. Stefan se pasó la mano por el cabello mientras cerraba los ojos. -Cariño no te sientas avergonzado, ya quisiera yo enamorarme algún día, pero lo creo casi imposible. – su cara reflejo tristeza. -Monique... -Tu mejor que nadie sabe que lo he intentado Stefan, o por qué otra cosa crees que salgo con tipos tan diferentes entre sí, estoy buscando al hombre… - hizo una pausa – a uno que sea como…. Bueno tú lo sabes, a uno que me entienda, que me valore, que me dé seguridad y libertad, estoy buscando a un hombre que me complemente, pero aún no lo he encontrado… - hizo una mueca de tristeza – pero eso no quiere decir que me daré por vencida – sonrió. -Lo sé. – Estiro la mano en busca de la mano de Monique. Esta se la ofreció y para ellos no fue necesario hablar de más nada, era su muestra de apoyo mutuo, incondicional. -Ahora te dejare tranquilo de acuerdo, necesitas descansar. -Gracias por todo Monique. -No hay nada que agradecer, - sonrió - sabes que te quiero, que siempre te he querido mucho y que siempre estaré para ti, cuando me necesites. -Lo sé Monique, y sabes que yo también siento lo mismo por ti. Monique sonrió antes de añadir. -Ahora descansa cariño.   Bruno llegó a la recepción del hotel donde estaban hospedados Monique y Stefan, pregunto si se encontraban en la habitación y al informarle que sí, no se lo pensó dos veces y tomo el elevador que lo llevo directo al tercer piso. Cuando llego a la habitación 307, la puerta se encontraba entreabierta, se disponía a tocar cuando escucho voces. Eran Monique y Stefan quienes conversaban. Sin poder evitarlo se detuvo a escuchar, no lo tenía por costumbre, pero deseaba saber qué tipo de relación mantenía Monique con Stefan Dunant, así que guardo silencio y escucho. -Tu mejor que nadie sabe que lo he intentado Stefan, o por qué otra cosa crees que salgo con tipos tan diferentes entre sí, estoy buscando al hombre… - se había callado - a uno que sea como…. Bueno tú lo sabes… Bruno no pudo escuchar la parte siguiente por que escucho ruidos a su espalda y se volvió a ver. El elevador que abría las puertas y de pronto salió una pareja hablando ruidosamente pero no le prestaron mayor atención. -… Pero eso no quiere decir que me daré por vencida. -Lo sé. -Ahora te dejare tranquilo de acuerdo, necesitas descansar. -Gracias por todo Monique. -No hay nada que agradecer, sabes que te quiero, que siempre te he querido mucho y que siempre estaré para ti, cuando me necesites. -Lo sé Monique, y sabes que yo también siento lo mismo por ti. -Ahora descansa cariño. Bruno se alejó de la habitación tan silenciosamente como había llegado, ahora lo sabía Monique estaba enamorada de Stefan, y aun cuando este no la quisiera de la misma manera, ella no se daría por vencida hasta conquistarlo. Maldijo para sus adentros y se juró alejarse la mujer, ella le gusto como ninguna otra le había gustado, lo había intrigado y lo había hecho desearla nada más posar sus ojos en ella, sobre su maravilloso cuerpo. Y todo para que, para venir a descubrir que estaba enamorada de un hombre que al parecer no le correspondía, pero que tampoco hacía nada por alejarla, maldito Dunant, pensó. A toda prisa subió a su Mercedes y se alejó a toda velocidad del hotel.  

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