2.-La…

1945 Words
                  Capítulo 2. —¿Qué es lo que ocurre contigo?, esto no es un hotel, ¿Acaso no te eduque bien?. —Lo siento papá, no se volverá a repetir. —Se que eres hombre y que tienes necesidades, pero no lo hagas aquí. —Si papá. Roger solo trató de aguantar la risa y movió la cabeza de un lado a otro.—No eres un buen hombre, debiste de tapar a tu prometida y lo que hiciste fue lanzarla lejos, ¿Estas seguro de que la amas?. —Eso no es asunto tuyo—Respondió el enojado Derek, solo alguien tenía la culpa de toda aquella situación y pronto iba a ajustar cuentas con ella. —Cómo sea, solo vine para despedirme, está noche sale nuestro vuelo, se quedarán a cargo, confío en ustedes— dijo el señor Alessio mientras arrugaba él entrecejo. —Vayan sin preocupaciones—dijo Roger. —Bien, y Derek deja de meterte con Maxine, ella es muy eficiente y no encontrarás a otra como ella. —Pero papá, esta es una empresa en donde se promueve la belleza, esa mujer no es bella de ningún modo en el que la veas. —Si la despides, solo vas a complicarte las cosas, pero eso ya es decisión tuya. —Si no la quieres déjala conmigo— dijo Roger. —Olvídalo, o es mía o no lo es—Respondió Derek. —¿Por qué eres de ese modo?. —Basta, no empiecen una pelea tonta, no quiero saber mas al respecto, me voy. Mientras tanto la pobre Maxine le rezaba a todos los Santos, no quería ser despedida, al menos no aun, miró cuando el señor Alessio salió y detrás de él venía el hermoso Roger, le sonrió y sintió un escalofrío al escuchar esa voz que la atormentaba por las noches y no la dejaba dormir. —Maxine ven a mi oficina. La pobre mujer caminó a paso lento hasta la oficina de su jefe y apenas entró sintió toda su ira caer sobre ella. —¿Sabes la vergüenza que acabó de pasar por tu culpa?. —Si señor, pero… —Siempre sales con tus peros, en serio estoy tratando de llevar la fiesta en paz contigo, pero… me desquicias, odio tus ropas tan raras, odio tu peinado de abuela, y odio esas gafas espantosas, ¿No encontraste unas más grandes?—preguntó él con sarcasmo. La chica solo tragó saliva y no dijo nada. —Una mas y serás despedida, esta es tu última advertencia. Vete ahora. —Si señor — dijo la pobre mujer sintiéndose un poco ofendida. Esa noche llegó cabizbaja a su casa, donde ya la estaba esperando su abuela con un delicioso platillo en la mesa. —Hola querida ¿como te fue en el trabajo?. —Muy bien abuela. La abuela de Maxine se dio cuenta de que algo no andaba bien con su nieta, a sus ochenta años nada se el escapaba y sabía cuando algo afligía a la pobre, y también sabía cómo ayudarla a sentirse mejor, le preparó un delicioso té de yerbas para relajar su cuerpo y se lo llevó a la mesa. —¿Te pasó algo malo en el trabajo?. —No abuela, solo es el estrés y demás, pero eso es todo. —¿Estas segura?. —Si abuela, usted no se preocupe por mi, mejor venga a comer. —Yo ya comí, tu eres la que debe alimentarse bien, mírate, estas adelgazando mucho—respondió la abuela mientras la miraba con cariño. —Yo estoy bien abuela. —Tu madre siempre me decía lo mismo, ella siempre estaba tan ocupada en su trabajo que muy pocas veces comía aquí en casa. Tu siempre cuidas de los demás, pero, ¿Cuándo vas a empezar a cuidar de ti?. —No te preocupes por mi. —Siempre me dices eso, soy vieja, pero no tonta. Maxine sintió un nudo en la garganta y solo sonrió. —Yo era igual que tu, somos tan iguales. —¿Qué dices abuela?, tu eres muy bonita y yo, yo solo soy yo. —¿Alguna vez te platiqué de mi madre?. Maxine negó. —Ella se dedicaba a la botánica, decía que las plantas eran una fuente de vida, que te podían curar si usabas las plantas correctas, o que te podían matar si no sabías como tratarlas, ella decía que las plantas daban felicidad y también te podían romper el corazón, jamás entendí a que se refería con eso, pero lo que sí se, es que a veces necesitamos de algo en que apoyarnos, eres muy hermosa y si tú no lo has visto aun, nadie más podrá notarlo. —Ya son otros tiempos abuela. —Si cariño, pero los corazones siempre tendrán la misma función. La chica solo se bebió su té y ya no dijo nada, a veces ella no sabía de qué le hablaba su abuela quien tenía un huerto en la azotea y ahí se pasaba la mayor parte del tiempo, platicando con sus plantas y cuidándolas como si fuesen niños pequeños. Después de la muerte de su madre, Maxine fue quien quedó a cargo de la abuela, púes sus tíos se habían desentendido por completo de ella, no le pesaba cuidar de su abuela, todo lo contrario esa era su mayor razón para seguir llendo al trabajo, su abuela y el seguro médico que tenía que pagar por en caso de que algo le pasara. Su tortura empezaba exactamente a las seis de la mañana, que era la hora en la que Maxine se levantaba y se obligaba a meterse a la ducha y despertaba por completo con los primeros chorros de agua fría que caían sobre ella, al salir de la ducha se miró en el espejo, aunque sin sus enormes gafas todo lo que podía ver era una silueta distorsionada de ella misma, lanzó un suspiro y fue a ponérselas, tal vez su jefe tenía razón, ella era fea y por eso no le agradaba a las personas, pero eso no era del todo cierto tampoco, pues ella tenia buenos amigos. Se puso un traje el cual constaba de una falda que llegaba debajo de las rodillas, unas calcetas blancas que usaba para no tener frio en los pies y unos zapatos de piso, pues jamás supo andar en tacones, se puso una camisa de vestir blanca que le quedaba un poco grande y un suéter tejido de color azul, nada combinaba, pero eso era lo que menos le importaba, se hizo dos trenzas y se puso sus gafas, tomó sus cosas y antes de salir de su casa la abuela la detuvo. —Ese chico que te gusta, tal vez solo es un poco ciego, si quieres te puedo hacer una receta especial, para que pueda ver con el corazón. —¿De que hablas abuela?— preguntó Maxine sin entender a que se refería. —Cuando estés lista, solo dimeló, ten un lindo día. La chica solo sonrió y salió de su casa. Al llegar al trabajo saludó a las chicas de recepción y subió al elevador, se bajó en el quinto piso y saludó a los que ya habían llegado, fue a su escritorio y acomodó sus cosas, estaba preparando los pendientes del día cuando miró que una guapa mujer llegó hasta ella. —Hola buenos días—Dijo aquella mujer con un asentó extraño, parecía una chica rusa, tenia una piel blanca, unos ojos hermosos y sus ropas eran muy costosas, parecía una súper modelo. —Buenos días, ¿Puedo ayudarle en algo?. —Estoy buscando a...Roger Voulder. —Creo que él aun no llega, ¿Para que lo necesita?— Preguntó Maxine y escaneo a la mujer con discreción. —Lo esperaré. —¿Tiene usted una cita con él?. —Yo no necesito cita, tú eres...¿Eres su asistente?. —No, no de él, si no de el señor Derek. —A si, Derek, ¿Él aun no llega tampoco?. —No él aun no llega. La mujer asintió y solo fue a sentarse a un cubículo que estaba vacío. Maxine ya no indagó mas, tal vez solo era una modelo que venía por trabajo, era muy común ver a mujeres muy hermosas por aquel sitio, los pasillos siempre parecían una pasarela de modas. Miró a su jefe llegar y trató de sonreír, pero aun recordaba las cosas que le dijo, sintió que habia vuelto a la secundaria, pues durante esa época sus compañeros solían burlarse de su aspecto. —¡Derek!—exclamó aquella guapa mujer y corrió a los brazos de Derek, para la sorpresa de Maxine su arrogante jefe sonrió y abrazó a la chica, eso quería decir que ellos eran muy unidos. —Alisa— dijo una voz desde el elevador. A Maxine le brillaron los ojos al ver a su amado Roger, sonrió de felicidad, pero pronto esa felicidad se vino abajo cuando miró a esa bonita mujer correr a los brazos de Roger y no solo eso, también lo besó en los labios, la pobre sintió que algo en su pecho dolió, los miró besarse y por primera vez se alegró de ser llamada por su despreciable jefe. —Maxine, dame los pendientes de hoy. La chica salió de sus pensamientos y miró a su jefe, tomó la carpeta que ya tenia lista y lo siguió hasta su oficina, no se habia dado cuenta pero sus ojos se habían puesto cristalinos y sus manos temblaban un poco. —Aquí tiene señor. Derek la miró y arrugó la nariz. —Tengo una reunión muy importante esta tarde, no quiero que interrumpas y menos si traes esa cara, ¿Estas resfriada?. —No señor. —¿Por que no te peinaste?. La chica no lo soporto mas y empezó a llorar como una niña pequeña, Derek la miró con atención y sin duda pensó que se veía mucho mas fea cuando lloraba, su nariz se puso roja casi de inmediato y sus mejillas se sonrojaron como si hubiera tomado el sol. —¿Y ahora que es lo que ocurre contigo?. —¿Y eso a usted que le importa?, ¿Y que si no me pongo vestidos bonitos?, ¿Y que si no tardo horas peinándome?, ¿Y que si no me gusta usar maquillaje?, nada de eso influye a la hora de hacer mi trabajo ¿o si?. Derek estaba incrédulo, era la primera vez que esa chica lo cuestionaba de ese modo, era evidente que se habia levantado con el pie izquierdo, pero eso a él no le importaba. —Pues ayer te equivocaste mucho, tal vez tu fealdad no te deja pensar con claridad, es evidente que no eres feliz, solo mírate, ¿Por que mierda lloras?. La chica lo miró con coraje y se quitó las gafas para limpiar sus lagrimas. —¡Para su maldita información fue su novia la que arruinó los informes, la dejé sola tres minutos y eso fue suficiente para cagarla por completo, y si su padre lo encontró aquí cogiéndose a su prometida no fue por mi culpa, yo traté de decirle que él vendría y usted fue tan estúpido que no le puso seguro a la puerta, oh pero claro, echémosle la culpa a mi fealdad por que eso es mas fácil que admitir que es un pendejo, imbecil!—gritó la chica sacando toda su ira reprimida, no le importaba ser despedida, su corazón se había roto así que… ¿Qué más daba?, no era el fin del mundo de cualquier forma si perdía aquel empleo.
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