Capítulo 3

1076 Words
Tengo la impresión de que estoy mutando. Sólo es una hipótesis. Mis uñas están un centímetro más largas de lo habitual. Las limo, pero de todas maneras crecen. Yo se los estoy diciendo. Estoy mutando. Hoy es jueves. Han pasado dos días desde mi pelea con las chicas y con mi mamá. Ya me contenté con Abby, pero Valentina es un hueso duro de roer –igual que yo-. Mi madre actúa como si nada hubiera pasado entre nosotras, explicándome que mi mala actitud venia en el paquete de los días de la menstruación. Yo sinceramente no creía esa estupidez. Desde los 11 años hasta la actualidad en los que he experimentado los problemas de las mujeres, nunca había sufrido cambios de ánimo tan drásticos como suelen decir en esos manuales que venden en las librerías. Claro, los dolores eran una cosa monstruosa, una maldición enviada desde el mismo infierno, pero nunca he pasado por el típico estado de bipolaridad que las demás mujeres sufren. – Alexia, cortarte esas uñas. –Dice mi madre entrando de repente en el estudio a tomar un cuaderno- ¿Cómo es que las tienes tan largas? – No tengo idea… –Digo tecleando en la computadora.- Debe ser alguna anomalía genética que se acaba de desarrollar. – No seas tan exagerada. –Y sale del cuarto. Rápidamente tomo el ratón y lo muevo, llevando el puntero por la pantalla hasta llegar a la ventana que tenía abierta antes de que mi mamá entrara a interrumpirme. “Uñas que crecen en menos de 20 minutos.” Hoy desperté en la mañana, e inmediatamente casi me rebano el ojo al tratar de frotarlo con mis dedos. Fui al baño y me encontré con que mis uñas habían crecido en la noche hasta llegar al tamaño de pequeñas garras, las lime hasta donde siempre las tenía habituadas a tener: cortas y parejas cerca de la punta del dedo. Aunque siempre me había gustado que mis uñas crecieran de acorde como las demás chicas de mi promoción las tenían: largas y perfectas. Pero las condenadas nunca crecían, y cuando lo hacían, crecían torcidas, por lo que termine resignándome. Me había lavado la cara pensando en que habían crecido todos estos días, pero no había tenido oportunidad de notarlas, era estúpidamente imposible que mis uñas hubieran crecido de la manera que lo hicieron en una sola noche. Pero para cuando llego el momento del desayuno, unos 20 minutos después, esa idea no me parecía tan estúpida. 20 minutos y volvía a tener pequeñas garras en mis dedos. Ahora estoy investigando un poco acerca de este “fenómeno”, si es que es un fenómeno realmente. Sinceramente empecé a sospechar que algo estaba pasándome: primero la temperatura peligrosamente alta, luego el humor de perros –aunque pienso que eso es algo natural, la mayoría del tiempo soy cascarrabias-, y ahora las uñas ridículamente largas. Esto sencillamente no era producto de la menstruación. Tecleo unas cuantas palabras y navego por la web. No se imaginan lo que acabo de encontrar. Nada, eso mismo. El buscador Google muestra dos rectángulos medianos y estos a su vez imágenes de a) unas uñas anormalmente largas y b) un hombre o mujer –vayan a saber los dioses– con cuernos y piercings por toda la cara, de esas personas que están en el ocultismo y los artes del tabú. Debajo de susodichas imágenes estaba el link de los videos en YouTube, y bueno… No tengo ninguna intención en abrirlos, y menos con mi madre cerca. Otra página asoma una información relacionada con mi búsqueda era nada más ni nada menos que Vogue, en la sección de salud y belleza, más específicamente: manicura. Ya harta de estas estupideces que me aparecen en el buscador, llevo el cursor al cuadrito rojo con la X para cerrar la ventana, cuando sin querer, muevo la bolita del mouse y se rebela otro link de una página. “Gen de Licantropía, Síntomas: Ojos amarillos, incisivos monumentales… Uñas largas…” Bueno, esto es algo… ¿no? Le doy click al link inferior y una nueva pestaña se abre, imágenes de mitología griega, romana, egipcia, arcaica y muchas otras se digitalizaron en la pantalla. Las cuales mostraban gente muy –MUY- peluda, con garras, colmillos y ojos grandes y desorbitados. También aparecen de la nada párrafos, describiendo actos de ocultismo y brujería – ¿QUE MIERDA?–, cierro inmediatamente la página y apago mi computadora. Comencé buscando una respuesta lógica a mis uñas largas, y termine leyendo como masacrar a un pavo para ahuyentar a las mujeres de tu hombre. Suerte la mía. ƒ – Entonces… ¿Qué harás el próximo fin de semana? –Enredo mis dedos él en cable del teléfono mientras veo un nuevo episodio de CSI. – ¿Lex?... ¿Hola…? Estoy escuchando tu respiración, respóndeme... ALEXIA GARCÍA RESPONDEME EN ESTE INSTANTE. – Doy un respingo a causa de la repentina gritería al otro lado de la línea. – Perdón Fab, pero acaban de dar el perfil del asesino. – ¿CSI? – Si… – Mis labios moldean una sonrisa en mi rostro. – El CSI de los laboratorios esta de un bueno… – ¿Hodges…? – ¡No! ¡Ese esta canoso! Me refiero al otro, el que hace buena pareja con la rubia… Morgan creo que se llama ella… – Ah, Greg… Él se encarga de los análisis genéticos, y por ende, es mío. – ¡Lex! Tu siempre te quedas a los mejores… ¡No es justo! – ¿Enserio quieres discutir eso conmigo? ¿Cuándo sabes que nunca me vas a hacer cambiar de opinión? – Como sea… De todas maneras, quería saber si harás algo el próximo fin de semana… – No, nada. Mi vida es un vórtice oscuro y sin fin de aburrimiento, ¿Por qué? –Escucho una risita controlada al otro lado de la línea. – Pues digamos que cierto chico, Luis Naves, me invitó a su fiesta de navidad en su casa, y me dijo que podía llevar a alguien conmigo… – ¿Y entonces me estas preguntando para considerar posibles citas para esa fiesta…? – ¡No, animala de las cavernas! Quiero que vengas conmigo. – Fab, sabes muy bien lo que opina mi madre de las fiestas y no creo que… – Ya hable con ella, y dijo que sí. –Despego el teléfono de mi oído y lo observo por un momento, tratando de procesar aquellas palabras que acababa de escuchar, y encontrarles sentido. – ¿Co-cómo es eso… posible? –Regreso el teléfono a mi odio. – El poder del convencimiento a lo Fabiana Stacy querida, ¿Impactada? – Demasiado. – Bien, entonces te espero este sábado en mi casa, para decidir que usaras. ¡Nos vemos! –Suena el típico pitido que indica que la llamada ha finalizado, cuelgo de mi lado de la línea y coloco el teléfono en su base. ¿Qué demonios acaba de pasar?
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