Cuando llego al cementerio percibo un ambiente desolador y es que al hacer memoria, recuerdo que, por lo general, nadie visita este lugar, a menos que sea el festival de la cosecha, la única fecha del año en que se recuerda las almas de los muertos y se les ofrece oraciones que elevábamos al cielo en una pequeña lata con una vela y un globo hecho de papel como un mensaje a los que han partido con el fin de hacerle saber, de alguna forma, que aun los recordamos.
Camino lentamente entre las tumbas, buscando la ubicación del lugar donde descansan los restos de mis padres, quizás ese lugar, es el único que sí ha sufrido cambios radicales, después de todo hace más de un año que no lo visito. Hay más lápidas, todas nuevas, lo cual es un poco extraño, sabiendo que no todos en el pueblo pueden permitirse un lujo como ese
Sigo mi camino, buscando entre los muertos, el nombre de mi padre y justo en un rincón abandonado, donde la hierba crece sin control veo un par de tumbas que la maleza se ha encargado de hacerlas desaparecer en su espesura, me acerco y conforme avanzo reconozco el tipo de letra que mi padre utilizo para grabar en la piedra el nombre de mi madre «Trisha Sarah Cornell» él no quiso grabar junto a su nombre su propio apellido porque no se sintió suficientemente digno de hacerlo, no cuando debido a su bronquitis él no pudo enlistarse para ir a la guerra y mi madre tuvo que tomar su lugar.
Al mirar la otra tumba únicamente veo el letrero de madera que colgaba en la oficina de mi padre para indicarle a todo aquel que necesitara redactar un texto que en ese lugar se encontraba un letrado. Supongo que no hay nadie en el pueblo que tenga la capacidad de escribir en una lápida como él lo hacía, aunque tal vez se deba al costo que significa grabar en piedra un nombre tan largo como el de mi padre, así que simplemente le colocaron aquel letrero con el que lo identificaban.
Me dedico a quitar la hierba y la maleza que desea borrar el único rastro de la existencia de mis padres, por supuesto que, sin las herramientas adecuadas, solo logro arrancar unas cuantas de raíz, pero las demás seguro que crecerán con el tiempo.
Finalmente, cuando termino, me arrodillo frente a la tumba de mis padres, no tengo el valor para mirar la tumba de mi padre, así que contemplo el nombre en letra cursiva de mi madre.
—Perdóname—las lágrimas afloran—te dije que cuidaría a mi padre por ti, que le prepararía el té que tanto le gustaba como si hubiera sido preparado con tus propias manos, hice todo como tú lo hubieras hecho, de esa forma él no notaria tu ausencia, pero falle, no pude cuidarlo como tú lo hubieras hecho y murió por mi culpa.
Me llevo las manos al rostro intentando ocultar mi vergüenza de la tumba de mi madre, no obstante, algo dentro de mí me dice que es inútil sentirse así, mi mamá no me hubiese juzgado por lo que paso, ella hubiese exigido justicia para mí y mi padre, a diferencia de mí ella no se hubiera quedado callada, ella hubiera luchado sin descanso.
Retiro mis manos y miro mis lágrimas, he llorado muchas otras veces en prisión, pero ninguna de esas lágrimas que derrame fue por el dolor de perder a mi padre, sino por el daño físico que me causaron esos malditos Grifas, no obstante, en este momento finalmente puedo desahogarme e incluso gritar porque mi cuerpo así lo desea. Cuando tengo la fuerza y el valor para ver el lugar donde reposan los restos de mi amado padre, solo pronuncio la única palabra que mis labios emiten sin darle una explicación.
—Perdóname—digo con las mejillas empapadas y los parpados entumecidos de tanto lloriqueo.
Me gustaría decir más, agradecerle por dar su vida por mí, pero entonces escucho un par de voces que se aproximan.
—Ey, mira—dice un hombre de voz aguda—hay alguien frente a la tumba del letrado.
—Debe ser una mirona que solo viene a molestar a los muertos. Desde que esa mujer murió asesinada por la hija del letrado, el pueblo es conocido únicamente por ese asesinato—dice otro sujeto de voz grave.
—¿Y si es la hija del letrado?—sugiere el de la voz aguda—nadie viene arreglar la tumba de ese hombre. ¿Por qué precisamente hoy?
—No seas imbécil, a estas alturas esa loca ya debe estar muerta. No habría forma de que el rey le perdonara la vida por lo que hizo, mato a su única amante.
—Quizás tengas razón, solo debe estar aquí como todos los fuereños que vienen al pueblo.
Los hombres se alejan hacia una zona más vistosa, llevan palas y baldes, imagino que deben ser los de los servicios funerarios y aunque en realidad no debería importarme lo que digan, temo que lleguen a reconocerme y de esa forma comiencen a humillarme por aquel incidente o peor aún, que esparzan la noticia de que he vuelto al pueblo. Siempre consideré este sitio mi hogar, aunque la verdad trataba de ignorar el hecho de que la gente, en especial la que guardaba mucha envidia, era metiche e indiscreta. Para mí nunca fue un problema, pero para papá era todo lo contrario, él quería evitar que me acostumbrara y me acoplara a las costumbres y la mala educación de la gente de este sitio, por eso deseaba que yo saliera de este lugar y buscara un mejor futuro para mí. Ahora lo entiendo.
—Debo irme—le digo a mi padre limpiando mis lágrimas—te vendré a ver pronto. Por favor, donde quiera que estés, ayúdame a encontrar a Stefan.
Luego miro la tumba de mi madre y toco la tierra que me separa de ella.
—Cuida de papá, nos veremos pronto. Por favor cuídenme.
Me levanto de mi sitio, me sacudo el vestido harapiento que llevo puesto y el cual ya se ha llenado de tierra para luego partir de ahí.