—¿Alguien como tú conoce a un noble que pueda ofrecerme?—toma un gran trago de su copa y luego ríe entretenido, quizás todo lo que digo es un chiste para él, pero para mí es todo lo contrario.
—¿Que te ayude simplemente porque sí?—su tono irónico comienza a irritarme—claro que no, pero que me deban un favor a mí, por supuesto que sí.
—¿Cuándo se ofrecen los obsequios?—mi mente comienza a maquinar un plan, una idea perversa que deseo emplear en este instante, pero desgraciadamente tengo las manos atadas, sin la ayuda de Denua, todo lo que se está formulando en mi cabeza no tiene ningún sentido.
Alguien llama a la puerta, Denua la mira por un instante y sonríe satisfecho.
—El trabajo me llama, pero ya que me has entretenido bastante, responderé a esa pregunta. Solo hay dos ocasiones, solsticio de invierno y la fecha más cercana, el cumpleaños del rey—responde aproximandose a mí—ahora vete, tengo clientas que atender.
Me empuja con la intención de hacerme salir, pero yo no puedo irme, no cuando he confirmado que él puede ayudarme a entrar y no solo eso, él puede hacer que el rey me eligiera.
—Espera—digo en un intento de persuadirlo, me alejo de su agarre y lo miro fijamente, mostrándome confiada—tú no tienes nada que perder si me das una oportunidad.
—Te equivocas, querida, Perderé mi dignidad—vuelve a burlarse.
—¿Más de lo que ya la has perdido?—le escupo—ibas a diseñar para una dama distinguida y terminaste confeccionando ropa para prostitutas ¿A una persona así se le puede llamar diseñador de alta costura?
—¡Lárgate!—me grita enfadado, no he dicho más que la verdad, me encanta poder regresarle un poco del mismo veneno que él me ha estado arrojando desde el mismo instante en que entre—una maldita campesina como tú no va a venir a mi casa a humillarme.
—Te propongo un trato que no podrás ignorar—le expresó, cambio mi tono de voz por algo más sensual, aunque tal vez lo estoy desperdiciando con él, por como está vestido, seguramente no le atrae un cuerpo femenino, aprendí de ello en la prisión—te daré todo el dinero que llevo conmigo, casi una corona.
Arrojo las monedas al piso, cerca de sus pies y él cuenta todo solo con la mirada, le sorprende saber que estoy hablando con la verdad y no solo eso, estoy hablando en serio. Se cruza de brazos y aunque no dice nada más, supongo que está dispuesto a escucharme, ya que hace caso omiso al llamado de la puerta.
—Ayúdame a ser una dama distinguida, a vestirme bien y entrar en el palacio. Si el rey me elige te nombraré mi diseñador personal y aun si no lo hace te daré la remuneración económica que el palacio me otorgue, piénsalo, no tienes nada que perder
—Es una locura—dice, su voz tiene algo de ironía, pero al mismo tiempo nerviosismo.
—Si deseas seguir desperdiciando tu talento en prostitutas, entonces hazlo, pero mañana cuando me vaya no volveré.
—¿Por qué crees que el rey te elegiría?—cuestiona, esta vez parece que me está tomando en serio.
—Lo hará y cuando sea su amante...—me detengo, no puedo continuar porque el terminar esa frase significaba revelarle lo que planeo hacer con su maldito rey.
«Le arrancaré la única forma de concebir con los dientes»
Un nuevo golpeteo rompe el silencio sepulcral que se ha creado entre los dos, Denua desvía la mirada un segundo, quizás buscando el origen del aquel incesante sonido, pero luego de un breve instante, su mirada vuelve a escudriñarme con recelo, es obvio, no confía en mí, ni siquiera me conoce.
Su mirada no se detiene en mí, mira las monedas con cierta curiosidad, su mano se eleva hasta su mentón como si estuviera reflexionando la posibilidad, esa acción me da esperanzas, no obstante, enseguida suelta una carcajada.
— ¿Me ayudarás? — me atrevo a preguntar intentando mantenerme firme y confiada, aunque realmente me siento inquieta ante un inminente rechazo, él parece ser mi única opción de entrar al palacio.
—Levanta las monedas —ordena con cierta hostilidad pasando a un lado mío dirigiéndose hacia la puerta, quizás para atender aquellas mujeres que esperan por él. Entiendo en ese instante que ha sido lo más cortes posible al rechazarme de esa forma, quizás por dignidad. ¿Cómo es que pensé que él aceptaría mi ofrecimiento?
Me agacho sobre el suelo con lentitud mientras mis ojos comienzan a nublarse en lágrimas, tomo moneda por moneda, pero cada que tomo una, una lágrima cae al suelo. Estoy furiosa por no tener la oportunidad siquiera de acercarme al rey. Comienzo a pensar que tal vez el destino se interpondrá en mis planes para proteger a ese hombre y por esa razón escurren lágrimas silenciosas de mis mejillas hacia el suelo, pensar que mi padre no tendrá una venganza justa, me duele en el alma.
—Pero miren a quien tenemos aquí—expresa Denua con emoción al abrir la puerta, me quedo inmóvil y miro de reojo para observar la única salida del lugar, de algún modo debo salir de ahí con dignidad y por supuesto aprovechar la presencia de esas mujeres para lograr irme sin que nadie note que he derramado lágrimas de odio y desprecio.
—Vaya, hasta que te dignas abrir. ¿Quién te crees que eres para dejarnos esperando tanto tiempo?—le recrimina una joven esbelta que luce un vestido verde con un escote pronunciado y una abertura larga sobre la falda que deja ver la piel de su pierna, el corsé apretado hasta más no poder para lograr lucir un pecho voluminoso y un colorete espantoso sobre las mejillas, sin olvidar por supuesto la imitación de lunar próximo a los labios—pierdo clientes por estar aquí parada, así que más te vale que el vestido que me prometiste este listo o no tendrás para comer esta semana.
—No te preocupes mi cielo, ya no tendrás que esperar más tiempo porque les tengo excelentes noticias. ¡Ya no confeccionaré ni una sola prenda para ustedes!—anuncia extasiado. Sus palabras me hacen voltear por completo porque, al igual que ellas, no entiendo por qué razón ha hecho tal cosa ¿Acaso ha aceptado mi propuesta?
—¿Pero qué mierda estás diciendo? ¡Hicimos un trato!
—Soy un diseñador de alta costura, digno de realizar prendas para la realeza, no para vulgares mujeres indecentes—manifiesta azotando la puerta contra su rostro.
Denua da media vuelta manteniendo su sonrisa, camina a zancadas y al estar frente a mí extiende la mano.