—Disculpa—le digo a la joven que atiende la barra—¿Sabes de algún trabajo bien remunerado en Vultur o la ciudad real?
—Hay muchos empleos, pero no muy bien pagados, los mejores son de sirvienta, pero ya sea en el palacio o con una familia noble, debes tener un entrenamiento previo, pero tarda dos años y una vez adentro debes hacerte cargo de tus propios gastos.
Descarto la opción, no puedo entrar siendo una sirvienta común y, ya que es un palacio, supongo que no será sencillo entrar a hurtadillas y fingir que soy una sirvienta, solo me queda intentar algo cuando el rey este fuera del palacio, quizás un desfile o algo parecido.
—Pero Denua puede saber más al respecto, él es un diseñador de modas o al menos lo era, estuvo a punto de entrar al palacio para confeccionar vestidos para la amante del rey, pero ya que murió cancelaron su contrato. Él vive en el segundo piso, solo que ahora le vende sus diseños a las prostitutas de la zona, perdió todo su prestigio por intentar ser el diseñador de una mujer que nadie quería en el palacio—interrumpe mis pensamientos, incluso intuyo que sus últimas palabras las está diciendo para burlarse de él.
—¿Podría verlo ahora?
—Supongo que sí, pero apresúrate, es la hora en que suelen llegar las prostitutas.
La joven me indica el camino al segundo piso y al subir las escaleras me detengo a pensar que es exactamente lo que le diré. Toco la puerta varias veces, pero no responde, así que trato de abrir y efectivamente la puerta no tiene seguro.
—¿Señor Denua?—digo para anunciar mi presencia—¿Señor Denua?
Hay telas por todas partes, de diferentes grosores, texturas, tamaños y colores, aunque hay telas vistosas y de colores alegres, también se encuentran telas oscuras que se suelen usar en funerales, pero son mucho más llamativas al ojo.
—Señor Denua—vuelvo a pronunciar, esta vez escucho un par de pasos. Un joven alto y delgado, hace acto de presencia.
Está medio desnudo o eso me parece, lleva puesto un pantalón rojo oscuro y una camisa semitransparente que dejaba ver todo el dorso de su cuerpo, lleva una capa larga roja con detalles negros y una copa en su mano derecha, parece estar medio ebrio.
Su cabello me recuerda mucho al de Savile, es rubio casi blanco y lo tiene peinado hacia arriba como las pelucas que se suelen usar cien años atrás. Su cara está pintada con un polvo blanco, tiene maquillaje en sus mejillas que le dan el aspecto de tenerlas ruborizadas y una pequeña marca roja en forma de corazón en sus labios.
Me mira como todo el mundo lo hace últimamente, parece asqueado de mi presencia y lo sé porque encorva los labios y alza una de sus cejas.
—Si eres una prostituta y quieres un vestido primero debes pagar si quieres que corte una de mis finas telas para ti—alude suponiendo que yo soy una de las chicas que suelen visitarlo a esta hora.
—No soy una prostituta—expreso ofendida.
—¿Ah no?—me parece que se está burlando—pues lo pareces.
No quiero enojarme, al menos no con él, diga lo que diga, quizás él puede tener una solución para que pueda entrar al palacio.
—La chica de la taberna me comento que eras diseñador...
—Si lo soy—dice presumido.
—Y que tuviste la oportunidad de trabajar en el palacio, pero una vez que murió la amante del rey fuiste destituido ¿Verdad?
—¿Acaso esa niña estúpida le cuenta mi vida a todo el que entra en esa sucia taberna?
—¿Es verdad?—insisto.
—Sí, es verdad, yo iba a trabajar para la hermosa Savile, pero esa bruja la mato, si no hubiera sido por la reina, en estos momentos no estaría aquí, sino disfrutando de los banquetes del palacio.
—¿La reina ordeno su muerte?—expreso perpleja.
—Eso supongo.
—¿Y por qué lo supones?
—Por favor, cualquiera con ojos se da cuenta de que la reina siente celos de Savile, aunque quizás también pudo ser alguien más, Savile era muy envidiada en el palacio—se cruza de brazos, inmerso en el tema, luego levanta la mirada y vuelve a fruncir el ceño—¿Que es lo que quieres?
—Me dijeron que probablemente tú sabrías el modo de que yo pueda entrar al palacio.
Denua suelta una carcajada burlándose descaradamente de lo que acabo de decir.
—Todo el mundo sabe que las sirvientas necesitan entrenarse antes de entrar al palacio, pero como luces dudo siquiera que te dejen entrar al entrenamiento.
—No quiero ser una sirvienta.
—¿Entonces?—escucho nuevamente ese tono de burla—si no quieres ser sirvienta, la única forma en que una mujer como tú, sin un título, ni educación, pueda entrar y salir del palacio a su antojo, son la reina y sus damas, además de las amantes del rey, pero después de lo que le paso a Savile, el rey no ha aceptado a nadie más en su cama.
Me quedo en silencio considerando la idea, ser la amante del rey da asco, no podría acercarme a él sin sentir náuseas, pero tal vez tener ese título tenga sus beneficios, como estar a solas y cortarle el cuello, apuñalarlo cuantas veces desee y bañarme en su sangre, la idea suena fenomenal.
—¿Cómo puedo?
—¿Cómo puedes qué?
—¿Cómo puedo llegar a convertirme en la amante del rey?
Denua vuelve a reírse, pero lo hace como solo una hiena lo haría, rodeando a su presa.
—No seas tonta—me dice—la única forma en que alguien como tú logre acercarse al rey, únicamente sería si alguien de la nobleza te debiera un favor y dudo mucho que ese sea el caso.
—¿A qué te refieres con favor?
—Por supuesto, alguien como tú no conoce nada de protocolos y etiqueta—se burla. Sus palabras, aunque no son directas, duelen bastante, es esa forma de burlarse lo que lastima—los nobles suelen obsequiarle al rey a sus propias hijas o alguna mujer joven con quien compartan lazos sanguíneos, aunque el rey no las elija como amantes, el hecho de ofrecer su virginidad es motivo de honor y también de retribución. Los padres o ellas mismas reciben una cuantiosa fortuna solo por ser candidatas, si no logran seducir al rey en sesenta días simplemente se van, pero tu problema en este caso es que no hay y no habrá un noble que se arriesgue a ofrecerte como obsequio.