Mi Ángel protector

Ojalá hubiera podido seguir con mi aburrida vida, monótona y tranquila, pero siempre dicen que queremos lo que no tenemos, hasta que un día cambia todo y ya nada volverá a ser como era. Suena el despertador como cada mañana a las seis en punto. El ruido que hace me molesta aunque me gusta despertarme antes incluso que la ciudad. Me visto sin prestar demasiada atención, bajo las escaleras con un único pensamiento en la cabeza, tomarme un buen café. Mientras bajo las escaleras me doy cuenta de lo desgastada que está la barandilla y de la falta que le haría un arreglo. Entro en la cocina que, aunque es bastante amplia nunca me gustó, quizás por el color de las paredes que podría confundirse con suciedad o por los muebles de madera que tiene las esquinas desgastadas, pero desde que vine a vivir aquí, no me gusta, no me siento cómoda, como si no fuera mi sitio. Me tomo el café mientras miro a ninguna parte y solo se puede sentir el silencio y la rutina. Conduzco como cada mañana, paso tres semáforos y giro hacia la izquierda, después de la rotonda me desvío hacia la izquierda y diez minutos más tarde justo al lado del parque al que tanto me gusta ir, entro en el colegio, allí doy clases de matemáticas, todo un desafío si quieres enseñar a adolescentes y tienes veintiséis años, la experiencia me dice que no te toman muy en serio. Recorro los largos pasillos intentando recordar que aula tocaba hoy, las paredes están llenas de cartulinas con trabajos y grandes mapas que muestran los distintos continentes, las taquillas son un desastre, llenas de pintadas y de chavales hablando de cosas a las que ni presto atención. Saco la agenda buscando donde apunté mi horario, tras pasar la mitad de las hojas por fin lo encuentro, aula treinta y uno. - Perfecto Daphne, la mejor clase... - Una mueca de disgusto se apodera de mi cara sin poder evitarlo. -Buenos días,,, chicos! ¿Habéis hecho los ejercicios que mandé ayer?- Se escucha un pequeño murmullo que me hace sospechar que no los han hecho y una vez más tendremos que hacerlos en clase. El día pasa con la misma rutina de siempre. Suena el timbre y voy al restaurante donde he quedado para comer con Caty como hacemos todos los miércoles, por suerte solo tengo que andar un par de minutos por una calle en la que no hay mucha gente, una mujer que parece estar comprando pescado, ya que la veo salir de la pescadería y un hombre con un maletín. Desde lejos la veo sentada en la mesa, esperándome. Caty y yo somos amigas desde el colegio y aunque después cada una eligió un camino diferente hemos seguido manteniendo el contacto. - Buenas guapa ¿llevas mucho esperando?-. Pregunto mientras se me dibuja una sonrisa - Solo un par de minutos, ya he pedido las bebidas - Perfecto, gracias. ¿Cómo te ha ido el día? - Pues ya sabes, en el supermercado, mucha gente, muchos chismes - me guiña un ojo. El camarero llega con las bebidas y poco después de decirle lo que hemos decidido comer, aparece con los platos. Este es uno de los motivos por los que me encanta este restaurante, atienden bien y es bastante rápido, sin olvidar la comida que está riquísima. -¿Vas a ir?-. Pregunta mi amiga. -¿Qué? Perdona, estaba pensando en otras cosas-.me disculpo y pongo la cara que sé que puede hacer que sea indulgente conmigo. -Te preguntaba que si ibas a ir al cine hoy a ver la película, tiene una crítica muy buena, a mí me encantó, seguro que te gusta. -No lo sé, es miércoles.. Hoy tenía pensado cenar algo ligero e irme temprano a la cama - soy una aburrida, no puedo evitarlo. Mi vida es monótona, casi siempre hago lo mismo, en los mismos horarios y con las mismas personas. - Daphne, No te va a pasar nada si un día no sigues tanto las normas ¿sabes?-. Pone cara de enfado - Perdona, solo digo que quizás sea bueno que salgas un poco. Odio cuando me sermonea sobre lo divertida que sería la vida si hiciera lo que quiero cuando quiero sin pensar en las responsabilidades. No gracias. - Vale, intentaré ir, te lo prometo- Levanto la palma hacia arriba para darle más solemnidad a la vez que me río. Llego a casa dispuesta a puntuar los trabajos que me han entregado hoy en clase los chicos/as, después de mirar algunos por encima decido que no tengo ganas y los aparto un poco de la mesa, de forma que no quede dentro de mi campo de visión, así no me sentiré culpable. La ventana está justo frente a mí y puedo ver como el viento mueve las hojas de los árboles que ya empiezan a perder su color verdoso dando paso al amarillo premonitorio del otoño, mi estación favorita, la que hace que me pierda en pensamientos y deseos. Decido hacer algo que no haría normalmente, hacer caso a Caty, me pongo el abrigo y salgo por la puerta con la sensación de que hoy es un día distinto, rompo con mi rutina y mi trabajo para ir al cine, no puedo evitar sentir un cosquilleo en el estómago. Estoy frente al coche, abro la puerta, me siento y justo cuando lo arranco pienso que es un buen momento para ir dando un paseo. La acera desgastada por el continuo flujo de personas, árboles a ambos lados que suenan al ritmo del aire, cojo el móvil y llamo a Caty - Hola Caty! ¿Adivina donde estoy? - déjame pensar.... ¿Cenando, durmiendo, leyendo? Quizás siendo igual de aburrida que siempre ja ja - Pues no, estoy dando un paseo y haciéndote caso, voy a ver esa película con tan buenas críticas-. Espero que haya pillado en mi tono de voz la ironía que he intentado transmitir. -¡Muy bien pequeño saltamontes! Diviértete, ya me contarás que te parece. - Seguro que es buenísima, como todas las que me recomiendas-. Intento que suene gracioso,, pero en el último momento me arrepiento y le suelto - muchas gracias Caty por todo, te dejo que ya estoy llegando. Me acerco a la taquilla intentando pasar desapercibida, odio ir sola al cine. Cojo la entrada mientras avanzo con la intención de encontrar mi fila a la primera, aunque sé que es un trabajo difícil avanzar a oscuras. -Por favor, apaguen sus teléfonos móviles y disfruten de la película-. Suena en la gran pantalla que tengo frente a mí, busco el móvil que tengo tirado por algún lugar del bolso, encuentro un paquete de clínex, un bolígrafo, mientras los anuncios dan paso al comienzo de la película y empiezo a ponerme nerviosa, por fin lo encuentro y apago lo más deprisa que puedo. Me acomodo en el asiento con la intención de disfrutar de este momento de tranquilidad. Me fijo en los grandes techos y las paredes que antes eran un teatro. Una maravilla. Hay una gran lámpara de araña que cuelga y que ahora solo sirve de adorno, una punzada de nostalgia se apodera de mí. En la calle hace un frío que te renueva, espabila y hace que quiera seguir paseando un rato más. Paseo sin rumbo fijo rememorando los mejores momentos, Caty tenía razón, me iba a gustar. Un callejón del cual no veo el final aparece frente a mis ojos, miro hacia atrás,, pero está igual de oscuro, debo de llevar bastante rato andando sin rumbo, las paredes tienen pintadas ya medio borradas, un olor acre irrumpe en mi nariz y las pequeñas lamparillas hace mucho tiempo que no tienen bombillas. -Venga, Daphne, no digas que tienes miedo a una simple calle-. Avanzo no muy segura. A unos cien metros aparece una calle bien iluminada -Bien, he sobrevivido a esta calle oscura -. Justo después de pensarlo me siento un poco ridícula, solo un poco. Una figura borrosa avanza hacia mí, zigzaguea mientras hace pequeños ruidos que no logro identificar. - Seguro que solo es un borracho-. Pienso mientras intento tranquilizarme. El hombre sigue avanzando en mi dirección y yo estoy petrificada, tengo los pies clavados al suelo. Después de hacer un gran esfuerzo logro poner un pie delante de otro y por fin consigo avanzar. Estamos a menos de diez metros y me cuesta un infierno acompasar mi respiración con los latidos del corazón. Este es uno d ellos motivos por el que me gusta la rutina. Tengo delante de mí un hombre con un abrigo que antaño bien podría haber sigo marrón, pero que hoy día ni se le parece , lleva guantes negros de cuero, al fijarme bien veo que están en perfectas condiciones. Su forma de andar que a lo lejos parecía irregular ahora solo parece fingida, ya que sus ojos miran los míos sin pestañear siquiera. Cuando lo tengo justo delante de mí le lanzó un pequeño saludo. - Hola- en forma de susurro y acelerando el paso para salir de ahí lo antes posible. - Vete-, contesta el hombre con un gruñido. Corro lo más rápido posible sin mirar atrás.