Tensión en la Oficina

854 Words
Capítulo 2 Al día siguiente, Elena Gilbert no podía concentrarse en nada más que en el beso accidental que había compartido con su jefe, Christopher Collins, en el ascensor. Había intentado, en vano, mantener la calma durante toda la mañana mientras trabajaba en informes y correos electrónicos, pero su mente seguía volviendo al momento en que sus labios se habían rozado. —Elena, ¿Estás bien? —preguntó Sarah, su compañera de cubículo, mirándola con preocupación. —Sí, estoy bien. Solo un poco distraída hoy —respondió Elena con una sonrisa forzada. Sarah frunció el ceño. —¿Sucedió algo? ¿Otra vez problemas con el Sr. Collins? Elena negó con la cabeza rápidamente. —No, no, todo está bien. Solo… un día agitado, ya sabes. Sarah no pareció convencida, pero dejó el tema por ahora y volvió a su propio trabajo. Elena se concentró de nuevo en la pantalla de su computadora, tratando de poner orden en sus pensamientos. No podía dejar de pensar en la sensación de los labios de Christopher contra los suyos, en la forma en que la había sostenido contra su pecho. No había sido un simple accidente; había sentido la electricidad entre ellos De repente, la puerta de su cubículo se abrió abruptamente y ella saltó en su asiento. —¿Se puede saber qué fue eso? —preguntó Christopher con voz fría, mirándola fijamente. Elena se enderezó rápidamente en su silla, sintiendo el calor subir por su cuello. —L-lo siento, ¿qué fue qué? Christopher cruzó los brazos sobre su pecho, una ceja levantada. —Estás distraída. Hace una hora que te envié el informe del cliente Johnson y todavía no has hecho los cambios que te pedí Elena se mordió el labio inferior, culpándose por no haber estado atenta. ¿Cómo era posible que se le hubiera olvidado algo tan importante?—Lo siento, Sr. Collins. Lo haré de inmediato. Él la miró durante un momento más antes de dar media vuelta y alejarse. Elena dejó escapar un suspiro y comenzó a corregir el informe, pero su mente seguía divagando. Estuvo trabajando durante casi tres horas, las mismas que se volvieron un martirio. El resto del día transcurrió en una neblina de pensamientos y emociones confusas. Se sentía como si estuviera atrapada en un torbellino, y Christopher Collins era el epicentro de todo. Al final del día, cuando estaba recogiendo sus cosas para irse, Sarah se acercó a ella con una mirada de curiosidad. —Oye, ¿pasó algo con el Sr. Collins hoy? Parecías bastante nerviosa cuando salió de tu cubículo. Elena sacudió la cabeza, tratando de parecer indiferente. —No, nada en absoluto. Solo tuvimos… una reunión inesperada. Sarah la observó durante un momento más antes de asentir lentamente. —Bueno, si necesitas hablar de algo, ya sabes dónde encontrarme. Elena frunció el ceño, sabía exactamente lo que Sarah estaba pensando, el Sr. Collins solía salir con muchas mujeres, era un hombre muy coqueto aunque si se ponía a pensar era muy estricto en su trabajo y nunca le habían descubierto un amorío con algunas de las empleadas de la oficina, aunque alguna que otra tuviera la esperanza de que él las volteara a ver con otro interés aparte del laboral. Elena agradeció a su amiga y salió apresuradamente de la oficina antes de que pudiera hacer más preguntas. Mientras caminaba hacia la parada del autobús, sacó su teléfono y revisó los mensajes. Había uno nuevo de Christopher Collins. Abrió los ojos por completo del asombro, eran contadas las ocasiones en las que recibía mensajes de su jefe fuera del horario laboral. Elena, necesito que te reúnas conmigo en mi oficina mañana a las 9:00 am. Tenemos que discutir algunos proyectos urgentes. Elena suspiró y guardó el teléfono en su bolso. No podía evitar preguntarse si él también estaba pensando en el beso. O si simplemente lo había borrado de su mente y seguía adelante, como siempre. Seguro que sí. Mañana sería otro día en la oficina, y tendría que enfrentarse a Christopher Collins una vez más. No sabía qué esperar, pero una cosa era segura: las cosas ya no serían las mismas entre ellos. Durante la tarde al cocinar la cena, Elena sopeso la posibilidad de renunciar a su trabajo, tal vez era la mejor decisión así ya no tendría que ver a su jefe todos los días. Elena marcó un número de teléfono. —Mamá, ¿Cómo estás? Al otro lado del teléfono escucho una sonrisa. —Hola cariño, ¿Cómo estás? ¿Cómo ha ido tu día? Elena hizo un puchero, aún faltaban algunas semanas para ir a visitar a sus padres. Los extrañaba mucho. —He estado pensando en algo mamá, no me ha ido muy bien en el trabajo, mi jefe es… bueno… gruñón… Su mamá río al otro lado de la línea. —Hijita, no me digas que porque tienes un jefe gruñón te darás por vencida, tú puedes yo confío en ti, eres fuerte y valiente Elena. —Gracias mamá… los extraño. —Nosotros a ti, te mandamos un abrazo, te amo. —Te amo mamá…
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