Tiemblo como un papel en medio de un huracán mientras me dirijo al vestuario. Me dejé llenar la cabeza por mis amigos, que insistían en que tengo que darle una oportunidad al nene. La verdad es que me mata la curiosidad y también tengo que admitir que una parte de mi cuerpo quiere un poco de acción. Espero cinco minutos antes de tocar la puerta del lugar en el que supuestamente me está esperando Alejandro solo para asegurarme de que todo esté vacío y ya no haya nadie que pueda verme infiltrándome en el vestuario de los hombres. Estoy a punto de golpear los nudillos contra la madera hasta que se abre de golpe y el actor aparece esbozando una sonrisa divertida. —Por un momento pensé que no ibas a venir —dice—. Así que agradezco que me hayas dado la oportunidad. —Me hace un gesto para que

