Despierto enredada entre las sábanas y las piernas de Alejandro. Su brazo derecho rodea mi cintura, lo que me inmoviliza bastante, y teniendo en cuenta que la cama es de una plaza, su cuerpo está tan pegado al mío que pareciera que nos vamos a convertir una sola persona. Me dan escalofríos de solo pensarlo. De todos modos, el hecho de que me duela todo no es solo por la posición incómoda en la que tuve que dormir, sino que el nene de verdad se esmeró en seguir enseñándome cosas y yo no podía quejarme, debo admitir que me cerró la boca. Trato de despegarme de él con lentitud, debe tener el sueño bastante pesado, ya que ni siquiera se inmuta cuando ruedo hasta el piso y hago un ruido terrible. Chasqueo la lengua y busco algo de ropa para ponerme. Me encierro en el baño con el teléfono en

