Capítulo 3

1504 Words
Rocío   No podía creer lo que acababa de suceder. Muchas veces, desde que Camilo llegó, mi hermano me había dicho para ir a verle al entrenamiento. Muchas veces me tenté a hacerlo, pero me daba vergüenza. ¿Qué tal si se enteraba que mi cuarto está decorado con sus fotos y sus camisetas? ¿Qué tal si se enteraba que ha sido mi inspiración y que mientras todas mis amigas se la pasaban echando babas por David Beckham, yo miraba al joven y dulce francés que pronto maravillaría al mundo?   Llevaba días tratando de evitarlo, haciéndome la boba cuando iba a ver entrenar al equipo femenino, conteniendo a mi corazón, que palpitaba de tenerlo cerca… y de pronto estaba allí… corriendo con él, haciendo piruetas… viendo su hermosa sonrisa tan cerca…   No solo entrené con el primer equipo de Los Ángeles sino que lo hice con mi ídolo… le asistí en un gol y él hizo lo mismo conmigo. Quizás parte de lo que mostré fue para procurar, inconscientemente, llamar su atención… ¡aunque sé que es imposible! No soy el tipo de chica que le gusta, lo sé.   Cuando la niña gritó el apodo que llevo desde hace años, casi me muero. Vi su rostro y bueno… dicen que es un pedante… quizás sea verdad, porque enseguida me vino a preguntar el por qué… ¡¡y casi mato a mi hermano!! ¡¡Casi me delata!! Y no pude… le tuve que decir que era una locura de la niña, de esa niña con la que ahora me estaba tomando una foto, mientras él… mientras él hablaba con Javier y tomaba agua de aquella botella con esa manera tan… ¡sensual!… que solo él tiene.   No podía evitar sonrojarme con tantas felicitaciones… aunque sabía que algunas, tenían intenciones ocultas. O mejor dicho… ocultas a medias…   Rocío – ¿Qué te hace pensar que saldré contigo? (volteando a verle mientras íbamos por el túnel hacia los vestidores).   Jayden – Bueno… nos conocemos hace años… ¿no te gusto ni un poquito?   Rocío – No.   Jayden – Pero Ro... por favor…   Rocío – Jayden… ¡¡no te voy a ilusionar saliendo contigo para nada!!   Jayden – Pero si nos podemos divertir un rato, bonita… (tomando mi rostro e intentando besarme).   Rocío – (quitando su mano de encima y alejándome, molesta)… tus modos de divertirte, no coinciden con los míos.   Jayden – Estoy seguro que te puedo hacer cambiar de opinión (tomándome del brazo).   Rocío – ¡Suéltame! (Mirándolo seriamente).   Jayden – Estoy seguro de que no es lo que quieres…   Mateo – ¡Ya deja a mi hermana en paz! (Gritando desde la puerta mientras algunos de los chicos se asomaban detrás).   Jayden iba a decirle algo, pero al ver la cara de Javier, enojadísimo y a punto de cantarle algunas verdades, se fue, mientras mi hermano venía hacia mí.   Mateo – ¿Estás bien? (abrazándome).   Rocío – Si, no pasó nada. Ya sabes que siempre me molesta.   Mateo – Si, ya me las pagará.   Rocío – No quiero que tengas problemas, ¿vale? Yo me puedo defender sola.   Mateo – Aunque así sea, soy tu hermano mayor, ¡¡y si se te acerca me las paga!!   Rocío – (lo abracé). ¡¡Te amo, tonto!!   Javier – Perdón que interrumpa… ¡felicidades, capitana!   Rocío – ¡¡Gracias, capitán!! (sonriendo orgullosa).   Javier – ¿Vienes a comer con nosotros?   Rocío – Me gustaría, pero no puedo… tengo que ir a casa a terminar unas cosas con mamá.   Javier – Vale, otro día será. Es que con los chicos queríamos celebrarte a ti y a Peter.   Rocío – Gracias, pero no es necesario, (sonrojada) ya sabes que no me gustan esas cosas (caminando hacia el otro vestidor, donde me cambiaria yo).   Iba evadida, en mi mundo de colores, pensando en todo lo que había vivido ese día, cuando una mano me detuvo. No era una mano que conociera, pero por alguna extraña razón me produjo algo muy especial en ese mismo instante y me di cuenta que no se trataba del patán de Jayden, como momentos antes… mi cuerpo sintió que una corriente eléctrica como nunca había sentido antes, y mis ojos no creían lo que veían, cuando pude reaccionar y girar…   Rocío – ¡Cami… lo! ¿Qué haces aquí?   Estaba sorprendida y con mis ojos como platos, sin poder dejar de mirarlo. Traté de hacerlo, porque me daba vergüenza que pudiera descubrir que me gustaba… pero no pude… esa sonrisa que llevaba en su rostro y la tierna mirada que me dedicaba, me hacían mirarlo constantemente.   Camilo – Yo… vine a… felicitarte….   Rocío – Pero ya… ya lo… hiciste (casi no podía hablar).   Camilo – Si, bueno… pero yo… yo quería decirte que… ¡de verdad que eres excelente!… no… nunca había visto jugar así a…   Rocío – ¿A una chica?   Camilo – ¡A nadie! Una chilena en un entrenamiento… la velocidad que tienes… ¡¡es… impresionante!!   Bajé la cabeza, sonrojada. Si había algo que me llenaba más de emoción que todo lo sucedido aquel día, e incluso que haber podido jugar con mi ídolo, era que él estuviera ahí, parado frente a mí… mirándome de esa manera en que lo hacía y elogiándome, cuando todo eso debería estar sucediendo a la inversa.   Rocío – ¡Muchas gracias!   Camilo – ¿Vienes a comer con nosotros?   Rocío – Ah… no, no puedo, tengo cosas que hacer en casa.   Camilo – Ah, pero… es que organizamos la comida para ti y para Peter… (parecía apenado)   Rocío – Si, lo sé. Javier me lo dijo y les agradezco, pero tengo que ayudar a mi mamá con el trabajo (voltee para seguir mi vida, a fin de cuentas, no iba a importarle mi vida, ¿no?).   Camilo – ¿Trabajo? ¿A qué te dedicas?   Rocío – (Volteando, incrédula de que… ¿estuviera dirigiéndome la palabra?). Yo… bueno… mi mamá hace vestidos y… tengo que ayudarla con algunos.   Bajé mi rostro. No por vergüenza… es un trabajo más que digno… pero bueno… él y lo que pudiera pensar me incomodaban. Al fin y al cabo, soy una niña al lado de él y las “niñas” que frecuenta... no trabajan con sus padres.   Camilo – ¡Oh! ¡¡Que interesante!! ¿Y estudias diseño?   Rocío – No... Estudio Comunicación.   Camilo – Deportiva, me imagino… (Sonriendo de una manera que me dejó sin habla, otra vez)… supongo… (Al ver que no contestaba).   Rocío – Si… si (tratando de disimular que me tenía completamente tonta)… deportiva.   Camilo – ¡¡Genial!! ¡¡Así podrás entrevistarme!! (Sonriendo más aun).   Rocío – jaja… ¡¡no voy a torturarte de esa manera!!   Camilo – ¿Por qué? Ya puedo decir que jugué al lado de la mejor jugadora del mundo, luego podré decir que…   Rocío – (interrumpiéndola)… Camilo…   Camilo – Dime Cami… Camilo suena a “estoy enojada contigo”.   Rocío – (sonrojada)… ok… Cami… (Me moría por llamarlo así, pero me daba vergüenza. Aunque si lo pedía, haría el sacrificio). Para que me reciba falta mucho… ¡y no soy la mejor jugadora del mundo! Más bien eso lo digo yo que pude jugar contigo (sonrojada, otra vez).   Camilo – Jaja… pues la chica que yo vi en el campo recién era la mejor del mundo y si no vi mal, eras tú. Por lo otro, gracias… pero entendí que te gustaba David…   Rocío – Ehh… (Sin saber qué decir, solita había pisado el palito)… si, ¿por qué?   Camilo – No, que es raro que si te gusta Beckham digas que yo soy el mejor del mundo… (Con una mirada pícara).   Rocío – Si… bueno… una cosa no quita la otra, ¿no? (mirándolo fijamente y tratando de contenerme… si continuaba mirándome de la manera en que lo estaba haciendo… no sería responsable de mis actos). Son de distintas generaciones, de hecho él no juega hace rato.   Camilo – Jaja, ok como digas. No te interrumpo más...   Se acercó a mí... y me dio un beso en la mejilla. Mi corazón casi se me sale por la boca de la emoción. Tanto que cuando se fue, no pude ni moverme de esa pared en la que me había recostado apenas se dio la vuelta, por varios minutos, hasta que como pude me bajé de la nube camilesca para bañarme y cambiarme, dispuesta a ir a mi casa a trabajar un rato para alivianar el trabajo de mi madre.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD