Cassandra me mira con curiosidad y ya impaciente, a causa de mi mutismo y el habernos detenido tan abruptamente en nuestros besos y caricias.
Seguramente piensa que soy un idiota… y con razón.
—¿No crees que es un momento extraño como para hacer esto? — dice lo obvio y es que estoy casi arrepentido de haber sacado el tema a colación.
—Sí, pero no sabía qué más hacer — me muerdo la lengua, porque estoy seguro que me sacará a patadas de su vida, ahora sin retorno o derecho a pataleo. — ¿Sabes qué? Mejor olvídalo y ya.
—Luego dices que no eres bipolar — sonríe burlona, pero vuelve a ponerse seria al ver mi expresión.
—No, Cassandra — ella me mira, sus ojos verde-azules me queman con intensidad, traspasando mi alma. — Hablo en serio cuando digo que contigo, ningún momento es extraño, bue
