En los tiempos antiguos, los dioses griegos caminaban entre los mortales, ocultos a plena vista. Con sus poderes disminuidos y su apariencia mortal, se mezclaban con los humanos, influenciando sus destinos, sus amores y sus guerras. Aunque los mortales los adoraban, nunca pudieron comprender completamente el alcance de su divinidad. Hoy en día, esos dioses todavía existen, escondidos en las sombras, controlando el destino de los hombres desde sus tronos ocultos.
Jade era una joven de 23 años que irradiaba una elegancia natural y una curiosidad innata. Con su piel clara y cabello castaño siempre recogido en una coleta que dejaba al descubierto su rostro de rasgos delicados, sus ojos marrones brillaban con una mezcla de inteligencia e inocencia. Aunque estaba cursando una maestría en negocios, su verdadera pasión era la mitología griega. Después de las clases, solía refugiarse en una librería majestuosa del centro de la ciudad, un lugar que parecía salido de un cuento antiguo.
La librería era enorme, con estanterías de madera oscura que se elevaban hasta el techo, llenas de libros antiguos y modernos. Tenía altos ventanales con vitrales que dejaban entrar una luz suave y colorida, creando un ambiente mágico. Las escaleras de caracol de hierro forjado conectaban los diferentes niveles, y pequeños balcones internos ofrecían vistas impresionantes de los innumerables estantes. Grandes lámparas de araña colgaban del techo, bañando todo con una luz cálida y acogedora. En un rincón, había una sección de lectura con cómodos sillones de cuero y mesas de café de madera antigua, donde los clientes podían sentarse a leer y disfrutar del aroma a papel viejo y café recién hecho.
Un día, mientras Jade estaba absorta en un libro sobre mitología griega, sintió una presencia a su lado. Alzó la vista y se encontró con un hombre cuya belleza única la dejó anonadada. Era alto, de físico esculpido, con una presencia que demandaba atención y respeto. Sus ojos grises eran penetrantes, capaces de capturar la esencia de cualquiera que los mirara. Su cabello oscuro estaba siempre perfectamente peinado, y su rostro, de rasgos cincelados, emanaba una belleza casi irreal.
Vestido con un traje impecable, el hombre tenía un porte que revelaba su posición de poder. Jade sintió un leve rubor en sus mejillas cuando sus miradas se cruzaron. Fue un instante, pero ella supo que ese momento quedaría grabado en su memoria.
El hombre se acercó a la estantería donde Jade estaba y, con una voz profunda y melodiosa, le habló. "Perdona la interrupción, pero ¿podrías recomendarme un libro sobre mitología griega?"
Jade se giró, tratando de mantener la compostura. "Claro, tengo varios que podrían interesarte," respondió con una voz suave pero segura. Sacó un libro de la estantería y se lo entregó. "Este es uno de mis favoritos. Habla sobre los mitos menos conocidos, pero igual de fascinantes."
Alexander tomó el libro, sus dedos rozando los de ella brevemente. "Gracias. Me interesa especialmente la mitología griega porque encierra muchos misterios y lecciones."
Jade asintió, sintiendo una conexión inexplicable. "Sí, los mitos griegos son fascinantes. Este libro, en particular, habla sobre los dioses que se mezclaban con los mortales. Siempre me ha intrigado cómo lograban influenciar la vida de los humanos sin ser detectados."
Alexander sonrió, una sonrisa que era a la vez encantadora y enigmática. "Es interesante pensar en cómo esos dioses podrían estar todavía entre nosotros, ¿no crees?"
"Definitivamente. Siempre he pensado que si esos dioses realmente existieron, habrían tenido que ser muy cuidadosos. Las historias mencionan a deidades que se encaprichaban de humanos, y a menudo esas relaciones terminaban en tragedia," dijo Jade, perdiéndose un poco en la conversación.
"Sí, las tragedias griegas suelen tener esa manera de recordarnos la fragilidad de la vida humana y la imprevisibilidad del destino. Pero también muestran que la pasión y el amor pueden ser fuerzas muy poderosas," dijo Alexander, mirándola fijamente.
Jade sintió un escalofrío recorrerle la espalda. "Exactamente. Por eso me atraen tanto estas historias. Son un recordatorio de que, aunque seamos mortales, nuestras emociones pueden ser tan intensas y complejas como las de los dioses."
Alexander asintió, todavía mirándola con esos ojos grises que parecían ver más allá de su superficie. "Tienes razón, Jade. Hay mucho que aprender de esos mitos. Por ejemplo, los relatos sobre Eros son particularmente intrigantes. Un dios que personifica el amor y el deseo, pero cuya influencia puede llevar tanto a la felicidad como a la destrucción."
Jade frunció el ceño ligeramente, intrigada. "Eros siempre me ha parecido un dios dual. Su capacidad para inspirar amor puro y deseo desenfrenado es fascinante y aterradora al mismo tiempo. Me hace pensar en cómo los sentimientos humanos pueden ser tan poderosos y conflictivos."
"Sí, y no olvidemos a dioses como Zeus o Hera. Sus historias están llenas de engaños y manipulaciones. Es un recordatorio de que incluso los seres más poderosos tienen sus debilidades," añadió Alexander, su tono cargado de doble sentido.
"Es cierto. Creo que esas historias nos enseñan mucho sobre la naturaleza humana y divina. Aunque, a veces, pienso que algunas personas tienen un poco de esos dioses en ellas, capaces de grandes cosas pero también de grandes errores," dijo Jade, mirando a Alexander con curiosidad.
"Quizás tengas razón, Jade. Tal vez algunos de nosotros llevamos dentro un poco de divinidad y tragedia. Tal vez es eso lo que nos hace tan interesantes," dijo Alexander, sonriendo de nuevo. "Ten por seguro que nos veremos luego."
Con esas palabras y una sonrisa que prometía mucho más, Alexander se despidió, dejando a Jade con el corazón acelerado y la mente llena de preguntas. Esa noche, mientras regresaba a su apartamento minimalista pero acogedor, decorado con colores cálidos y muebles modernos, no podía dejar de pensar en él.
Más tarde, esa misma noche, Jade se reunió con su mejor amigo, Joseph, y su mejor amiga, Aurea, para tomar unos cócteles en un bar elegante. El lugar estaba decorado con luces tenues y música suave de fondo. Mientras bebían y charlaban, Jade no pudo evitar mencionar a Alexander.
“Hoy conocí a un hombre muy intrigante en la librería,” dijo Jade, tomando un sorbo de su cóctel.
“¿Intrigante cómo?” preguntó Joseph, arqueando una ceja con curiosidad.
“Intrigante en todos los sentidos,” respondió Jade, sonriendo. “Es apuesto, elegante y tiene algo en su mirada que me deja con ganas de conocer más de él.”
Aurea, que siempre había sido la más perspicaz del grupo, la miró con interés. “¿Y qué te dijo?”
“Solo hablamos brevemente, pero fue suficiente para dejarme pensando en él todo el día,” admitió Jade, sintiendo un leve rubor en sus mejillas. “No sé, hay algo en él que no puedo explicar.”
“Suena como si estuvieras bastante interesada,” comentó Joseph, sonriendo de lado. “Pero ten cuidado, Jade. A veces, las apariencias pueden ser engañosas.”
Jade asintió, sabiendo que Joseph tenía razón. Sin embargo, no podía evitar sentir una extraña atracción hacia Alexander, una atracción que la dejaba con ganas de descubrir más sobre él.
“¿Y qué más? ¿No te preguntó nada sobre ti?” preguntó Aurea, curiosa.
“No, nada más tocamos el tema sobre mitología griega. Parecía realmente interesado” dijo Jade, recordando la intensidad de su conversación.
Joseph se inclinó hacia adelante. “Mitología griega, ¿eh? Interesante elección de tema para una primera conversación. Tal vez sea alguien con un interés profundo en la historia o...”
“...o tal vez solo es un hombre muy culto,” interrumpió Aurea, riendo. “De cualquier manera, Jade, suena como alguien a quien vale la pena conocer mejor.”
Joseph sonrió y levantó su copa. “Bueno, brindemos por eso. Que encuentres a alguien tan interesante como los dioses que tanto te gustan.”
Jade rió y alzó su copa. “Gracias, Joseph. Aunque dudo que alguien pueda ser tan interesante como esos dioses.”
“¿Y cómo va tu maestría?” preguntó Aurea, cambiando de tema. “¿Todavía estás disfrutando las clases?”
“Sí, me encanta,” respondió Jade. “Aunque a veces es un poco abrumador, especialmente con todas las lecturas y proyectos.”
Joseph asintió. “Lo sé. Mi proyecto final me está volviendo loco. ¿Te imaginas tener que analizar la economía de Grecia antigua y compararla con la moderna? Es un reto.”
“Eso suena fascinante, Joseph. Siempre me ha gustado la historia económica,” dijo Jade, interesada. “Deberíamos juntarnos a estudiar algún día.”
“Definitivamente. Podríamos intercambiar ideas y ayudar a que nuestros proyectos sean más interesantes,” respondió Joseph.
Aurea, que había estado escuchando atentamente, sonrió. “Me alegra ver que están tan motivados. Yo, por otro lado, estoy luchando con mi tesis sobre la influencia de la mitología en la literatura moderna. Es un tema que me encanta, pero a veces siento que nunca encontraré suficientes fuentes.”
Jade asintió comprensiva. “Te entiendo, Aurea. Pero estoy segura de que lo lograrás. Eres demasiado buena y mucho más en ese tema.”
La conversación continuó, abarcando temas desde sus estudios hasta anécdotas divertidas de la universidad. Mientras la noche avanzaba, Jade se sentía más relajada, aunque una parte de su mente seguía volviendo a Alexander.
“Así que, volviendo a este Alexander,” dijo Joseph de repente, rompiendo el hilo de una conversación sobre un profesor particularmente estricto. “¿Cress que se volveran a ver?”
Jade se encogió de hombros. “No lo sé. Dijo que nos veríamos luego, pero no lo creo. Nunca antes lo había visto en la librería. Fue todo un misterio.”
Aurea sonrió. “A veces, los misterios son lo mejor. Mantienen la vida interesante.”
“Sí, pero también pueden ser frustrantes,” admitió Jade. “Supongo que solo el tiempo dirá qué pasará.”
Cuando la noche avanzaba y Jade se despedía de sus amigos, no podía dejar de pensar en las palabras de Alexander. Mientras caminaba hacia su apartamento, sentía como si un par de ojos la observaran desde la distancia, una presencia que la hacía sentirse vigilada y, al mismo tiempo, intrigada.
En el mismo restaurante, una presencia observaba a Jade con curiosidad y lujuria, sosteniendo una copa de licor en la mano. La sombra se movía entre las mesas, sus ojos brillando bajo la luz tenue. No sabía que varios pares de ojos la tenían en la mira, ojos que pertenecían a seres de un mundo antiguo y poderoso. Los dioses griegos a menudo se encaprichaban de las humanas, y por lo visto, Jade tenía varios pares de ojos puestos en ella sin siquiera saberlo.