En el bullicioso corazón de una metrópoli moderna, Jade, una joven de 23 años con una vida aparentemente común, se encuentra enredada en un mundo que nunca imaginó. Entre los ciudadanos se esconden los dioses griegos, adoptando nombres y estilos de vida que encajan perfectamente en la alta sociedad europea. Eros, ahora conocido como Alexander Beaumont, es uno de ellos. Con su belleza sobrehumana y un aura de misterio, Alexander se obsesiona con Jade desde el momento en que la ve. A lo largo de la novela, Jade se ve atrapada en un torbellino de amor, celos y secretos divinos. Sin saber que Alexander es realmente el dios del amor, ella navega por una serie de eventos dramáticos que la mantienen en la cuerda floja entre la pasión y el peligro.
"¿Qué crees que estás haciendo?" pregunta Alexander, con la voz temblando de furia.
"Solo estaba hablando con él. ¿Por qué te importa tanto?" responde Jade, sorprendida por su reacción.
"Porque no es quien crees que es. Y porque no puedo soportar la idea de verte con otro", replica Alexander, acercándose más a ella.
"No entiendo por qué estás tan enojado. Apenas lo conozco", dice Jade, tratando de calmarlo.
"No es cuestión de conocerlo, Jade. Es cuestión de que eres mía", declara Alexander, sus palabras llenas de una posesividad que la deja sin aliento.
"¿Tuya? ¿Qué estás diciendo?", Jade pregunta, su corazón latiendo frenéticamente.
"Te deseo, Jade. Más de lo que jamás podrás imaginar. Y no permitiré que nadie se interponga entre nosotros", concluye Alexander, mirándola profundamente a los ojos.
La tensión entre ellos se vuelve palpable, y Jade se da cuenta de que está envuelta en un juego de emociones y secretos mucho más grande de lo que jamás imaginó. Con cada capítulo, las tensiones crecen, los deseos se intensifican y los secretos comienzan a desvelarse, llevando a un clímax donde la verdad sale a la luz en un explosivo enfrentamiento.