3

1602 Words
Dustin está enseñándome las pistas de tenis de la Universidad mientras me explica que no sabe si este año también vendrá aquí para conseguir unos pocos créditos de más —A lo mejor tú podrías apuntarte también —me dice.  Si se me diera bien el tenis lo haría, pero prefiero el atletismo o cualquier deporte en el que no tenga que coger nada con las manos.    —No creo —dudo—. Soy una negada a hacer deporte con cosas en las manos, seguro que antes de golpear la pelota he lanzado la raqueta y he dejado KO al árbitro.  Dustin se ríe y se pasa las manos por el pelo.  Hay un total de seis pistas de tenis, todas son iguales a si que Dustin solo me enseña tres que hay una al lado de la otra. Caminamos en silencio hasta su coche, yo voy bastante cómoda y no he pasado por alto que nuestros brazos se han rozado varias veces. Él saca la adolescente que hay en mí, por lo que me imagino que los pocos minutos que estamos en silencio caminamos de la mano siendo una pareja.  Dustin saca del maletero mi mochila y me la pasa.  — ¿Haces algo esta tarde? Agito la cabeza de lado a lado rápidamente y negando:  —No.  Se cuelga la mochila de un hombro con su pose de chico guay deportista y me mira fijamente.  —Tengo que ir a comprar más pintura naranja para terminar de tapar una mancha que hay en la habitación de Ryder —dice rascándose la nuca. Antes de que pueda bromear en su cara con si quiere que le acompañe, él continúa—: No sé, a lo mejor te apetece acompañarme. Es una hora de viaje hasta los almacenes a los que tengo que ir, será un rollo, así por lo menos no iré solo. Aprieto con labios con fuerza asintiendo con la cabeza. Lo hago lentamente y controlándome para no empezar a agitar la cabeza como si fuera una de esas Hawaianas que se ponen en el salpicadero del coche. Papá tenía una encima de su televisión, me la regaló cuando este verano fui, ahora yo la tengo en una estantería con más cosas muy de surf que él me regala. —Claro, total, no tengo nada que hacer. Mi único plan entre semana es estar en casa hablando con Allie o con papá, o viendo la tele. Dustin sonríe y me sigue mirando fijamente, no deja de hacerlo mientras cierra el maletero y el coche.  — ¿Qué tal le va a tu padre? —me pregunta poyándose en su Mazda.  Repaso todo su cuerpo. Desde que somos pequeños y le conozco, Dustin tiene un estilo muy suyo para vestirse. Lleva unos vaqueros largos con los bolsillos llenos de cosas, sus llaves del coche, su cartera, algunas monedas sueltas y su móvil; y una camiseta negra que le queda de maravilla cada vez que mueve los brazos y se le marcan los músculos. Hace tres años se tatuó una cruz en el brazo, cuando su madre se lo pilló sus gritos se escuchaban hasta en mi casa, le gritaba que se lo quitara y cosas como ¡¿cómo se te ha ocurrido hacerte eso?!  Me encojo de hombros y le contesto: —Genial, dice que este verano ha tenido a muchos turistas apuntándose a sus clases de surf y que ha ganado mucho.    Por lo menos eso me dijo ayer. Aunque le fuera fatal nunca me lo diría, no a mí.  —Me alegro por él.  Yo también. Nos volvemos a quedar en silencio y Allie me manda dos mensajes: Ya estoy. Voy al baño con urgencia.  Miro a Dustin que no me ha dejado de observar detenidamente, y me despido de él: —Allie ya está aquí —digo—. Yo, mmm... adiós.  —Dame tu número, así después te mando un mensaje para decirte a que hora paso a por ti. Yo misma me agrego como contacto en su móvil con una gran sonrisa. Su fondo de pantalla es una foto suya en la playa agarrando un balón de voleyball, sale muy guapo. Paso más tiempo mirándola de lo que tardo en agendarme. —Nos vemos luego.  —Adiós, Lea.     ***  Allie y yo tenemos una hora sin clases entre las once y las doce, y hemos venido en su coche al Green Coffee para que pruebe los donuts de aquí.  —Ay, por favor... —Allie saborea su donut de chocolate y se relame los labios—. ¿Cómo es que yo no sabía de este sitio? Dale las gracias a Dustin por enseñártelo.   —He quedado esta tarde con él —anuncio, Allie deja un trozo de donut en el plato y me mira con una ceja elevada—. Quiere que le acompañe a comprar pintura.  La cara de Allie sólo dice: ¿en serio?, y la mía responde: ¡SIIII! —No sé, a lo mejor ahora que vais los dos a la Universidad se ha empezado a fijar en ti —dice, y se come el último trozo de donut que quedaba—. Ya no te verá tan niña.  Si Dustin se estuviera fijando en mí en estos momentos de nuestras vidas me gustaría saberlo, pero es Dustin Hicks del que hablamos, no de Isaac Kumar, el vecino de Allie que con quince años le profesa su amor hasta a la cajera de Walmart.  —Sabes que me encantaría que fuera así, Allie, pero es Dustin, apuesto lo que sea a que le repelen las chicas como yo. Le van las activas. A Allie se le abren los ojos. —Entonces me encanta la forma en la que le repeles —ironiza—. Me encantaría "repeler" así a Tyler.  Rebobinamos y explico que Tyler Calvin es el Dustin Hicks de Allie. Ella lleva enamorada de él desde que se mudó a California y conoció a Tyler en nuestra misma clase de literatura. A Allie le gusta porque es muuyyyyyyy guapo y muuyyyyyyy inteligente. Este año se ha metido en la UCLA a estudiar medicina, nos lo hemos encontrado en el campus al salir y a Allie casi le da algo.  —Quién sabe, a lo mejor le gustas y no te lo dice —opino sacudiéndome las manos que tengo llenas de restos de donut.  Allie se levanta de su silla y yo lo hago con ella. Suelto unas monedas sobre la mesa acordándome de Dustin y sigo el pelo castaño de Allie hasta la salida. — ¡Oye! —exclamo—. ¿Porqué no le pides que te enseñe el campus? Él vive en la residencia y a lo mejor ya se lo conoce.  Allie rodea su monovolumen y se sube, yo hago lo mismo y sigo insistiendo:  —Venga Allie... —tironeo de su brazo hasta que me mira con el ceño fruncido.  Suspira y mete la llave en el contacto arrancando.  —Creo que conoce a Dustin, si le hablas del tema, tal vez —me mira y sale del aparcamiento de la cafetería—. Las dos ganamos. Y tú tienes más posibilidades de acabar con Dustin a que lo haga yo con Tyler, por lo menos os daré tema de conversación.  Me recargo sobre el asiento de su coche con los brazos cruzados y bufo a lo grande. A veces su baja autoestima me exaspera. —Si me dejaras ayudarte...  Allie no me deja terminar hablándome de otra cosa.  —Podríamos salir a correr todavía que hace calor.  Ella jamás de los jamases ha querido correr en la calle —ni en ninguna parte—. La intenté animar para que hiciera atletismo conmigo en el instituto, pero nada, ni si quiera natación o tenis.  — ¿En serio? ¡Estaría genial, Allie! —me inclino sobre las marchas para abrazarla y la estrujo con fuerza como a mis peluches— ¿Empezamos el jueves que hasta las diez no tenemos clase?  —No nos dará tiempo.  Suelto una carcajada apoyando el brazo en la ventanilla y asiento:  —Lo hará, saldremos a las siete y haremos unos pocos kilómetros para empezar —digo—. A las ocho y media o así estamos en casa y nos dará tiempo de sobra a pasar por el Starbucks a por un batido de frutas.  —Yo quiero donuts del Green Coffee.  —Tú quieres una macedonia y un batido del Starbucks.   *** A la una y media Allie y yo ya hemos terminados nuestras clases por hoy, pero hoy ella no me puede llevar porque ha venido en autobús. No tendríamos estos problemas si mi Land Rover estuviera listo ya. —Te llamo esta noche y me cuentas de tu cita con Dustin —me dice Allie.  —No es una cita —aseguro, pero me encantaría negar mi negación.  Cada una coge un camino diferente, no vamos en el mismo autobús a casa.  De camino a la parada paso junto al coche de Dustin y los de sus amigos. Max está fumando dentro del suyo y con la música puesta, pero no me nota o hace como si fuera eso. Cuando llego a la parada el móvil me vibra en el bolsillo trasero de mis pantalones con un mensaje: ¿Has salido ya? Es Dustin.  Sonrío como una tonta cuando le contesto que sí y veo que en menos de diez segundos ya me ha mandado otro diciéndome que él acaba de salir y que me lleva a casa.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD