Stefano tragó saliva, tratando de analizar y digerir lo que le había dicho el inglés. ¿Acaso lo estaba soñando? No era su esposa, su novia… ¿y ese hijo era suyo? ¡¡De qué cuernos hablaba!! ¡¿Qué acaso Minerva no había perdido al bebé…?! Detuvo en seco sus pensamientos al darse cuenta de la conclusión a la que había llegado. ¡Minerva le había mentido! Pero, ¿por qué? ¿Hacerlo sufrir? ¡Era obvio! Se sintió decepcionado y al mismo tiempo, enojado con la mujer que había sido su esposa, por haberle ocultado algo así, como si nada. —¡Joder! ¿En dónde está? Miró a varios lados y de pronto la vio acercándose a la salida. Sintió su cuerpo moverse casi por inercia e inició una carrera de vida o muerte por detenerla, aún sin saber qué iba a decirle. “¿Estaría mal reclamarle? Ambos nos hemos men