Una mañana, Minerva se levantó y lo primero que vio fue una maleta preparada en el salón. Sintió un nudo en el estómago, y que el mundo se tambaleaba bajo sus pies pensando que quizás Stefano iba a marcharse de la casa, que al final la situación se le había hecho insostenible y que deseaba abandonarla. Quizás iba a mudarse para vivir con Bianca. Si eso ocurría, ella haría las maletas, regresaría a Venezuela o cualquier otro país y mandaría el acuerdo al diablo. Se volvió hacia él y le preguntó abatida: —¿Vas a marcharte? —Tengo un viaje de trabajo. Respiró aliviada. Sólo se trataba de otro viaje. Stefano no le dijo nada más y ella no se atrevió a preguntarle. Tomó la maleta y se marchó sin siquiera despedirse. Minerva sintió crecer la rabia por dentro. —Ni siquiera me ha dicho