Bianca entró en la cocina y volvió poco después con una taza humeante en la mano. Se la tendió a Minerva que la tomó obediente, y poco a poco los sollozos fueron menguando y se tranquilizó. —Eso está mejor. ¿Amigas? —Amigas. Gracias. —No hay de qué. Y ahora vas a decirme con tranquilidad lo que ocurre. ¿Qué pasa con la comida? ¿Stefano no te ha dejado suficiente? —Él se encarga siempre de traer del supermercado lo que necesitamos, se ocupa de las compras, y me da una cantidad de euros para mis gastos —le explicó Minerva más sosegada—. Yo tengo una cuenta corriente con mi propio dinero, pero no puedo sacarlo sin su autorización. Hasta ahora no he necesitado hacerlo y no lo sabía. Siempre me ha bastado con lo que me da, pero he tenido que pagar algún material y la mensualidad de la acade