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La amante del alfa.

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Blurb

Él solo quería encontrar a alguien con quién pasar una buena vida...pero tuvo que casarse con una mujer completamente opuesta a lo que necesitaba, haciendo de su vida un infierno del que quiere huir. Annelise Amery lo hará arder en uno en el que desea permanecer eternamente.

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Capitulo 1
—Señorita Stone firme aquí, por favor. Stefany toma la pluma y traza una línea fina sobre el papel que desde ahora nos convierte en marido y mujer... —Señor Collins, es su turno. Podría no hacerlo, podría salir corriendo de aquí y olvidarme de esta maldita farsa de boda que me fue obligada a aceptar por mi padre. Si por mí fuera, yo ya estaría lejos de este maldito lugar, aullando enmedio del bosque, buscando a quien me ame por lo que soy...oh sí, soy un hombre lobo, al parecer el único heredero del trono en el que se encuentra no mi padre sino mi madre, quien es una mujer alfa, algo antes no visto. —Alexander ¿Qué carajos estás haciendo? Debes firmar la maldita hoja. –me reprende ella con ojos llenos de vergüenza. —Lo siento, estaba pensando. —¿Reconsiderando, señor Collins? –cuestiona el juez y escucho jadeos entre la gente. —¡No! Solo me distraje pensado en otras cosas. –aseguro y tomo la pluma para firmar de una vez por todas mi sentencia al infierno. Stefany sonríe complacida al igual que el juez quien convenientemente es su padre. —Muchas felicidades a ambos. –dice y las amigas de mi ahora esposa aplauden el gran logro. Mi nombre es Alexander Collins, el último lobo de mi linaje, heredero único de todo el poder que ahora recae sobre mi madre, una mujer alfa, casada con un humano. Está boda me fue impuesta por dos razones; por negocios y porque mi padre quiere si o si un heredero para que mi linaje y su apellido no mueran conmigo, el único problema es que mi esposa odia los lobos y todo lo que tenga que ver con ellos. —Esta casa es preciosa. –dice apenas entramos al enorme recibidor–, los colores me gustan pero podrían ser mejor. —Si te apetece cambiarlos puedes hacerlo, Stefany. –le aseguro quitándome el saco y la corbata. —¿Podríamos reconsiderar la luna de miel? —¿Por qué ahora quieres reconsiderar algo a lo que en primer lugar tú te negaste? —Porque voy a aburrirme aquí. —Puedes viajar si lo deseas pero sin mi, tengo mucho trabajo. De hecho me gustaría ir arriba, a la habitación. –confieso sonando más caliente de lo que necesitaba. Stefany hace una mueca de desagrado y yo suspiro para no ir y tirarme del último piso. —¿Hablas de consumar el matrimonio? Ni lo sueñes Alexander, sabes perfectamente lo que opino sobre que tú y yo tengamos sexo mientras seas capaz de dejar un bebé en mi. —Podríamos utilizar preservativo. —Soy alérgica a ambos componentes y no me arriesgaré. —¿Pastillas? ¿Inyecciones? —Muchas hormonas que al final del día no son efectivas al cien por ciento y además me harán ver gorda, llena de acné y con cambios horribles en mi periodo, cosa que quiero evitar a toda costa. No voy a tener sexo contigo hasta que vayas y hagas la operación pertinente y dejes de ser fértil, ahora sí me disculpas iré a darme un baño y a dormir. —¿Por qué carajos te comportas así? ¡Se supone que eres mi esposa! —Se supone, eso no me obliga a nada hasta que tú hagas tu parte y eso viene en el contrato y lo sabes. Entre más rápido hagas la cirugía, más rápido seremos felices, amor. –termina por decir antes de subir las escaleras hasta nuestra habitación. Presiono los ojos con pesar y me dejo caer en el sofá. Maldita sea la hora en la que me dejé llevar por mi padre para cometer está locura, si no hubiese involucrado a mi madre en todo esto quizás la decisión fuera diferente. Me levanto del sofá y tomo las llaves de mi auto, siento la furia y recorrer todo mi cuerpo y no quiero explotar justo en este momento porque no sería adecuado, no quiero arrancarle el cuello a mi reciente esposa. Conduzco mientras escucho algo de música para calmar mi bestia interior. Siempre escuché decir a mi madre que la música era capaz de calmar a las bestias, no comprendía a qué se refería hasta que la melodía de un piano hizo retroceder a la mía. Bajo del auto y llego hasta un bar dispuesto a festejar mi primer día de casado...solo. —¿Qué te sirvo? –cuestiona la chica de la barra mostrando más exceso de piel del que puedo tolerar. —Whisky, por favor. Ella hace lo que pido y mis ojos pasean por el lugar. Hay música, mucho bullicio, gente bailando. Lo que necesito para distraerme. En la pista, una bella mujer baila sola al ritmo de la música. Su cuerpo parece estar llamándome, seduciendome. Me relamo los colmillos como quien observa a su presa antes de ser cazada y la incomodidad en mi pantalón resulta ser más obvia. Mi bebida llega y yo sigo sin despegar la vista de aquella mujer tan bella. Qué los dioses me perdonen pero mi corazón le pertenece y ni siquiera su nombre me sé. Bebo el líquido de mi vaso de golpe y siento como la sangre comienza a calentarse dentro de mi cuerpo. Me levanto de la silla y dejo un billete sobre la mesa antes de adentrarme a la pista. Sus ojos hacen contacto con los míos, ella no despega la mirada de mi y yo no la despego de ella. Me acerco y con un gesto de mi mano le pido autorización para bailar, ella asiente y yo feliz lo hago. Ella se pega a mi cuerpo y yo disfruto de su aroma, de su calidez, de su contacto. Su trasero roza mi cuerpo y un gruñido abandona mis labios, me tenso enseguida y rezo a los dioses para que no me haya escuchado. La música se acaba y ella se separa de mí haciendo una extraña reverencia. —¿Vienes solo? –cuestiona y su voz hace eco en mi mente. —Sí, hoy si. —Que fortuna, también yo. ¿Quieres que nos hagamos compañía? —Me encantaría. —¿Tu mesa o la mía? –señala una pequeña mesa al final, en lo más oscuro del lugar. —La tuya está bien. Ella me hace una seña con la mano para que la siga y yo, como perrito perdido, la sigo sin chistar. Pedimos algo de beber y me sorprende que, contrario a lo que yo pensé, ella no es cualquier chica, sino una que sabe lo que quiere. —¿Cuál es tu historia? –me pregunta mientras devora un trozo de pollo picante. —¿Mi historia? —Ajá, ¿Por qué viniste aquí en primer lugar? —Bueno... ¿Cuál es tu historia? —Mi padre me quiere casar con un hombre horrendo y viejo y yo estoy huyendo de él. Ha planeado no sé cuántas citas para mí con sus socios así que aquí estoy. Él no viene por aquí y además, el pollo picante es delicioso, prueba. –ella me ofrece un trozo con sus dedos. Yo lo acepto gustoso tomándome en atrevimiento de lamer sus dedos un poco para quitar el rastro de salsa picante. Ella termina por quitarlo todo. —Realmente es buenísimo. No sé cómo pude vivir sin algo tan delicioso. –aseguro mientras tomo uno de su plato. Ella sonríe y pide dos más. —Ahora que sabes mi secreto, ¿cuál es el tuyo? —Me acabo de casar. –confieso y la veo abrir los ojos con sorpresa. —Vaya, eso es inesperado, felicidades, supongo. ¿Por qué ella no está aquí? —Por que ella odia a...–me silencio de manera abrupta antes de cometer un error enorme. Ahí voy, a decirle a una mujer desconocida que me alimenta con pollo picante que soy un lobo y que mi esposa los odia y por eso estoy aquí. —¿Ella odia a quien? —Ella no me ama. –termino por decir. —¿Y tú la amas? —Puede que pienses que soy un patán pero, no. Acepté casarme.con ella por mi padre, un negocio que me costó muy caro. —Que miserable debes ser. –dice y su repuesta me ofende un poco pero logra hacerme reír la manera en la que lo dice. —¿Gracias? —Lo siento, no quería sonar así de ruda. Lo que quiero decir es que comprendo hasta cierto punto tu situación, mi padre también se empeña en hacer lo mismo conmigo. —Pues brindo por eso, porque de lo contrario jamás te hubiese visto. –le digo y recuerdo que no me sé su nombre–. ¿No es raro que no sepamos cómo nos llamamos? —Es raro, pero también lo hace misterioso e interesante. ¿No te parece? —Claro, pero no soy conocido por mi capacidad de tolerar el misterio. —Aburrido. –me acusa y hace una mueca con los labios llenos de salsa picante. Llevo mi dedo hasta la mancha de salsa y la quito, luego llevo mi dedo a mi boca saboreando su piel. —Mi nombre es Alexander Collins. —Annelise Amery, un gusto conocerte. —El gusto es totalmente mío. Annelise me la he pasado increíble contigo y con temor a perder la mejor de las oportunidades tengo que hacer una pregunta importante. —Sí, no y el rojo siempre es el mejor color. –responde y yo me río de sus respuestas aunque en el orden que van mis preguntas no están tan mal. —¿Esas son tus respuestas definitivas? —Sí. —¿Estás segura? —Totalmente, si algo tengo es que mi palabra vale muchísimo. —Y si mis preguntas fueran ¿quieres irte conmigo a un lugar más privado? ¿sin que pienses que soy un idiota? ¿en mi bonito coche nocturno?...¿Tus respuestas fueran las mismas? La veo morder su labio y oculta una sonrisa maliciosa. —¿Tu coche es rojo? —Combina mucho con tu vestido, es lo único que te puedo asegurar. –respondo y la veo sonreír. —De acuerdo, acepto ir contigo a un lugar más privado en tu coche bonito. —¿Piensas que soy un idiota? —Pienso que nadie debería pasar su primera noche de bodas solo. –responde antes de caminar con dirección a la puerta. Yo dejo algunos billetes en la mesa y la sigo. Dioses perdóneme pero saben que Stefany no es dueña de mi amor, pero Annelise parece que lo es ahora de todo mi ser.

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