Capítulo 1

1521 Words
Sus ojos marrones admiraban su reflejo en el espejo, no se creía más que los demás pero de que se amaba, se amaba. Con su mochila al hombro bajó las escaleras algo de prisa, mientras sonreía, ¿por qué estaría amargada? Era tan solo una adolescente de catorce años, a punto de cumplir sus quince. Tenía muy poco de qué preocuparse, al decir verdad. —Adiós, madre —exclamó, mientras se dirigía hacia la puerta, segura de que sus amigos ya la esperaban. —Espérese, jovencita —. La retuvo su madre, quien venía de la cocina. La señora alta y delgada se acercó a su hija y se aseguró de que todo estuviera en orden—, ¿has orado? —preguntó, mientras recogía mejor la melena de su pequeña. Su melena era hermosa y larga, pero también era un martirio. Además del peso y dificultad para peinarse, unos compañeros se la pasaban jugando con ella, por lo cual se mantenía siempre rizada. —Sí, mamá —respondió, moviendo los pies en señal de desespero. —Ya casi, cariño —dijo su madre, colocándole encima del hombro su melena rizada—. Listo. Dios te bendiga, cariño. —Amén. Besó la mejilla de su madre para al fin marcharse, pero en eso, bajó su hermana Verónica, con su humor del día. —Hey, olvidas a la mejor hermana que podrás tener —mencionó con alta autoestima. Con una sonrisa en los labios giró para ver a su hermana, que la miraba con desaprobación . Sacudió la cabeza y se acercó a ella para abrazarla. —Ay, Vero —. Comentó divertida, besó los cachetes de su hermana y se dió la vuelta para irse, despidiéndose con la mano—. Adiós. —Suerte —gritó esta, mirándola con adoración. —Para ti también. En la "uni" —devolvió sonriente y, sin más, salió para encontrarse con sus amigos, quienes tal como ella pensaba, la estaban esperando. Sus dos amigos llevaban el uniforme, que a ambos le lucían espectacular, Laura era un poco más alta que ella y no hablar de Thomás que era el mayor de todas. Isabel era la que siempre se atrasaba y que muchas veces llegaba a ser molesta con sus actitudes. —¿Lista? —preguntó Thomás, el chico de ojos grises que estaba junto a la castaña de ojos verde claro. —Sí —asintió con una sonrisa—, pero...¿Isabel? —Aquí estoy —. La rubia mostró su presencia, acercándose al grupo. —Viniste justo con tu nombre —comentó Laura, la castaña. —Vamos —propuso Thomás haciendo un ligero movimiento con la cabeza, automáticamente apartando su mechón de su frente sin hacer gran cosa. —Sí, no queremos que la cumpleañera llegue tarde a clases —bromeó Laura, tomando la iniciativa de la caminata para tomar un taxi. —No puedo quejarme —. Paula se encogió de hombros—, de la emoción los contagié de mencionar todos los días mi cumple. —Ya no serás tan pequeña, pequeña —. Thomás pasó su brazo por encima de sus hombros y juntos caminaron detrás de Laura e Isabel. —Ya voy a ser grande —dijo Paula, sonriendo como una niña. —Ya quisieras saber lo que es ser grande en realidad —dijo Thomás. [...] —Ha sido un día agradable —comentó Paula mientras caminaba a la par de su amiga—. Estaba pensando que podíamos ir al campamento juvenil de la iglesia, la vez pasada me encantó, aprendí a tocar la guitarra. —Me alegra que hables así de entusiasmada de algo que no sea tu cumpleaños —bromeó Laura, dándole una mirada rápida a la chica de baja estatura. —¿Qué? Al fin tendré mis quince y es grandioso, así dejo de ser la más pequeña, tanto del salón como de la iglesia —dijo entusiasmada. Laura se echó a reír a carcajadas, con una mano cubriendo su boca y la otra en su cintura. —Hablas como si ellos no cumplieran años. Paula rodó los ojos al entender la lógica de las palabras de su amiga, la cual tenía toda la razón. Sosteniendo las tiras de su mochila, giró poniéndose de frente a la entrada de la escuela, para esperar a Thomás. Había pasado tan solo un rato y seguían ahí. Paula alzó la cabeza para mirar a su amiga Laura, quien tenía la mirada perdida en medio de la multitud. La imitó buscando el punto fijo que veía tan perdida su amiga. Sus ojos ubicaron al chico de ojos grises, alto, que venía hacia su dirección. Volvió a mirar a su amiga, quien había apartado la mirada de Thomás. —No entiendo como él no lo nota, contigo así —comentó confundida. Era tan obvio. —¿Y qué? Igual nada cambiaría —replicó Laura, desanimada. Paula suspiró y miró nuevamente al chico que ya estaba cerca de ambas. —Pronto no haremos esto —comentó Paula, con un tono melancólico. Laura miró a Thomás y trató de sonreírle, la verdad que no se había puesto a pensar en aquello. —Aún falta bastante, no me he ido y ya me extrañas —dijo Thomás en tono burlón, al llegar a ellas, mostrándose importante. Al parecer había notado la mirada nostálgica de sus amigas. —Llévenme a casa, ¿les parece? —pidió Paula. Ya estaba loca por llegar a su casa y descansar un poco. —Como diga, cumpleañera —hablaron al unísono sus acompañantes. —Vamos, Lau —. Tomó la mano de su amiga, para empezar a caminar. Mientras caminaban, Paula empezó a cantar y contagió a Laura, quien no dudó en acompañarla cantando "Lindo viaje", excluyendo a Thomás en la actividad. —Ojalá y recordaran que sigo aquí —comentó Thomás, haciéndose el ofendido. —Sabes que te queremos —aseguró Paula, tomándolo del brazo para que se les uniera. Paula fue la primera en llegar a su casa, su madre estaba pero su hermana aún no llegaba de la universidad. Subió a su habitación, hizo algunos deberes, durmió un poco y luego bajó a ayudar a su madre con la cena. Madre e hija estaban sentadas en el comedor, esperando a la otra integrante de la familia. Jamás empezaban si no estaban todos, era algo que le había enseñado su padre y que ponían siempre en práctica. —¿Qué le habrá pasado? Debía haber llegado ya —dijo Victoria preocupada, mirando otra vez hacia afuera, por la ventana de la cocina. Con los dedos entrelazados, llevó sus manos debajo de su barbilla. —Tal vez se atrasó. Tranquila mamá —intentó tranquilizar a su madre. —Si hubiera sido algo de la universidad, me hubiera llamado. Voy a llamarla —propuso dispuesta su madre. Antes de que pudiera pararse de su asiento, apareció Verónica. —¡Ya llegué, familia! —exclamó la morena, bailando mientras se dirigía al comedor, luego de lanzar su mochila en uno de los muebles—. Me alegra que no hayan empezado sin mí —. Pasó a sentarse justo en el puesto de su padre, dando en el blanco a su hermana. —No fue lo que nos enseñó papá —aclaró Paula con un sabor a melancolía en la boca—. No te sientes ahí, Vero. Es su lugar. Verónica se sintió apenada con ella y se cambió de asiento sin problema. —Disculpa, de verdad lo siento —. Se disculpó de corazón y Paula solo le sonrió. O al menos lo intentó. —Oremos —propuso Victoria, tomando las manos de sus hijas, para luego agachar la cabeza y empezar el "padre nuestro" antes de empezar a cenar. —Buen provecho —deseó Paula a su madre y hermana. Sintió un gran vacío al no poder desearle también a su padre, ya no estaba y era difícil aceptarlo, pero había que hacerlo. Fue la primera en retirarse y, antes de irse a la cama, tomó un momento de silencio viendo por su ventana. Luego oró y se fue a la cama. Es muy difícil decirle adiós a alguien al que se ama tanto, alguien que siempre estuvo y que siempre demostró que tú eras su todo y que estaría para ti siempre. El amor de los padres es inexplicable, los padres son capaces de todo por sus hijos y sin importar cuántos amores haya en el mundo, ninguno se compara al amor de los padres. Al menos los padres normales, porque muchos suelen abandonar a sus hijos. Lo que más deseaba era que su padre presenciara sus quince, así como sus doce, bailar con él, encontrar su regalo debajo de su cama y lo más importante; tenerlo junto a ella. Apagó la lámpara de luz cuando se hubo acostado. Con la mirada en el techo y sus manos sosteniendo el edredón sobre su pecho, suspiró con pesadez y cerró los ojos con fuerza queriendo quedarse dormida al instante. Ya no quería pensar más, mañana empezaba sus vacaciones y no quería levantarse con ese ánimo.
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