Besar sus labios.

4115 Words
Ella se acerca y me besa lentamente, su lengua cálida y sus labios suaves sabor a cereza me vuelve loco. Nunca he hecho el amor, quisiera hacerlo con Paula. Ella se levanta y yo también lo hago junto a ella, me mira a los ojos y levanta mi camisa. Ahora me doy cuenta de todo, ella está siendo manipulada por mi maldito poder en este momento. Por esa razón ella me beso, es porque yo lo estaba deseando, pero me pregunto una cosa, ¿por qué está haciendo efecto en ella hasta ahora? —Paula, vamos a tu habitación y duermes profundamente. Ella asiente y después la acompaño a su habitación, la cubro con las sábanas y después salgo de su casa. Nunca me voy a aprovechar de una mujer. Al día siguiente. Paula. —¡Paula! ¡Paula! Tierra llamando a Paula, ¿qué es lo que pasa contigo? —¿Qué es lo que me estabas diciendo? —Más bien, ¿qué es lo que te pasa a ti? Has estado toda la mañana distraída. —No es nada, es solo que ayer pude dormir tranquila y feliz. —¿Feliz? Ahora entiendo, feliz porque dormiste de lo más bien. —Sí, Dana, eso es verdad. Salí a desayunar con Dana, pero quiero ir a casa. Después del desayuno Dana tiene una cita con un chico que le gusta, y yo me voy a mi apartamento. Al llegar entro y me dejo caer sobre el sofá. Me quito los zapatos y después subo a mi habitación, me quito la ropa y tomo un baño con agua caliente. Mientras el agua corre por mi cuerpo solo puedo pensar en ayer por la noche. Ese sueño que tuve, me está haciendo daño pelear casi todos los días con ese pervertido, ahora estoy soñando con él. Acaricio mis labios recordando el sueño. El beso y después el deseo que sentía en hacerlo con él. Nunca había tenido sueños húmedos a mis 24 años. Estoy muy grande para experimentar esos sueños. Termino de bañarme y después seco mi cuerpo con una toalla. Me acuesto desnuda sobre la cama, otra vez esos pensamientos vuelven a mi mente. Sus labios sobre los míos, su cuerpo y mi corazón cayendo a mi estómago. Eso no me importa, solo fue un sueño estúpido, son las diez de la mañana, y no voy a perder mi tiempo pensando en ese imbécil. Voy a dormir todo el día. Despierto y la habitación está oscura, no lo entiendo ¿Realmente dormí durante todo el día? Hace un poco de frío. Veo algo atravesándose por mi habitación, mi piel se eriza por completo. Mis piernas tiemblan y mi corazón saldrá por mi garganta. —¿Quién anda ahí? Intento que mi voz se escuche fuerte, pero me sale temblorosa. —No te asustes, Paula. Soy yo. Podría reconocer esa voz en cualquier lugar. —¡¿Qué haces aquí?! ¡Largo de mi casa pervertido! —Esto es un sueño, Paula. Podemos hacer lo que queramos, en este mundo hermoso de los sueños, podemos complacer o ser nosotros quien complazcamos. —¿Un sueño? ¿Por qué sueño contigo? —Muchos sueños dan miedo, las llamadas pesadillas para aquellas personas que temen durante el día, los sueños de felicidad son para aquellas personas que son realmente felices, ahora bien. Algunos tienen sueños húmedos, eso pasa cuando deseas a alguien y se tiene miedo a admitirlo. —Yo no te deseo, es más, yo te odio. —Un consejo, Paula. Cuando odias a otra persona en el fondo, no odias a la persona, odias que esa persona tenga algo que tú no tienes. —¿Qué podría querer yo, que tú tengas? Como si tuvieras algo bueno. —Te lo diré todo en una palabra. Felicidad. —Te equivocas, yo soy feliz. Él se acerca a mí y por la neblina en mi habitación, sé que en verdad es un sueño. —En el sentido de libertad, no eres feliz. En el fondo quisieras ser libre y disfrutar de tu sexualidad, pero tienes miedo a ser juzgada por lo religioso que eran tus padres y la forma en la que te criaron. Este maldito tiene razón, pero no se lo diré. —Te equivocas, yo si disfruto y mucho. —¿Cuándo fue la última vez que tuviste un verdadero orgasmo? —Eso es parte de mi vida privada, no tengo que hablar de esto contigo. —Solo dímelo, Paula. Esto es un sueño, ¿qué podría pasar? Talvez cuando despierte no recordaré nada de esto. —Nunca he tenido un orgasmo. No es por mis padres, en eso te equivocas. »Tenía un novio en la universidad, pero él me presiono y tuve mi primera vez con él, sé que muchas chicas cometen ese mismo error y después se arrepienten como yo. Pero, lo que él me hizo fue horrible, me hicieron una cirugía porque me lastimo la vagina, prácticamente me rasgo por la agresividad. Por eso ahora tengo miedo. —Lo bueno de los sueños es que puedes cumplir tus fantasías, y no pasara nada malo, porque nada es real. Él tiene razón, he escuchado de muchas personas que disfrutan en sus sueños. Y también no lo dije, pero si tengo miedo por la forma tan rígida en la que mis padres me criaron. Puedo hacer lo que yo quiera y no habrá consecuencias. —Quiero hacerlo contigo, Abel. —Pídemelo, pequeña. Pídeme que te folle. —Abel, fóllame y hazme tener ese orgasmo que necesito sentir. Paula. Solo es un sueño, no podría pasar algo malo, además este Abel de mis sueños no me cae tan mal como con el que lidio todos los días. Él me besa después se coloca detrás de mí, besa mi cuello y después acaricia uno de mis pechos. Levanta mi camisón dejándome solo en bragas y sostén. Él muerde el lóbulo de mi oreja, después acaricia mi abdomen bajando cada vez más abajo, la yema de sus dedos son frías, pero estimulan por completo mi cuerpo. Baja un poco más hasta llegar a mi clítoris que espera ansioso por ser acariciado. Al sentir sus dedos entrar mi cuerpo se tensa por completo. —No tiene nada de malo cumplir con nuestras fantasías, Paula. —No tengo miedo. —Por supuesto que lo tienes, Paula, en este momento solo lo haces porque sabes que todo es parte de un sueño, pero en la vida real no lo harías. —Está bien, no puedo, tengo miedo. —Deja esas limitaciones estúpidas, tienes que dejarte llevar y disfrutar como mejor te plazca. Él introduce otro dedo dentro de mí y lo mueve más rápido. —Mira como te dilatas, Paula. No puedo pensar por el placer que sus dedos provocan dentro de mí. —¿Por qué tienes que ser un patán tan guapo? —No soy un patán, Paula, es solo que somos diferentes. No puedo hablar más, mis piernas tiemblan y me es difícil controlar la respiración. Él mueve sus dedos aún más rápido. —Córrete para mí, pequeña. Coloco mi mano sobre la suya, como si yo misma me estuviera dando placer, es como si estuviéramos conectados, él mueve sus dedos como si me conociera de años y sabe mis puntos de placer, pero sé que es por la experiencia que él tiene. Un fuerte orgasmo explota dentro de mí. Él me besa mientras aún tiene sus dentro de mi sexo, y los mueve lentamente. —Ahora lo ves, Paula, no tiene nada de malo en sentir placer, es parte de amarse a uno mismo. —¿Vamos a continuar? No puedo creer lo que acabo de decir. —Lo haremos otro día, pequeña. Por ahora eso es suficiente, las cosas que se hacen con calma son mejores. Nos veremos todas las noches en tus sueños, así que, hasta luego. Él deposita un beso en mis labios y después desaparece. Despierto exaltada y confundida. —¡Me gusta sentir tus dedos, mi amor! ¡Más rápido! Esos sonidos vienen de arriba. ¡Otra vez ese maldito! Cambia de mujer como cambia de bóxer. Siento algo entre mis piernas. Retiro la sabana y abro mis piernas, creo que me orine. Lo que soñé hace un momento viene repentinamente a mi cabeza, llevándome a sentir escalofríos por todo mi cuerpo. ¡No puedo tener fantasías con ese imbécil! Mucho menos soñar con él. Me levanto rápidamente y después me quito la ropa y me doy un baño, mientras el agua caliente corre por mi cuerpo no puedo evitar pensar en eso una y otra vez. Por más que lo intente no puedo, simplemente no y todo por culpa de ese pervertido. Sé que no soy yo, tuve ese sueño porque me encuentro a ese imbécil a diario, es solo por eso, ¿verdad? Y, además, porque lo escucho follar todos los días a toda hora. Después de bañarme seco mi cuerpo y me visto rápidamente, después me hago un maquillaje natural y tomo mi bolso con lo necesario. Tengo que salir de aquí o me voy a volver loca. Salgo de mi apartamento y después subo al elevador. Salgo del edificio y tomo un taxi. Me dirijo a casa de Nathalie, es una compañera de trabajo con la que tengo una amistad, no es como la amistad que tengo con Dana, pero sé que puedo contar con ella. El taxi me deja una cuadra antes, solo camino un poco y llego a casa de Nathalie. Toco la puerta y ella abre. Ella me recibe con una sonrisa. —Pensé que nunca aceptarías mi invitación, amiga. —Perdón por venir sin avisar, pero quería hablar con alguien. —Por supuesto, toma asiento —me dice mientras señala el sofá de la sala. —Gracias, Nathalie, ¿cómo estás? —Muy bien, ¿quieres algo de tomar o comer? Preparé un postre delicioso. —Por supuesto, quiero probar tu postre. —Eso sonó como una propuesta indecente, amiga. No puedo evitarlo y río a carcajadas. —No digas eso, estoy harta de propuestas indecentes. —¿Por qué dices eso, Paula? ¿Te hacen muchas de esas propuestas? Aunque si lo hacen lo entiendo, eres una mujer hermosa. —Tengo un vecino pervertido, no lo soporto, tiene el cerebro en el miembro. —¡¿En serio?! ¿Por qué lo dices, es muy ruidoso? —Todos tenemos ese tipo de vecinos, mi vecino es un señor que escucha su música de un instrumento llamado gaita todas las mañanas, a las cinco en punto. —Prefiero mil veces eso. —¿Es peor que eso, Paula? —No tienes idea, tiene sexo todo el día con varias mujeres que gritan como si estuvieran poseídas y las fiestas, música a todo volumen, no me deja ni dormir. Además de eso, es un pervertido, y lo peor de todo, me lo encuentro en todo momento. —Entonces si estás peor tú, ahora me siento mal por quejarme de mi vecino, ¿cómo es él, Paula? —¿A qué te refieres, Nathalie? —Físicamente y sus emociones. —Emociones no creo que tenga ese imbécil, pero físicamente no puedo mentir, es un dios griego, si lo vieras te juro que te enamoras de él, al parecer todas lo hacen. —¿Él quiere algo contigo? —Me dijo que me dejaba en paz y que iba a desaparecer de mi vida si tenía sexo con él una noche. ¿Lo puedes creer? —¿Por qué no aceptas? ¿Tienes miedo? —Él solo quiere jugar conmigo, Nathalie. —Ahora lo entiendo todo, no respondiste la pregunta y la evadiste, entonces eso quiere decir que a lo que tú le tienes miedo es a enamorarte. Sé que ella tiene razón, sé que ese imbécil no tendría una relación sería ni con su sombra. Además, no quiero a alguien como él en mi vida, solo perdería mi tiempo y dignidad. Abel Black. Es extraña la forma en la que me puedo conectar con Paula, nunca lo había hecho así con ninguna mujer antes. Cuando tengo sexo con otra mujer y ella duerme, es cuando está vulnerable y yo puedo entrar en sus sueños. Es la única forma en la que lo puedo hacerlo. Ella tiene algo que realmente me llama mi atención. Pero lo que es extraño es que cuando ella me pidió continuar no podía hacerlo más, es como si se cortara algo entre nosotros. Creo que no la manejo a ella. Ella me está manejando a mí, estoy completamente seguro de eso. Es tarde y Paula salió media hora después que despertó, la escuché. Son las diez de la noche y ella aún no viene a casa, mañana tiene que trabajar y levantarse temprano. Mi celular timbra una y otra vez, sé que es mi hermano Axel, no puedo contestar, sé que me va a regañar, para ser mi hermano menor se comporta como un viejo. Tengo que contestar, no puedo hacerle esto a Axel. —Hola, hermanito. —¡¿En dónde estás, Abel Black?! —Eso no es importante, solo no te preocupes, Axel, estoy bien. —Como no me voy a preocupar, ha pasado un mes desde que te fuiste y solo me llamaste una vez. —No me regañes, Axel. —Te perdono con una condición, Abel. —Dime, ¿cuál? —Envíame tu dirección, solo quiero saber en donde se encuentra mi hermano mayor, además, ya no puedo sentir tu aura, por lo que veo debes estar muy lejos. —Está bien, te lo envío por mensaje después, hermano. Me despido de mi hermano y cuelgo. Escucho ruido en el piso de abajo. ¡Es Paula! Escucho algo romperse y salgo de mi apartamento rápidamente. Bajo por el elevador un piso. La puerta de Paula está abierta, entro rápidamente y la veo a ella en el suelo. —¡Paula! Ella se mueve y eso me tranquiliza. —Dios griego, eres tan pervertido, pero a la vez lindo —me dice con un hilo de voz. Ella acaricia mi rostro. —Paula, ¿Estás ebria? —Solo un poquito, no fue mucho. La cargo y la llevo al sofá. —¿Por qué lo hiciste? —pregunto. —Me siento triste y sola, también tengo frío. Estudie una carrera que no quería, y pensé que me gustaría, y si, me gusta un poco, pero yo quería ser doctora y mis padres murieron. Y también le tengo envidia a un pervertido que se llama Abel, él disfruta la vida y yo solo soy una amargada. —Paula, ¿de qué trabajas ahora? —Soy una secretaria y lo odio, mi jefe es un maldito bastardo. —Yo voy a morir pronto, Paula. Y aunque actuó como si no me importara, hubiese querido formar una familia. Sé por cómo se encuentra que no recordará nada mañana. —Al menos tenemos algo en común, ¿quién lo diría? —me dice con lágrimas en sus ojos. —¿Quieres comer algo? —¡Mesero otra copa! —dice a los gritos. —No beberás más, Paula. Ella está sudando y se mueve de un lado a otro. Después cubre su boca con una mano y corre al baño, la acompaño y sostengo su cabello mientras ella vomita. Se sienta a mi lado y llora desconsolada. —Soy una fracasada y sé que soy joven, pero intento actuar lo más madura que puedo. —¿Por qué actúas así? —Porque a mis padres les gustaba que fuese así, y no quería decepcionarlos. —Eres la mejor, Paula. No necesitas a nadie para ser feliz, eres increíble y por eso me gustas. Ella se duerme en mis brazos, limpio sus lágrimas y la llevo a su cama. Mañana será otro día. Paula. Despierto y voltea a todos lados, levanto la sabana. ¡Gracias a dios estoy con ropa! Me duele la cabeza. Después veo la hora en mi celular. ¡Mierda! Son las ocho de la mañana, esto no puede ser. Con lo maldito que es mi jefe. Me doy un baño y después me visto lo más rápido que puedo. Salgo de casa y tomo un taxi. Al llegar al trabajo entró a la empresa y subo al ascensor. Camino por el pequeño pasillo y toco para entrar a la oficina de mi jefe con los documentos en la mano. Documentos que debía entregar a las siete de la mañana. Mi jefe me da el permiso para entrar, y siento mi corazón caer a mi estómago. Además, es una suerte si no termino vomitando sobre él. Entro y él esta de espaldas, observando los edificios por las ventanas de cristal. —Señor, sé que debe estar molesto y lo entiendo pero... —No se moleste, Paula —me corta de una vez— deje los documentos sobre la mesa, esta despedida de esta empresa. —¡Perdón! No me puede hacer eso. —No se equivoque, esto se lo hizo usted misma. No es la primera vez que usted llega tarde. Sé que no puedo hacer nada con este maldito viejo, así que no me queda de otra y quiero hacer lo que debí hacer desde hace tiempo. —¡Usted cree que esto me duele! Es todo lo contrario, lo único que preocupa es el dinero, de lo demás, nada me importa. No sabe lo que se siente levantarse cada mañana y sentirse perdida, entre a esta empresa por el puesto de diseñador gráfico. Así que no crea que me importa irme de su maldita empresa. No lo dejo hablar y corro lo más rápido que puedo, no existe mejor placer que decirle a las personas que te hacen daño lo que sientes. Llamo un taxi y subo en él. Le llamo a Dana, pero ella no contesta. Por supuesto que debe estar ocupada. Esto me demuestra que mis padres tenían razón. Me dirijo al edificio y cuando llego siento un nudo en la garganta. En el elevador no aguanto más y mis lágrimas resbalan sin poder contenerme. Llego a mi apartamento y veo a alguien cerca de la puerta. Es ese maldito. —Este no es un buen momento, Abel. No tengo ni la más mínima intención de pelear contigo en este momento. Él extiende sus brazos, quiero abrazarlo, pero siento vergüenza. Un extraño pervertido al que odio me quiere dar consuelo. Me acerco y abro la puerta. —Entra —le digo. Cierro la puerta y lo abrazo y dejo salir todo el nudo en mi garganta. —Todo estará bien, hermosa —dice mientras acaricia mi cabello. Esto es extraño. Paula. —Eres un idiota, Abel —sollozo. Él me abraza más fuerte, no sabía lo que se sentía estar entre sus brazos, siento que me volveré loca. Me gusta su olor y la calidez que emana de su cuerpo. —Sé que soy un imbécil, pero es no importa ahora, ¿qué es lo que pasa, Paula? —Me despidieron y me siento una fracasada, todo lo hago mal. —Eso no es verdad, las personas son las que perdieron la oportunidad de trabajar contigo, tú no tienes que sentirte mal. Veo a alguien en la puerta. —¡Abel! Ya estamos aquí y queremos ser castigadas —dice una rubia y después otra castaña se le une. Lo empujó a un lado inmediatamente, sabía que a este bastardo solo le importa el sexo. —Voy en un momento —les dice. —¡Largo, Abel! Fuera de mi casa. —Paula, yo solo... Lo empujó y lo saco a la fuerza y no lo dejo hablar, le arrojó la puerta en la cara. Sé que todos los hombres que he conocido solo les importo el sexo y nada más. Me cambio de ropa y me acuesto, me siento agotada física y mentalmente, solo quiero perderme en mis sueños para dejar de sentir. Abel. Intento cambiar porque me siento atraído por Paula, pero siempre termino arruinándolo, soy un imbécil. Las dos chicas me acarician en el sofá de mi apartamento. Paula y su olor vienen a mí inmediatamente, puedo entrar en sus sueños ahora que ella esta dormida y consolarla. Tomo a la rubia de la mano se la llevo a mi habitación, pregunto por la castaña, pero la rubia me dice que se tenía que ir. Levanto la blusa de la chica mientras la beso y ella hace lo mismo conmigo, pero es como si mi cuerpo pudiera moverse solo mientras estoy con Paula. Paula. Abro los ojos y estoy en mi habitación, pero es de noche y alguien acaricia mi espalda. Me volteo asustada. —Tranquila, Paula. —Te dije que te fueras, tú también me haces daño. —¿Por qué te hago daño, Paula? Bueno, sé que soy un imbécil, pero hago esto solo porque es la única forma que puedo conectar contigo, aunque sé que también podría perderte. —No puedes perderme, nunca he sido tuya. —Lo sé, pero sabes que este es un sueño, podemos hacer lo que queramos y sin consecuencias, déjame hacerte el amor, Paula. Él besa mi ella y acaricia mi vientre. Tiene razón, es solo un sueño, nada malo puede pasar, más que al despertar lo olvide. —Quiero hacerlo, Abel. Él se coloca sobre mí y ya está desnudo. Acaricia sobre mis bragas mi humedad mientras me besa. Su lengua es como la recuerdo, sus besos son una combinación de suave e intenso a la vez. Siento su erección entre mis muslos. Me quito el sostén y lo arrojó al piso quedando solo en bragas, pero él me las quita y siento vergüenza al ver que están muy mojadas. —Mira como te humedeces, Paula. No sabes lo duro que me pones. Sus palabras hacen que mi sexo palpite y quiera experimentar su miembro dentro de mí. Pasa su lengua por mis pezones y muerde un poco, arqueo la espalda por el placer que esto me provoca. Baja lentamente dejando besos húmedos por mi vientre hasta llegar a mi sexo. Mueve su lengua sobre mi clítoris de arriba a abajo y coloco mis piernas sobre sus hombros como la vez pasada. Él abre mis pliegues con sus dedos y su lengua entra más profundo. —¡No pares por favor! —le pido. Él mueve su lengua más rápido y siento que me voy a correr en su boca, pero él se detiene. Se coloca entre mis piernas. —Quiero que te corras, pero conmigo, Paula. Me besa mientras siento un poco de presión en mi entrada, después un poco más, pero no me importa, el placer se ha apoderado de mí por completo. Entra poco a poco en mí y siento un placer que nunca pensé que podía sentir. Cuando esta casi por completo dentro de mí, comienza a embestirme lentamente mientras me besa. Trato de controlar mi respiración, pero me es difícil hacerlo. —No te contengas, Paula. Si quieres gritar hazlo, si quieres algo solo pídelo, quiero que tengas placer hasta que me pidas que me detenga. Él tiene razón, me estoy conteniendo por vergüenza, pero esto es solo un sueño erótico con mi vecino el cual odio y mantengo tensión sexual. —Más rápido —le pido. Él acelera sus embestidas y mis piernas tiemblan, mi abdomen se contrae y el orgasmo explota en mí, tiemblo bajo su cuerpo mientras él también acaba dentro mi. Él besa mi coronilla y después mis labios de forma sensual y lenta, disfrutando de nuestras bocas. Repentinamente abro los ojos y estoy temblando. Siento algo extraño y solo puedo pensar en él. ¡Otra vez no! Toco entre mis piernas y mi entrepierna esta completamente mojada por mis líquidos. Escucho a una mujer gritar. —¡¿Cómo me llamaste?! —No fue mi intención, pero no grites. —Mientras acabas dentro de mí me llamas por el nombre de otra mujer, ¿quién es Paula? Al escuchar mi nombre un escalofrío recorre mi cuerpo por completo. No puede ser tanta coincidencia. Mientras yo soñaba con él estaba pensando en mí. Tengo que buscar otro lugar para vivir y alejarme de este hombre o me volveré loca, o lo es peor aún, me voy a enamorar de él y no quiero sufrir. Intento escuchar más de la discusión, la puerta de Abel es arrojada con fuerza, sé que la mujer se fue y lo dejo solo. Volteo a todos lados, en mi sueño era de noche. Veo la hora y solo han pasado veinte minutos, es extraño. Aún pienso que alejarme sería lo mejor.
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