Después de todos los procesos me encuentro en el hospital, en la camilla, con las piernas abiertas. Elena y otra enfermera mirándome hasta el alma, sé que ellas están acostumbradas a esto, pero no me hace sentir menos incómoda. Abel toma mi mano y siento una fuerte contracción que me hace llorar. —Tranquila, mi amor, todo estará bien. Abella viene, respira. —Es hora, Paula. Puja, linda. Hago lo que me pide Elena. ¡Maldición! Nunca había sentido tanto dolor en mi vida, a penas puedo pensar, solo siento este dolor intenso que nunca había experimentado. Después de varios intentos la bebé sale y me siento tan tranquila, la escucho llorar y mi corazón late con fuerza. Abel corta el cordón umbilical. —¡Amor, es preciosa! Abel me besa y después Elena me muestra a la niña. No puedo exp