Justo cuando están por sentarse en sus asientos, el tobillo de Valentina se dobla de manera inesperada y pierde el equilibrio. Un pequeño gemido de sorpresa se escapa de sus labios, pero antes de caer, Declan reacciona con rapidez. La sujeta por la cintura y, en un movimiento instintivo, se deja caer en la silla con ella en su regazo.
Las mejillas de Valentina arden bajo la máscara. Agradece en silencio que su rostro esté cubierto, porque de otra forma, la vergüenza sería evidente para todos. Se queda paralizada, sin saber cómo moverse ni qué decir.
—Esto es cómodo —murmura Declan con un tono divertido, inclinándose apenas hacia ella—. Si quieres, puedes quedarte así toda la noche.
Pegada a su pecho, Valentina percibe el ritmo constante de sus latidos. Su respiración es tranquila, seren
