Alejandro, como de costumbre, no duerme en casa y ella lo prefiere así. Valentina ya se está acostumbrando a ese doloroso hecho, aunque en el fondo le pesa admitirlo: ellos jamás serán una pareja normal.
Por un instante ingenuo, creyó que las cosas serían diferentes; que quizá, entre copas, él decidiría darle una oportunidad, o que el alcohol le permitiría ver con claridad lo que ella siempre había visto. Pero no…
No solo se siente tonta e ingenua, sino también frustrada. Muy frustrada.
—Tal vez debo comprarme una de esas cosas de las que habla Sofía —murmura, riéndose de sí misma—. Funcionan con pilas y no te hacen llorar. Tampoco me van a poner los cuernos con mi hermana.
Sus padres llegan de improviso la mañana siguiente a su nueva casa, y desde el primer instante ella siente sus mi
