El amor prohibido de la esposa engañada.
Capítulo 1 – una esposa engañada.
Danica Rodríguez llevaba tres meses intentando tener un hijo cuando vio un mensaje en el teléfono de su esposo, Harvey Ross, de un contacto llamado “Camila Davalos”.
—Creo que mi nuevo camisón me queda un poco ajustado, ¿Por qué no vienes y compruebas si me queda bien? —decía el mensaje de Camila.
Adjunto al mensaje había una foto de una mujer con un camisón rojo de tirantes y escote en V profundo, dejando entrever parte de su pecho con una clara intención seductora.
Danica apretó el teléfono con más fuerza, deslizó el dedo hacia arriba y revisó los mensajes anteriores entre Harvey y Camila; todos eran estrictamente laborales, lo que la hizo fruncir el ceño.
”¿El mensaje habrá sido un error? ¿O…?”
Unas manos se deslizaron alrededor de su cintura desde atrás, sacándola de sus pensamientos, Harvey presionó su cuerpo cálido contra ella y le mordisqueó suavemente el lóbulo de la oreja.
—Cariño, ya me he duchado, ¿Quieres hacerlo en el sofá o en la cama?
Antes de que Danica pudiera responder, Harvey la levantó en brazos y la recostó en el sofá, inclinándose sobre ella con su imponente figura.
—Como no dices nada, yo elijo, lo haremos en el sofá —dijo Harvey con voz ronca y sus ojos reflejando un brillo ardiente que hizo que Danica se sonrojara al instante.
Danica ya era hermosa, pero el leve rubor en sus mejillas la hacía parecer aún más tentadora, como una jugosa fruta prohibida lista para hacerlo pecar.
La mirada de Harvey se oscureció, entonces se inclinó para besar a Danica, pero ella giró la cabeza repentinamente.
Percibiendo su resistencia, él la miró con confusión.
—Cariño, ¿qué pasa?
Harvey, que normalmente era decidido y no habría dejado de insistir hasta hacerla ceder, ahora la observaba con una mezcla de desconcierto y dolor, lo que ablandó momentáneamente el corazón de Danica, aun así, sin importar su mirada de cachorro, ella no podía olvidar la foto que acababa de ver en el chat con esa otra mujer.
Danica lo detuvo colocando una mano sobre su pecho y, con la otra, levantó su teléfono para mostrarle la pantalla.
—Explica esto primero.
Harvey echó un vistazo al teléfono y frunció el ceño de inmediato, sin dudarlo, tomó el dispositivo y marcó un número, la llamada fue respondida rápidamente.
—Señor Ross, ¿en qué puedo ayudarlo?
La expresión de Harvey se endureció y su voz se volvió gélida.
—No sabía que mi secretaria había empezado a ofrecer servicios adicionales a los clientes.
Hubo un momento de silencio antes de que la voz de Camila se escuchara, nerviosa y temblorosa.
—S-Señor Ross, lo siento, ese mensaje era para mi novio, debí enviárselo a usted por error…
—Si vuelve a pasar, recoge tus cosas y vete.
Harvey colgó y volvió a mirar a Danica con su expresión suavizándose, incluso mostrando un atisbo de remordimiento.
—Cariño, lo envió por error, si aún estás molesta, la despediré mañana, pero ya es tarde, no perdamos tiempo en alguien que no lo merece, no nos hemos visto en una semana… Tienes que compensármelo esta noche.
Harvey tiró de Danica para besarla, pero su ánimo ya estaba arruinado, aunque el malentendido se hubiera aclarado, ella no tenía ganas y lo apartó.
—Estoy cansada esta noche, continuamos mañana.
Un destello de decepción cruzó por los ojos de Harvey, pero no la presionó.
—Está bien, duerme tú primero, yo aún no tengo sueño, así fue iré al estudio a trabajar un poco.
—De acuerdo.
A mitad de la noche, comenzó a llover intensamente, aquel sonido de las gotas de lluvia contra la ventana despertó a Danica, quien extendió la mano solo para sentir el espacio frío a su lado, rápidamente ella miró el reloj—3:16 a. m.
Se preguntó si Harvey aún estaría trabajando.
Danica se levantó, se puso una bata y fue al estudio, pero lo encontró oscuro y vacío, su mano se aferró con más fuerza al pomo de la puerta, y su corazón se hundió.
De repente, su teléfono vibró, sobresaltándola en la silenciosa noche, era un mensaje de un número desconocido.
Danica tuvo un mal presentimiento, pues sabía que leerlo significaría un punto de no retorno para ella y Harvey.
Un trueno retumbó afuera, haciéndola presionar la pantalla por accidente.
[¿Sigues despierta? ¿Porque tu esposo no está contigo?]
[Me asusté por la tormenta y el apagón, y él vino a consolarme.]
[¿No quieres saber dónde está tu esposo?]
Las manos de Danica comenzaron a temblar incontrolablemente al leer los mensajes y el tono presuntuoso con el que estaban escritos.
Pasó un largo rato antes de que llegara otro mensaje con una dirección y una serie de números, Danica apretó los labios, tomó las llaves del auto y condujo directamente hasta allí
Cuando llegó a la villa, ya pasaban de las 4:00 a. m, ella ingresó el código y la puerta se desbloqueó.
Las luces de la sala estaban encendidas y desde la entrada hasta la puerta del dormitorio, había un rastro de ropa dispersa: un traje de hombre y lencería femenina, evidenciando la urgencia de sus actos.
Al ver el camisón rojo rasgado junto a la puerta del dormitorio, Danica sintió que todo aquello era absurdo.
A pesar de que la distancia entre la entrada y la habitación era de solo unos metros, el trayecto se sintió eterno, pero una vez de pie en el umbral, su cabeza comenzó a darle vueltas y se sintió mareada.
Con la mano temblorosa, empujó lentamente la puerta entreabierta.
La imagen de la cama desordenada y la pareja desnuda entrelazada, con su respiración entrecortada llenando la habitación, le atravesó el corazón, sobre todo porque Harvey estaba entrando en esa mujer mientras le repetía las mismas palabras que solía decirle a ella, a su esposa.
Danica sintió nauseas e incluso dejó salir un sollozo, pero ellos estaban tan absortos el uno en el otro que ni siquiera notaron su presencia.
La mano de Danica, aferrada al marco de la puerta, se puso blanca por la presión, dejando marcas rojas en su palma, había estado con Harvey durante ocho años, desde la universidad hasta el matrimonio, una pareja envidiada por todos, hasta ese momento, jamás había imaginado que él la traicionaría.
Ahora, la realidad le daba un golpe cruel, aquellos votos matrimoniales en los que él le habia prometido fidelidad, no habían sido más que una farsa.
Incapaz de seguir viendo aquella escena, Danica giró sobre sus talones y salió tambaleándose, ella condujo sin rumbo hasta que se detuvo frente a un bar y decidió entrar.
Cuando Valeria Weir, su mejor amiga, llegó al lugar Danica ya se había terminado dos botellas de whisky y su mirada estaba ligeramente perdida.
—Valeria… ya llegaste… —murmuró Danica.
Al ver que estaba rodeada por varios hombres, Valeria frunció el ceño.
—¡Todos ustedes, lárguense!
—No, ellos pueden quedarse… —murmuró Danica.
—¡Dije que se larguen! —espetó Valerie con firmeza.
Tras ahuyentar a los hombres, se sentó junto a Danica.
—¿Qué pasó? ¿Harvey realmente te engañó?
Valerie había sido su compañera de habitación en la universidad y había sido testigo de la relación de Danica y Harvey desde sus días de estudiantes hasta el matrimonio, ella había visto cómo él la trataba con cariño todos esos años, por lo que le resultaba difícil creer que la hubiera traicionado.
Al escuchar el nombre de Harvey, la mirada de Danica se apagó, y el dolor desgarrador la golpeó de nuevo.
—No quiero escuchar ese nombre ahora mismo.