Tomé mi abrigo y salí de ahí sin darle oportunidad de volver a hablar, caminé sin rumbo fijo con miles de preguntas, repasaba en mi mente desde la primera noche que la vi hasta el día de hoy logrando identificar el momento en que comenzó a fingir con la familia, luego conmigo y las formas en que había hecho esa transición con todos, pero no lograba quitarme la martirizante idea de la mentira. Es curioso, siempre eran las voces las que me torturaban y esta vez mi grito fue más estruendoso que la de ellas hasta el punto en que me pedían callarme, no querían aceptar la verdad de su engaño, para ellas lo que vivimos nosotros, solo nosotros, era real a pesar de todo, pero no para mí. Me encantaría decir que fue fascinante ser el verdugo de ellas por primera vez y aun así no era posible hacerlo