Kat-Kat

2725 Words
―Yo... No lo entiendo papá.― Declaró Katlyn. Su padre estaba del mismo modo que ella, con la incredulidad dibujada en el rostro y los ojos perdidos en la figura apenas corpórea de un milagro, aunque sin duda se sentía feliz. El día de ayer su hija estuvo en la estación de policías. Y el día de hoy había perdido 2 de su empleos, sin embargo, una familia italiana le había ofrecido trabajo en su propia casa y lo mejor... Con una paga jugosa. ―Almendrita... Es una oportunidad única, pero la decisión es totalmente tuya y sea lo que sea que escojas, yo te apoyaré, mi niña. Gracias a los cielos o alguna divinidad mística, Malena estaba en el parque con su novio cuando todo el show de Neo ocurrió. Le contó a su padre sobre mal trato que tuvo Katlyn y como la señora Darren, su horrorosa e insoportable vecina de atrás, armó uno de sus muchos teatritos. El padre de Malena, Adriano Bianchi, era un hombre amable al que le encantaba estudiar a las personas. Acompañó a su hija por Neo y por suerte se toparon a Katlyn en el camino, ahí decidió que para saber si la ayudaba o no, tenía que conocer las razones de la chica y entender un poco sobre su vida. Y finalmente conmovido por las tragedias, y más que nada por la actitud alegre y cantarina de Katlyn, le ofreció empleo en su propia casa, como la niñera y la ayudante general. ―Lo aceptaré.― dijo ella con una sonrisa en el rostro. Al señor Bianchi le dijo que iría a su casa al día siguiente para darle una respuesta. ―Esa es mi niña.― Su padre le dio un efusivo abrazo. Ambos estaban nerviosos, ya que la paga era bastante buena. ―Dios bendiga a ese hombre―susurró para sí mismo. Al día siguiente, Katlyn llegó hasta la enorme casa de la familia Bianchi. Su corazón latía a mil por hora, sus manos estaban sudorosas y no podía dejar de restregárselas en el pantalón. Estaba en la gran entrada de la residencia, mirando con ojos nerviosos la puerta blanca, que en ese momento se le antojó atemorizante. Se debatía entre llamar al timbre, o no. ―Lo haré. Puedo hacerlo. A mí nada me va a detener.― dijo casi gritando mientras se obligaba a acercar su dedo a la puerta, y de pronto, esta se abrió de par en par para mostrar a un niño que logró reconocer de inmediato. ― ¡Tobías!― gritó con fuerza mientras retrocedía un paso. El pequeño se carcajeó y la imitó.― ¡Kat-Kat!― Le sonrió con emoción y se balanceó de un lado a otro. ― ¿Kat-Kat?― preguntó ella. ― Si, Kat-Kat suena mucho mejor que Katlyn. ¿No te molesta que te llame así? ―No, para nada. Y tienes razón, suena mucho mejor. Tobías la hizo pasar y la llevó a la cocina donde la mesa estaba puesta para el desayuno. Katlyn se reprendió a sí misma. "No puede ser, están desayunando. Debí venir más tarde." Inesperadamente Malena la sorprendió.―Buenos días, Kat-Kat.― saludó mientras avanzaba hacia la mesa con un plato largo y lleno de fruta de varios colores y olores. El estómago de Katlyn gruñó hambriento. Ella sintió que su cara se enrojecía, pues el sonido de este se escuchó por toda la cocina. Tobías soltó otra carcajada― ¡Tiene hambre!― y salió corriendo por otros platos y cubiertos. ― ¡No, no, no! Así estoy bien, no se molesten. Por favor. ― ¡Andiamo! No nos molesta. Ven, siéntate con nosotros y comparte el desayuno. ― Malena habló con evidente diversión. Katlyn, siempre le había parecido demasiado inocente y vulnerable, no sabía explicarlo, pero la chica morena y de cabello rizado frente a ella le agradaba, y mucho. Katlyn se lo pensó un rato, pero su hambre pudo más.―Bueno... Si no es molestia. Con mucho gusto.―Declaró y se acercó a ayudar a Tobías con los platos. ―Entonces... ¿Aceptas el trabajo?― preguntó el señor Bianchi a sus espaldas, haciendo que se girará en redondo para centrar su atención en él. Guardó silencio por un segundo y al sentirse con el valor suficiente, habló. ―Si, por supuesto que sí. El hombre le ofreció una sonrisa cálida y la invitó a sentarse en la mesa. Durante el desayuno, que fue la comida más rica y placentera que había comido en bastante tiempo, le explicaron que es lo que haría y cuáles serían sus horarios. Ella estaba más que encantada. Todos era unas personas increíbles, inclusive Malena, quien al principio le parecía una niña mimada. Katlyn se sentía cómoda con ellos. ―Es hora de que les deje, me voy a las pizzerías.― El señor Bianchi se levantó de la mesa y se despidió de sus hijos. Le dio la bienvenida nuevamente a Katlyn y los dejó en la cocina. ― ¿Pizzerias?― Katlyn sin querer dijo lo que pensó en voz alta. ―Las Rinaldi pizza son nuestras, Kat-Kat. ― Tobías pegó un salto y abrió la alacena para tomar unas barras de chocolate. Mientras lo seguía con la mirada no pudo evitar decir otra cosa más ―¿¡Qué!? Pero... Si son como 10 o más Pizzerias en toda la ciudad. ―Son 12. Y si, papá las supervisa todas cada día. Le gusta que todo esté bajo control.― Le informó Malena. ―Woo, eso es muy impresionante. Se de muy buena fuente que son pizzas excelentes. ―Si... La gente lo piensa. Pero créeme que después de años de crecer con pizzas, ya no las ves igual.―Dijo Malena entornando los ojos. ― ¡Habla por ti, Leni! Yo amo las pizzas.― interrumpió Tobías mientras le extendía a Katlyn una de las barritas que había tomado. ―Gracias, Tobías. Poco después, Tobías salió de la cocina para jugar con Neo y Katlyn se quedó platicando con Malena. Ella le dijo que como estaban de vacaciones saldría con su novio y que Tobías y Neo serían sus únicos problemas durante el día. Cuando Malena se fue con un muchacho llamado Joel, Katlyn se quedó pensado, "Rinaldi pizzas.... pero ellos se apellidan Bianchi." Luego de fregar los platos y limpiar la cocina, salió para buscar a Tobías y preguntarle si quería algo. El jardín era una exquisitez, ya que estaba lleno de colores y fragancias, los árboles se erguían imponentes y una fuente en el centro le recordó a alguien... El muchacho del parque. Pero antes de que pudiera perderse en sus pensamientos, una bola peluda le saltó encima y la derribó. Neo se le montó sobre el pecho y le dio lametadas en la cara. ― ¡No! ¡Basta, por favor! ¡Basta!― chilló Katlyn con desesperación. ― ¡Hola, cuerda larga! ¡Hola! ― Le decía Neo mientras trataba de descifrar el sabor de su cara.―Sabes a flores. ¡Gua gua! ― ¡Neo, ven aquí!― Lo llamó Tobías y de inmediato soltó a Katlyn, dejándola ahí tirada llena de baba.―Kat-Kat, creo que le agradas mucho. No hace eso con otras personas. ―Si. Ya lo creo ― respondió con dificultad mientras se incorporaba tambaleante, tener tan cerca las fauces de Neo la había puesto bastante nerviosa. ― ¿Te gusta el jardín?― preguntó mientras extendía los brazos, casi como si quisiera abrazar a la naturaleza. Ella lo imitó― ¡Me encanta!― confesó y ambos comenzaron a reír. ―Mamá lo diseñó. Puedes explorarlo, es más grande de lo que crees. ― ¿Puedo?― inquirió mientras giraba la cabeza a sus alrededores. ― ¡Claro!― Y tras decirlo salió corriendo mientras llamaba a Neo, que como rayo veloz lo siguió. Créeme, ese jardín era el lugar más mágico y encantador que te puedas imaginar. Era como tener un pedacito del país de las maravillas, o quizá, un poco de la fábrica de Willy Wonka. Los olores de las flores eran muy agradables, ¡era casi como si te restregaran algodón de azúcar en la cara! Las aves cantaban con alegría y el sonido de la fuente se extendía por todo el lugar. Mientras ella se adentraba más y más, se daba cuenta que como Tobías le dijo, el jardín era más grande de lo que creía. Llegó al límite, donde una cerca de madera marcaba la separación de ese paraíso con el de la casa vecina. Cuando estaba por darse la vuelta y regresar con Tobías, Neo la sorprendió de nuevo. Katlyn volvió a temblar, pues su trauma y el recuerdo detallado de la experiencia que sufrió por su culpa, no le ayudaban más que a acrecentar su miedo. ―Ho-Hola perrito...―Dijo nerviosa mientras le extendía una mano para intentar tocarlo.―No me lastimes y yo... Yo te cuido bien y tú no me vuelves a arrastrar. ¿Trato? ― ¡Hecho!― Dijo con un ladrido que sobresaltó a Katlyn.―Oh no, tranquila cuerda larga. No temas. Nos cuidamos como manada. Neo se le acercó y dejó que lo tocara. El tacto de la chica le transfirió confianza y cariño. De pronto, Neo se quedó quieto y giró todo su cuerpo en dirección contraria. ― ¡Mi líder de manada me llama! ¡Gua, gua!―gritó extasiado y salió corriendo hacía unos arbustos en donde la valla de madera no alcanzaba a cubrir del todo, dejando un pequeño agujero por el que cabrias se pasabas acuclillado. ― ¿A dónde vas? ¡Neo, no!― y sin pensarlo salió disparada tras él. Pero no fue tan rápida y lo vio desaparecer por el agujero que había entre los arbustos. Katlyn esperó un rato, pero Neo no apareció y entonces se preocupó. Tanta fue su preocupación, que decidió cruzar por el arbusto y descubrió que había otra casa enorme. La casa del vecino. Entre dudosa y temerosa, se animó a avanzar y buscar a Neo. Ese jardín era un poco extraño, había montones de estatuas, hablamos de figuras humanas. Hubo una que llamó su especial atención, era la de una mujer que sostenía en sus manos un bebe, pero eso no le causó asombro, sí no más bien cierto nerviosismo, ya que la expresión que tenía la mujer era de melancolía. Al avanzar más y más, llegó a un pequeño kiosco blanco, con flores que colgaban del techo. Y de pronto, ahí estaba Neo. ― ¡Neo! ¡Vámonos de aquí antes de que alguien nos vea!―Lo llamó pero él solo la miró para luego ignorarla. ―Descuida, nadie los verá.― Le respondieron. Se quedó perpleja, avanzó un poco más y vio a un muchacho sentado en una banca a lado de Neo. Su corazón latió con fuerza al reconocerlo, sintió su cara roja como tomate y su respiración se entrecortó. ¡Era él! El muchacho del que se enamoró. ¡Era él! ―Ay Dios mío...― dijo mientras suspiraba. El muchacho se giró y la invitó a acercarse con un ademán muy sutil. ―Me llamó Sam, Sam Darren. Y entonces la cabeza de Katlyn se volvió un completo lío. "Ay por mi vida... Es más guapo de lo que recordaba. ¡Lo amo! Bueno es muy pronto, pero ¡Lo amo! ¿Qué hago? ¿Me acerco? Pues sí, obviamente, me acaba de invitar." ―Hooo-la.― Dijo nerviosa mientras se sentaba torpemente a su lado. Él le extendió la mano para estrechársela. "Woo, woo, woo... Esto va muy rápido. ¡Voy a darle mi mano!" Y al estrecharle la mano, se sintió como si flotara, su estómago se reveló con millones de mariposas. Su toque era cálido y al mismo tiempo fuerte. Esa, mi querido lector, era la mano de un caballero. ―Y ¿Cuál es su nombre, señorita?― Preguntó mientras Katlyn aún sostenía su mano. Parecía que a él no le molestaba en lo absoluto. Incluso aunque ella lo sostuviera con fuerza, ya que no quería soltarlo jamás. La pregunta la hizo reaccionar.―Katlyn, soy Katlyn Achebe.― dijo mientras se obliga a soltarle la mano y pensaba, "pero futura Katlyn Darren". ―Un placer señorita, Katlyn.― Ella tuvo que morderse los labios. Ya que escucharlo pronunciar su nombre casi le saca un grito de fangirl. "Ahora ¿qué le digo? Vamos piensa, piensa, piensa." Y sus ojos se cruzaron con los de Neo. Que curiosamente parecía tener una sonrisa perruna. ― ¡Uy...Ya huele a que está en celo con mi líder de manada!―anunció en un ladrido que nadie compendió, a excepción de ti y de mí. ― ¿Es tu perro?― preguntó el. ―No. Es de los Bianchi, yo trabajo para ellos.― Katlyn recordó lo del accidente en el parque. Y se sintió muy apenada. ―Sabía que tú eras la chica.― Y tras decirlo se giró, y entonces Katlyn notó que había un bastón del otro lado. ― ¿La chica? ― Acertó a decir. ― Si, la chica del parque. La del perro loco.― y movió su mano hacia Neo que se dejó tocar sin problema.―Este perro loco. A Katlyn se le vino el mundo encima, la recordaba, y eso la puso tan feliz, pues el chico de sus sueños le había prestado atención (como si con todo lo que pasó en el parque no fuera suficiente) y también, se sentía terriblemente avergonzada de haber causado tal alboroto. ― ¡Lo siento mucho! ¡Era mi primer día con Neo y salió disparado! ¡Tiene más fuerza que yo!― pero él le puso un dedo en la boca para apaciguarla, con una movimiento tan ligero y tierno, que hizo que ella abriera lo ojos como platos y se pusiera más nerviosa aún. ―Tranquila, señorita. No pasa nada.―Y le ofreció la sonrisa más sensual y tierna que jamás vio en su vida. Katlyn se quedó en shock, su corazón se le iba a salir del pecho. Este muchacho la iba a matar de amor, si eso era posible. ―Bueno señorita, creo que los llaman.―Dijo mientras Neo movía sus orejas y se levantaba. ― ¡Gua gua! ¡Cuerda larga, nos llama mi mejor amigo!―se dirigió a Katlyn. Ella no comprendió― Pero... ¿Quién?― Le preguntó a Sam. ―Tobías los está llamando, escucha.― Ella agudizó el oído y solo cuando lo hizo escuchó a Tobías. "¡Kat-Kat! ¡Neo! ¿Dónde están?" ―Es verdad. ¡Qué buen oído! ―Gracias, señorita.― Sam se levantó y tomó el bastón que estaba a su lado. "Aguarda... Eso. ¿Eso es un bastón para invidentes?" Pensó Katlyn. Y en ese momento notó que Sam aún tenía los lentes de sol... Aunque ahora dudaba que fueran solo lentes de sol. ―Sam...― Lo llamó con voz temblorosa.― ¿Puedo llamarte Sam?―corrigió avergonzada y con las mejillas coloradas ante tal atrevimiento. ―Por su puesto. Solo si yo también te puedo llamar Katlyn. ― Acarició su nombre con ese tono tan amable, dulce y caballeroso. Fue tanta la emoción que sintió ella que mordió sus labios para evitar gritar. Le tomó un par de segundos reponerse para darle una respuesta. ―Eso me gustaría mucho.― Dijo sonriente. Y le dedicó una mirada llena de cariño. Aunque de inmediato la apartó por pena. ―Entonces, tienes una pregunta para mí...― Sam hizo una pausa para volver a acariciar su nombre al pronunciarlo ― Katlyn. "¡Vas a matarme Sam, vas a matarme!" ―Tus... Tus lentes ¿son lentes de sol?― ella pudo notar como su ceño se fruncía y esbozaba una sonrisa. ―Ya veo... Lo que realmente quieres saber es si soy ciego. ¿Cierto?―Ella no contestó, estaba más que acongojada por ser tan irrespetuosa con él. Y más porque Sam supo perfectamente lo que quería preguntar. Hubo un silencio entre los dos y nadie dijo nada. Hasta que Sam se acercó a ella y con cautela le tocó un hombro. ―Soy ciego, Katlyn.
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