Capítulo 3. Mi nueva vida

3052 Words
Capítulo 3. Mi nueva vida POV ANDREA Chicago, Illinois. Han pasado dos años desde que me asenté aquí en la ciudad. Desde que decidí echar raíces por fin y todo, gracias a Cam. No sé qué habría sido de mí esa noche tan fría en la que quise acabar con mi vida, con el dolor y con la angustia de vivir día a día escapando del terror, si ella, que llegó con su luz arrebatadora, justo a demostrarme que no estoy sola. Ella me recuerda a mí, o bueno, a lo que era antes de estar sumergida en esta carrera eterna. Camile me rescató de la soledad. Me hizo sentir que realmente puedo tener una amiga, aunque por su bien, ella no conoce la verdad. Sé que soy egoísta. Ella me ha brindado todo lo que ha podido y en cambio, yo solo le he dado mentiras, tras mentiras. No sabe ni siquiera mi nombre real, ni mi historia. Por su bien he tenido que ocultarle todo. No porque no confíe en ella, creo que a lo largo de los años se ha ganado a pulso mi confianza, sino, para mantenerla alejada de todo lo que me persigue. —¡Bonnie, mantén la guardia arriba! —me grita mi entrenador cuando ve que me distraigo. Me cuesta asimilar que es conmigo porque no me adapto a este nuevo nombre, aunque llevo usándolo por todo este tiempo. Levanto mis manos a la altura de mi rostro, cubriéndome, mientras espero su ataque. Muevo mis pies por el ring de boxeo con agilidad. Una, que antes carecía y que he aprendido con él tiempo. —¿Qué te pasa preciosa? —empieza a fastidiarme Albert— ¿Dónde tienes la cabeza hoy? Si él supiera… Hoy se cumplen dos años de ese día. Una fecha que jamás olvidaré. El día en el que le arrebaté la vida a alguien. Creo que es algo que se te queda tatuado en la piel, algo que jamás puedes olvidar y que debes cargar contigo por el resto de tu vida. Aunque haya sido en defensa propia, le he arrebatado la vida a alguien y eso es algo que me persigue. —La mía, sobre mi cuello… La tuya, la puedo tener entre mis piernas, si quieres —le guiño un ojo para molestarlo y lo veo negar con la cabeza. —Si no me gustara lo mismo que a ti, créeme que, con todo gusto, preciosa. Pero me gustan las vergas grandes y venosas —me sonríe. —Esas son las mejores —lanzo un golpe que él esquiva y maldigo por lo bajo—. Pero si quieres y consigues una, podemos compartirla. —Soy demasiado celoso en la cama, Bonnie. —Yo también, Albert querido —lo repaso con la mirada— ¿Quién diría que un bombón tan bien envuelto como tú y tan atlético estaría en nuestro mismo bando? —¿Qué te puedo decir? Me cansaron las que mujeres que no se callan y no se ponen a lanzar los malditos puños como las enseño. Me rio y lanzo una combinación con mis puños, acertando al menos uno. —¿Les falta demasiado? —puedo oír la voz de Cam cerca de las cuerdas del ring— Tengo mi cita hoy y recuerda que prometiste reemplazarme. Tienes que llegar a tiempo para el ensayo o la fiera nos la va a armar grande. —Déjame tirar a esta engreída a la lona y la dejo libre para ti, Cam. —Eso les puede llevar el resto de la tarde y tienes que prepararte Bonnie y tú, debes estar en la barra más temprano hoy, Albie. Recuérdalo —suelta un suspiro bastante fuerte cuando nota que la ignoramos un poco—. Además, la necesito sin ningún moretón, necesita estar perfecta para esta noche. Refunfuño un poco, pero le hago caso. Bajo los guantes y Albert también, porque sabe que cuando Cam se pone de esa forma, es capaz de bajarme ella misma del ring con tal de que esto pare y la escuche. Tiene demasiado tiempo esperando por esta cita, está tan emocionada y nerviosa y yo, no pienso arruinárselo. —¿La bruja sabe que voy a reemplazarte? —No, pero Sergi lo sabe y es más que suficiente —Mi mejor amiga empieza a mover el pie mientras yo me deshago de mis guantes y del resto de mi indumentaria—. Vamos Bonnie, no se nos puede hacer tarde, tengo que prepararte después del ensayo y quiero llegar a tiempo a mi cita. Salimos del gimnasio y mi cuerpo se resiente un poco, pero ya acepté y yo misma sé que debí quedarme en casa y descansar, en vez de venir aquí si sabía que ya le había dicho que sí y sabía que tenía que bailar esta noche. Pero no puedo no venir. Esto es lo único que me hace sentir segura, lo único que me hace sentir que, si alguna vez pasa algo, puedo defenderme. Estar sobre el ring, me hace sentir tranquila y eso, lo necesito hoy más que nadie. Entramos por la puerta trasera del club y ya todas las chicas están ensayando sus pasos. Freya, la encargada de las mujeres que dan el espectáculo, nos mira de arriba a abajo antes de empezar a negar. —No, Camile. Otra vez no. La última vez no se aprendió los pasos. Habla de mí como si yo no estuviera aquí presente. —Pero bailó muy bien y atrajo bastante público, no puedes quejarte porque parte de nuestras ganancias van a tu bolsillo y Bonnie sabe cómo sacar dinero. —Pero hace lo que quiere, no se pone la misma ropa que todas las demás y siempre anda con sus looks nada que ver —menciona con su voz molesta y yo solo quiero cerrarle el pico. —Nos interesa el dinero, ¿no? —la interrumpo enarcando una ceja—. Sabes bien que cuando me subo al escenario, recaudo lo suficiente, Freya. Si crees que el público estará contento con una bailarina menos, pues yo no tengo problema en servir tragos como todas las noches, igual y me saco buenas propinas, tú eres quien sale perdiendo. Le paso por un lado para salir de aquí e irme a la barra a hacer algo con Albert, que ya debe venir en camino, pero ella me detiene, apretándome el brazo con más fuerza de la necesaria. —Solo no vayas a meter la pata, porque hoy sí que rodarán cabezas ¿Entendiste? —habla con los dientes apretados. —Si vas a amenazarme, mejor no. Sabes que no estoy para eso —le hablo en el mismo tono, porque ninguna de las dos nos soportamos. —Sergi sabe que ella va a bailar, Freya y no puso peros, ¿Por qué tú sí? —Porque hoy viene el puto jefe y hoy es mi oportunidad para que me mire y no quiero que crea que no hago bien mi trabajo dirigiendo a las chicas gracias a Bonnie. —¡Mierda! —murmura Cam y comienza a negar preocupada. —¿Entiendes por qué estoy siendo una perra hoy? «¿Hoy? ¡Ja! Que equivocada está Freya, si ella es perra todos los días». —Podría llamar y cancelar —oigo murmurar a Cam y niego, soltándome del agarre de Freya y arrastrándola a un lado para que nadie oiga nuestra conversación. —¿Qué demonios te pasa? Tienes semanas planeando esto, no vas a cancelar. —Tu no conoces al jefe, Bonnie. Aunque técnicamente yo tampoco, pero cuando él viene, el ambiente no es el mismo… todo es mucho más pesado. No entiendo como Serguéi me dio permiso si sabía que él venía hoy. —Estas exagerando, Cam. Te vas a ir a la maldita cita y la vas a disfrutar que yo voy a tener todo aquí bajo control —le aseguro. —Pero… —Incluso a la perra de Freya voy a tener bajo control. Ahora calladita y déjame practicar para que esto salga lo mejor posible —prometo sin dejarla hablar para que no me llene de excusas. Sigo los pasos de las chicas lo mejor que puedo. No soy mala bailando, pero siempre me parecen estúpidos los pasos que incorpora Freya a la coreografía y trato de apegarme a lo que dice al menos por ahora, para que no ponga peros. Después de toda una hora de ensayo, al fin Freya ha quedado satisfecha con lo que ha salido y nos manda a arreglarnos. Si ella no se estuviera acostando con Serguéi, no tuviera el puesto que tiene hoy, pero como se acuesta con el encargado de todo esto, no queda más que soportarla lo más que se pueda. —¡Vamos, que es tarde! —Cam me toma de la mano y me arrastra a los camerinos, bueno, si así puede llamársele a este espacio tan pequeño. —¿Estás nerviosa? —empiezo a molestarla. —Si, pero ahora estoy más nerviosa por ti que por mí —esta seria. Cosa que es rara en ella. Busca entre las pelucas y me las muestra— ¿Rubia o pelirroja? —Rubia —elijo, solo para joderle la oportunidad a Freya de ser la única rubia hoy en la noche. Dejo que ella me prepare y ajuste bien la peluca en su lugar. Pongo los lentes de contacto que ocultan el color de mis ojos y me visto con una traje más recatado del que ella usa normalmente. —Preciosa como siempre —me halaga mi mejor amiga mientras me retoca el labial—. Aunque te verías mejor sin todo esto. —Ya sabes porque debo usarlo —le recuerdo. —Porque tienes un maldito ex super obsesionado contigo que no deja de buscarte y al que no quieres denunciar —me repite la mentira que tanto le he dicho. —Ya sabes que no puedo —le recuerdo. —Sí, porque el maldito tiene dinero y está por encima de la ley —se aleja para verme mejor y luego, se cruza de brazos—. Odio a los hombres —menciona antes de soltar un suspiro y yo, me rio a carcajadas. —Pero estás a punto de encontrarte con uno. —Si, pero igual los odio. Aunque lo que tengan entre sus piernas me guste más de la cuenta. Nos despedimos y ella me recuerda mantenerme alejada del jefe que no conoce y que, cito sus palabras, tampoco quiero conocer y me quedo sola. Me miro en el espejo y no me reconozco. Me siento más tranquila siendo alguien diferente, pero justo hoy, me siento más nerviosa con respecto a mostrarme en público. Tomo un antifaz y me lo ajusto bien. Me miro y me siento un poco más segura. Paso el resto de la noche hasta que es nuestro turno practicando. Para que Cam no se gane una riña por mi culpa, pero apenas salgo de aquí, me gano una mala mirada de Freya. —Quítate esa estupidez de la cara —me habla con brusquedad y hace un ademán para quitármelo, pero la detengo. —Ni se te ocurra tocarme o vas a conocerme de verdad —hablo con los dientes apretados. Ella se ríe, pero antes de que abra la boca, Albert abre la cortina avisándonos que es nuestro turno. Ella se apura para salir encabezando la fila y yo me rezago para quedar al final. Los nervios me invaden al oír los vítores de las personas y me armo de esa valentía que me ha tocado tener para todo. Me subo al escenario que hay en medio del club y bailo. Hago lo mejor que puedo y me dejo llevar por la música. No me importa lo que hagan ellas. Yo me dejo guiar por el ritmo y sé que les gusta a las personas por cómo reaccionan y cómo llueven los billetes de mi lado. La música acaba y yo, puedo respirar tranquila cuando Albert me toma de la mano para ayudarme a bajar. La tortura ha acabado y como no tengo que servir tragos, puedo irme en paz a casa o al menos, es era lo que creía hasta que bajé el último escalón del escenario. —Vienes conmigo Bonnie —Serguéi me toma del brazo y me aleja de todos. —¿A dónde carajos vamos? Terminé mi trabajo por hoy —le doy réplica, aunque sé que no le gusta, pero él me aleja más de las personas. Lo veo pasarse las manos por la cara, en un gesto de desesperación y se detiene, obligándome a hacer lo mismo. —A ver… sé que tú no haces esto, Bonnie, pero no tengo opción —frunzo el ceño sin entender—. El jefe quiere verte. Quiere un baile privado… —¿A qué te refieres con un baile privado? Yo no soy una puta y no voy a acostarme con nadie —le soy clara. —A él no es un tipo al que se le pueda decir que no, preciosa. Tu solo baila, no creo que esté dispuesto a nada más hoy. No está muy conversador. Pero no le digas que no, Bonnie. Si quieres seguir con vida. «¿De verdad? ¿Más de un año trabajando aquí y vengo a encontrarme con que el dueño es un puto loco que puede meterme un tiro y sabrá Dios en qué mierdas estará metido? no, no… en definitiva soy un imán para las desgracias». Me trago los nervios que se me acumulan en el pecho y controlo con unas cuantas respiraciones el temblor de mis manos. Lo primero que me dijo Cam fue que me mantuviera lejos de este hombre y aquí me tienen, a unos pasos de estar en un área VIP con él. Si antes he estado en situaciones en las que mi vida está en riesgo y he logrado salir ilesa. Sé, que hacer un baile será suficiente para que esto se acabe y pueda irme a casa. Me dejo guiar por Serguéi a uno de los apartados VIP. El que está más alejado de todos y casi en la penumbra. Las telas que hay en el lugar se mueven gracias a los pequeños ventiladores y puedo notar solo una sombra de un hombre bastante grande sentado en uno de los sillones. Ni siquiera miro hasta donde él está y me dirijo al tubo que se encuentra a un metro de mí. No hay una música diferente más que la que suena en todo el club y agradezco que justo ahora, sea algo bastante movido. Cierro los ojos y me dejo llevar. Moviendo las caderas, deslizándome por el tubo como Cam me ha enseñado. Me muevo como si mi vida dependiera de ello, porque según lo que me ha dejado entrever Serguéi, así es. Bailo no sé por cuantos minutos y estoy orgullosa de mí misma y de lo que hago. Porque independientemente de qué deba hacerlo para el jefe máximo de este lugar, lo que estoy haciendo me satisface más a mí misma. Bailo sin descanso durante al menos cuatro canciones. Sin recibir un gesto o una palabra de su parte. Pero ya me estoy cansando. No estoy acostumbrada a esto. Sé que no puedo dejar de bailar. No sé cuan loco es este tipo, pero dudo que vuelva a aparecerme en el bar si andan metidos en cosas turbias. Bastante tengo con lo turbio que es todo a mi alrededor como Andrea Rouge, como para añadirle más peso siendo Bonnie. Me muevo dejándome llevar por mis emociones, pero sobre todo por la rabia. Se supone que aquí me sentía tranquila. Que aquí había hecho amigos y que podía tener un trabajo normal, pero ahora, me entero de algo que arruina todo lo que me he esforzado en formar y eso, me llena de rabia. Caigo de rodillas y muevo las caderas. Cómo si estuviera cabalgando a alguien, aunque eso no sucede desde hace demasiado tiempo. Me muevo y mis piernas comienzan a temblar, pero sigo sin parar hasta que veo que lanza un objeto que cae a mis pies. Lo miro bien y noto que es brillante. Me agacho para recogerlo y veo que es un puto reloj de oro que me garantizaría al menos varios meses de renta y un par de cosas más si pudiera empeñarlo, pero no entiendo porque lo ha lanzado. —Se le ha caído esto —mi voz suena más grave de lo normal. Supongo que es por los nervios, es la única explicación que consigo y me acerco para entregarle su reloj. Veo como la sombra se mueve un poco y noto claramente noto el arma que tiene entre sus manos y me apunta. «¡Mierda!». Me paralizo un poco. —Es tu paga. Puedes marcharte —habla una voz ronca, con un acento ruso que hace que se me erice la piel. «Calma, Andrea. No todos los rusos son él. Serguéi te trata bien. No todos son una mierda». Veo el objeto entre mis manos y trago grueso. «¿En serio me ha dado un puto reloj de oro como paga? Este tipo sí que está loco, pero ¿Quién soy yo para cuestionarlo?». Asiento, le agradezco y me marcho rápido, antes de que este loco cambie de opinión. Serguéi me espera a los pies de la escalera y me detiene. —¿Te ha dicho algo? ¿Todo ha ido bien? —el hombre parece genuinamente preocupado. —No, solo me ha pagado y me ha dejado marchar —eso parece relajarlo—. Por cierto, me voy a mi casa y no me esperes nunca más. Eso lo hace fruncir el ceño. —¿Qué mierdas dices? —No puedo estar aquí si estás involucrado en algo que puede atraer polis, así que mejor renuncio. Serguéi sonríe y se lleva el trago que tiene en su mano a los labios. —Bonnie preciosa. Ve, descansa y mañana vienes a hablar con claridad. Ya vete, vete —me despide con un gesto en la mano y me marcho. Pero lo hago para no volver, porque soy demasiado cobarde como para arriesgarme a equivocarme una
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