POV ANDREA
Llego al pequeño departamento que comparto con Camile y me encierro en mi habitación. Estoy dentro llena de desesperación, no puedo quedarme quieta, así que mientras pienso, estoy caminando de un lado a otro.
Me he metido en la boca del lobo, sin siquiera saberlo.
Porque puede que él no sea el desalmado que me busca, pero estoy más que segura que está vinculado con ellos.
Mi cabeza comienza a trabajar, creando distintos escenarios.
¿Y si todo esto es una trampa?
¿Y si él orquestó todo esto?
¿Y si Camile…?
No… ella no me haría esto. Ella ni siquiera sabe quien soy, es injusto dudar de ella, cuando lo único que ha hecho es ayudarme, apoyarme, como la hermana que nunca tuve.
—¡Dios! ¿Qué voy a hacer? —me paso la mano por el cabello, desesperada.
Saco una pequeña maleta que compre, por si llegaba este momento.
Necesito pensar con claridad y seguir aquí, no será una buena idea.
Guardo lo esencial. No pienso cargar con nada extra porque ni siquiera sé a dónde voy. Solo sé que necesito marcharme.
Me cambio de ropa, pero mantengo la peluca y los lentes de contacto. No puedo arriesgarme tanto. Escucho golpear algo en el suelo.
Veo el reloj que recibí como paga por mi baile. Ese que fue lanzado a mis pies y que me hizo escuchar ese acento que me hizo estremecer.
Durante el camino, intenté pensar si quizás era la misma voz. Si había algo parecido.
Pero mis recuerdos del único encuentro que he tenido y espero tener con ese animal.
Pero todo sucedió tan rápido, que lo único que recuerdo bien, es la vida que arrebaté en ese momento.
Recojo el reloj del suelo y lo detallo mejor. Me doy cuenta de que no es solo oro, sino que tiene diamantes incrustados y pienso que, este puede ser mi boleta de salida porque mis ahorros, no son suficientes.
Levanto la alfombra de mi habitación y alzo el trozo de madera floja del suelo. Saco la caja con los billetes. No debe haber más de tres mil dólares, pero puedo pasar a la casa de empeño antes de ir a la estación de autobuses.
Tomo la identificación falsa y me maldigo por esto.
Por tener que escapar otra vez y peor aún, por irme sin siquiera despedirme de mi mejor amiga.
Soy una estúpida por creer que, esta paz se prolongaría por mucho tiempo.
Soy una idiota por echar raíces en un lugar y encariñarme con personas cuando sé que mi cabeza tiene un precio.
Salgo de la habitación con mi maleta en mano, porque no tengo tiempo que perder.
Pero me paralizo al oír como la puerta se abre y temo que quizás me hayan seguido hasta aquí para matarme.
Nadie me garantiza que cualquier ruso que esté metido en malditos problemas no trabaje directamente con él.
Camille entra con una sonrisa y noto que no viene sola, un hombre viene detrás de ella, pegado a su cuello como si fuera un vampiro.
Apenas ella me ve, se detiene en seco.
—¿A dónde vas? —me mira de arriba a abajo y se enfoca en la maleta que tengo en la mano.
—Cam, yo…—titubeo porque no sé cómo explicarle lo que sucede—. Tengo que irme.
—¿Vas a dejarme? —su voz se quiebra—. Pensé que ya habíamos superado esto juntas, que podías contarme si pasaba algo, no irte de esta forma sin despedirte.
Veo una lágrima caer sobre su rostro y no puedo juzgarla por eso, porque esta no es la forma correcta de irme.
—Tengo que irme, Cam.
—¿Por qué? Si todo estaba bien, ¿Qué pasó?
Miro al hombre detrás de ella, quien no deja de oler su cabello y me quedo callada.
Veo como le susurra algo al oído y ella gira los ojos.
—Tengo que irme, Camile.
Avanzo, pero ella se queda en la puerta.
—Tu si tienes que irte —ella le dice al hombre que vino con ella.
—Pero…
—Fuera —lo empuja y le cierra la puerta en la cara antes de volverse a mí— ¿Es él? ¿Ha vuelto? Podemos defender, Bonnie. Podemos hacer algo. Eres la única familia que tengo, mi única amiga… sé que suena tonto, pero antes de ti no tenía a nadie. No quiero perderte.
El nudo en la garganta se hace más grande con sus palabras y tengo que respirar profundo para no echarme a llorar.
—No puedo arriesgarme ni mucho menos arriesgarte a ti. No me pidas que te cuente más, no me pidas quedarme. Sabes que no puedo, Camile.
—¡Déjate ayudar, Bonnie! —se acerca a mí y me toma de las manos con fuerza—. En estos dos años hemos estado la una para la otra. Te he demostrado que estoy contigo, ¿Por qué no confías en mí? ¿Por qué te cuesta tanto? ¿Crees que no lo noto?
Sé que lo hace, no es una idiota y todo este tiempo ha preferido guardarse sus dudas y solo apoyarme.
—Creo que él ha vuelto… —mi voz apenas es un susurro, porque una parte de mí cree que si lo digo en voz alta, podrá escucharme.
—¿Cómo lo sabes?
No puedo decirle la verdad. Aunque la quiera demasiado y confíe en ella. Y es que esto es lo que tienen las mentiras. Nunca es una sola. Cuando dices la primera, se forma una cadena de mentira tras mentira y todo se vuelve más grande. Más pesado.
Así que vuelvo a mentir… una mentira a medias. Por su bien y porque no puedo perder más tiempo.
—Mi ex trabajaba con rusos peligrosos, yo no sabía que el dueño del club pertenecía a esa gente.
—¡Mierda! —se lleva una mano al pecho, evidentemente asustada—. Yo no sabía… de haberlo sabido no te habría llevado a trabajar ahí, perdón Bonnie. De verdad, yo traté de mantenerte segura, al margen de todo. Creí que ahí estarías segura, porque Sergi nos cuida a todas, nos protege, jamás pensé… —suena desesperada. Asustada, pero sé que esto no es su culpa.
—No te culpo, Cam. Yo no te conté estas cosas, debí decirte más, debí contarte esto al menos, lo lamento tanto —la abrazo con fuerza. Abrazo a la hermana que me regaló la vida y a la que debo proteger, aunque eso implique alejarme de ella—. Después que oí al dueño del club, después de la advertencia que me dio Sergi. Mi cerebro conectó todo y aunque, hay una posibilidad de que ni siquiera estén conectados, no puedo arriesgarme.
—Entonces déjame ir contigo, Bonnie —se separa de mi abrazo y me mira a los ojos con determinación y lágrimas en ellos—. Podemos comenzar de cero juntas, no hay nada que me ate aquí.
—Amas tu trabajo y acabas de tener una muy buena cita, tienes un hogar aquí. Amigos, Cam. Aunque lo niegues, no puedo arrastrarte conmigo a algo inseguro. Porque ni siquiera yo misma sé a dónde iré.
Camile me da una mala mirada, mientras hablo, niega desesperadamente.
—Trabajos y vergas puedo conseguir en otro lugar, incluso mejores que las que tengo ahora —su comentario hace que las dos nos echemos a reír y que el ambiente se tranquilice un poco—. Pero a otra Bonnie, ¿Dónde la voy a conseguir? Esos amigos que dices que tengo, los tengo gracias a ti, recuerda cómo era antes de ti, tu me salvaste y no yo a ti cómo tanto lo repites.
Cam no deja de repetir eso y en cierto modo, sé que ambas hemos sido el salvavidas de la otra, pero me da pena tener que arrastrarla a eso.
—Por favor, por favor —susurra mientras junta las manos y me hace pucheros de esa forma que sabe que no me puedo resistir.
Me le quedo viendo un rato y ya he tomado una decisión antes de decir nada, porque no puedo hacer otra cosa más que esa.
—¡Está bien! —accedo girando los ojos—. Pero no vamos a cargar con demasiado y tienes diez minutos para hacer la maleta o te dejo —la amenazo.
—¡¿Solo diez?! —abre los ojos sorprendida.
—Nueve con cincuenta y ocho y contando —le respondo con una sonrisa.
Sé que es una locura, pero no la estoy obligando. Además, creo que será bueno no estar sola, para ambas.
Camile me abraza fuerte mientras me llena la cara de besos mientras me agradece, cosa típica de ella aunque diga que no es así y yo la dejo, porque en medio de este terror, hacerla sentir bien, me hace sentir bien a mí en medio de este caos.
Un golpe sordo en la puerta nos hace callar nuestro momento de celebración.
Ambas nos quedamos calladas y nos miramos a los ojos.
No hay más que miedo en mis ojos, no puedo ocultarlo, pero Cam me calma.
—Tranquila, ha de ser ese tonto necesitado que se ha devuelto. Ya lo despacho yo —me guiña un ojo, pero yo la detengo.
—¿Y si no?
—¿Alguien te siguió? —me pregunta y yo niego.
Estuve muy al pendiente de eso.
—Entonces tranquila, pero si quieres estar más segura, ve a tu habitación ¿Sí?
Le hago caso y cierro la puerta mientras me llevo una uña maltratada a la boca y comienzo a morderla en mi nuevo mal hábito.
Pego la oreja de la puerta y oigo la conversación que hay afuera.
—¿Qué haces aquí? —oigo la voz de Cam y me tranquilizo un poco.
Es alguien conocido por el tono de voz que usa, así que mi cuerpo se relaja cuando me doy cuenta de que debe ser el mismo tipo para que ella le hable así.
—¿No puedo hacer una visita de cortesía? —esa voz la reconozco bien y toda relajación que había en mí, se esfuma igual de rápido que como llegó.
—Nunca lo has hecho, así que permíteme sorprenderme, Sergi —ella trata de mantener un tono de voz calmado, pero no sé si lo está logrando del todo.
—¿No me vas a invitar a pasar? —Puedo oír la risa de Cam, al otro lado de la puerta.
—No tengo ganas, Sergi. ¿Por qué no vuelves al club y vas a hacer lo que siempre haces con Freya?
—¿Celosa, bebé? —el tono de voz es bajo, sexy, uno que no había escuchado entre estos dos.
—¡Ja! Ya quisieras. Ya lárgate, estoy cansada, acabo de llegar y quiero dormir.
—¿La cita fue tan mala que planeas irte o tan buena que te vas con él? —pregunta Sergi y sé que he metido la pata.
—¿De qué hablas?
—De esa maleta que está allí, ¿A dónde vas, bebé?
—Eso no es asunto tuyo —le suelta Cam.
—¡Uy! Me gusta cuando te pones así —oigo unos pasos y sé, qué él ha entrado a pesar de la negativa de mi amiga.
—Ya te dije que te fueras, Serguéi —usa su nombre completo, cosa que muy pocas veces hacemos, porque él suele ser amable con ambas.
—¿Y Bonnie? —pregunta como si nada—. Salió del club a toda prisa, pensé que estaría aquí.
—Ni idea —puedo imaginar cómo se encoge de hombros, cómo cada vez que usa esa frase.
—No me mientas, Camile… Algo pasó entre ella y el jefe, porque ha pedido verla.
Siento que el corazón se me va a salir por la boca. Las manos me tiemblan y sé que necesito buscar una salida.
«¿Y si me descubrió? ¿Y si trabaja con ese loco de mierda? ¡Carajo! Estoy perdida».
Veo la ventana de mi habitación. No hay escaleras de emergencias, pero estamos en el primer piso. De seguro que no me pasará nada si salto desde aquí.
Traigo mi dinero encima, gracias al cielo no lo puse en la maleta y sé, que Cam tarde o temprano me perdonará por dejarla atrás y lo entenderá.
—Ya te dije que no sé nada, Serguéi —escucho a mi mejor amiga y aprovecho su pequeña discusión para alejarme y salir por la ventana que por suerte está abierta.
Pero me detengo cuando escucho un sonido que conozco bien.
El de un arma siendo cargada.
—No suelo ser así contigo, Cam. De todas las chicas, tú eres la que mejor me cae. Incluso mejor que Freya. No me obligues a hacerlo ni a elegir, porque tengo mi lealtad bien clara.
Puedo ver la escena que ocurre detrás de esa puerta con claridad. Sé que le está apuntando con un arma.
Sé que mi mejor amiga, a quien debo proteger, está en riesgo por mi culpa.
—¡Baja el arma, Serguéi! —Cam le grita—. No sé dónde coños está Bonnie.
Oigo un disparo que me hace encogerme de hombros mientras que mi corazón se desploma.
«No… Cam no».
—El próximo va para ti si no me dices dónde está tu amiguita, bebé —oigo su voz cortante como filo y actúo.
Porque no pienso cargar con otra muerte en mi consciencia. Ya han muerto personas por mí culpa, para cuidarme. No puede volver a ocurrir.
Abro la puerta y veo la escena, Serguéi tiene tomada del rostro a Cam quien lo mira desafiante.
—Ahí estás… —sonríe cuando me ve— ¿Tenía que llegar a esto? —Mira a Camile con algo que no distingo en su mirada y ella lo aparta de un empujón.
—¿Qué quieres? Te dije que me iba, déjame en paz.
—El jefe quedó encantado contigo y quiere volver a verte.
—Por mí que se vaya a la mierda. Ahí está Freya, ella de seguro estará contenta de servirle.
—¿A caso no entendiste preciosa? Te quiere a ti —menciona mientras se guarda el arma detrás de su espalda.
—Pero yo no quiero ir. Es más, renuncio. Ya déjame en paz, Serguéi.
Él se ríe, como si lo que hubiese dicho es algo gracioso.
—¿Y quién dijo que te estoy dando opciones? —hace una seña hacia el pasillo y entran dos hombres más, evidentemente armados—. Pueden ser buenas en lo que hacen, se les ha brindado protección en el local, yo mismo las he defendido. Pero no se equivoquen, me deben mucho y no voy a dejar que dos niñatas me hagan quedar cómo idiota delante del jefe.
Hace un gesto con la cabeza y ellos se acercan a mí para tomarme de los brazos con fuerza, mientras él toma a Camile.
—Agárrenla bien, sé de buena fuente que ella ha aprendido a defenderse bien —les dice a los hombres y luego, me mira a mí—. Tranquila Bonnie bonita. Solo pórtate bien y todos saldremos bien librados de esta.