Isaac. Me siento tan feliz, desayunar con mi hermano y con un hombre que me trata como su hijo es increíble. Hablamos de muchas cosas y hacemos bromas. —¿Creen que las mujeres se enojen, chicos? —Por supuesto que no, quizás aún deben estar durmiendo, son las siete y Zoé duerme mucho. —No tendrás sexo por mucho tiempo —me dice Rafael. Ambos ríen, pero a mí no me hace gracia. —No te preocupes, hijo, pasará rápido, ya lo verás. —No quiero hablar del tema, gracias. Terminamos de comer y Rafael pide dos desayunos para llevar. Salimos del lugar y subimos al auto, durante el camino cantamos una canción a todo pulmón. Llegamos a casa, entramos y veo a Zoé al lado de su madre. —¡Yo no tuve nada que ver! La idea fue de los chicos. —¡La idea fue de Rafael! Es más, él dijo que debíamos huir