Era el ocaso de una noche otoñal, los árboles no tenían ramas, el templo lucía tétrico y los cuervos trazaban un círculo en rededor para que nadie se acercará.
Un hombre con el cabello rubio, con tres trenzas a ambos lados de su rostro que caían sobre sus hombros, ropa verde y una mirada ausente, caminó por el templo sin techo, observó el cielo y justo al oscurecer, Bianca volvió a la vida.
– Fue un accidente, yo no lo hice – declaró.
Al principio, todo fue confuso, un segundo antes Bianca estaba en su casa, mirando a su madrastra y ahora, estaba tendida sobre una cama de piedra, mirando paredes oscuras y a su alrededor, un hombre desconocido la miraba.
Bianca retrocedió – ¿quién es usted?, ¿dónde está mi madre?
– Muerta – dijo él, despreocupadamente.
Bianca quiso llorar – ¿qué le hiciste?
– Nada, las personas mueren, nadie vive más allá de los cien años y tu madre, tenía ochenta y cuatro, fue una muerte muy digna, sí te lo preguntas.
Bianca no lo comprendió – estás mintiendo, ella aún es joven.
El hombre se movió, revelando una lápida, Bianca bajó de la cama de piedra para ver las letras grabadas y no pudo creerlo, esa era la tumba de su padre.
– Su último deseo, fue que lo enterraran a tu lado – le explicó el hombre con el cabello rubio – ¿aún lo piensas?, que el amor es poderoso, la fuerza que lo sana todo, el milagro, que los seres humanos esperan.
Bianca lloraba.
– Tu padre traicionó a tu hermana por amor, tu madre te maldijo a ti, por amor, y el amor que sentías por tu padre, fue lo que lo mató.
Mirando las fechas, Bianca descubrió que su padre solo vivió cinco años después de que ella se convirtiera en piedra.
– Dilo, ¿aún crees que el amor lo sana todo?
Bianca jamás se sintió la persona más inteligente, muchas cosas le pasaban por la cabeza, pero tampoco era tan ingenua, sabía que su madre la resentía, solo decidió ignorarlo porque quería que su familia fuera feliz, y al ver a ese hombre de cabello rubio, lo supo – tú hiciste esto, tú me maldijiste.
– No, lo hizo el amor.
Bianca apretó los dientes e intentó golpear a esa criatura, pero no pudo ni siquiera tocarlo, apenas se acercó al aura que emitía, su cuerpo volvió a convertirse en piedra y la conversión retrocedió, al alejarse.
– Yo le di la manzana a tu madre, ella fue libre de tirarla o dártela.
Bianca miró sus manos, para estar segura de que seguía viva – ¿por qué lo hiciste?
– Responde mi pregunta, ¿aún crees que el amor es la salvación?
– Por algo así, destruiste a mi familia – lloró Bianca y se talló los ojos – lo hago, el amor lo salva todo.
El hombre de cabello rubio se mostró molesto – un beso de amor verdadero es lo único que te devolverá a la vida y sigues aquí, porque nadie te ama.
Bianca alzó la mirada – mi hermana lo hace, también mi padre y mi – iba a decir su madrastra.
– Testaruda, solo dilo – dijo el hombre de cabello rubio y caminó hacia ella – di que el amor es una maldición.
– No lo haré, porque no me gusta mentir.
Él gruñó y dio la vuelta para apoyarse sobre la cama de piedra.
– El amor nos protege, sí mi padre no pudo devolverme a la vida, fue porque quizá lo pensó demasiado, supuso que la maldición mencionaba al amor romántico, no entendió que hay muchas clases de amor, no dejaré de creer.
Él dio la vuelta – bien, sí eso quieres, sigue siendo una piedra.
– Lo siento – dijo ella – lamento mucho, que vivas sin amor.
El espíritu rey del bosque emitió un aura tan fuerte, que empujó a Bianca contra la pared y partió la lápida de su padre por la mitad – iba a irme, en verdad, iba a cosechar tu alma para que tuvieras una nueva vida e iba a dejar solo una escultura junto a la tumba para que tuvieras un descanso eterno, pero cambié de opinión.
Bianca tragó saliva.
– Desde hoy, cada día, en el momento del ocaso, volverás a la vida durante una hora, tienes hasta entonces para encontrar a alguien que te de un beso de amor verdadero, al acabar ese tiempo, volverás a ser una piedra, pero eso solo sucederá si estas dentro de estas paredes, sí un día, se cumple la hora y no estás aquí, te convertirás en polvo y morirás – cubrió sus manos y apareció un reloj de arena con el tiempo justo, de una hora – vive por un largo tiempo, envejece a la par de los siglos y descubre que yo tenía razón, el amor no te salva, te maldice.
Bianca miró la arena, al completarse la hora, volvió a ser una escultura de piedra que abrazaba la lápida de su padre y al día siguiente, despertó de nuevo.
Por ser siempre a la hora del ocaso, Bianca solo conocía la noche, nunca el día, muchas veces dejó el templo, caminó por la tierra seca y regresó, medía cuán lejos podía ir antes de que el tiempo se agotara.
Los años dieron paso a las décadas, pero nadie visitaba el templo a la hora en que ella estaba despierta y así.
Pasaron los siglos.