Capítulo Dos: Lecciones.

2351 Words
Adele. —¿De qué estás hablando Adele? –cuestiona mi madre dando vueltas por la habitación. —Pues eso, me voy de la ciudad. —¿Pero de vacaciones? Muerdo mi uña en un claro gesto de nerviosismo. —No, Amalia me ha conseguido una casa en la reserva. —¡A miles de kilómetros de mi! No conoces a nadie allá, Adele. —Eso es lo mejor, allá nadie va a saber por lo que pasé, no voy a seguir viviendo aquí, no cuando todo el mundo sabe que el idiota de Lionel me dejó plantada en el altar. —Piénsalo bien hija, no tienes por que irte, el que falló fue él, no tú. —La gente murmura, lo sabes. Incluso la noticia salió en el periódico y ni siquiera soy famosa. —Esta es una ciudad muy pequeña, aquí todo se sabe. —Me estas dando una razón a mi favor. —No quiero que te vayas. —Vente conmigo. Viviremos en una casa preciosa con vista a las montañas y al bosque. —Hay animales peligrosos en ese lugar. —Golden Spear es el lugar más protegido del lugar. —Ahí hay hombres lobo Adele, ellos te seducen para luego comer tu corazón. Eso los mantiene jóvenes. —Esas son leyendas mamá. ¿De verdad crees que los hombres lobo existen? ¿Qué sigue ahora, el conejo de pascua? —No es gracioso tu sarcasmo, Adele. Tu abuela los vio. —¿En esa reserva? —¡No! Cerca de donde ella vivió con tu abuelo. Ese día ella fue a llevarle el desayuno a tu abuelo, para ello tenía que recorrer un tramo de bosque por que era el único camino para llegar. Ni siquiera era de noche, cuando un hombre desnudo salió de entre los árboles, hacía un ruido horrible con su boca, emanaba vapor de su cuerpo y comenzó a quitarse la piel y en su lugar pelos crespos y oscuros aparecían, esa bestia la miraba con esos ojos rojos y afilados dientes, luego se le acercó a ella y rompió su blusa. —Esa es una versión erótica de caperucita roja que no conocíamos, mamá. —No es verdad, ¿qué debo hacer para que cambies de opinión? —Borrale la memoria a toda la ciudad. —¡Eso es imposible! —Entonces no hay opción, nada me hará cambiar de parecer mamá. Mi madre hace berrinche como niña pequeña y resopla. —¿Ahora para quien voy a cocinar? —Nunca cocinaste para mi. –señalo confundida. —Pero podría. –asegura sonriente. —No, me voy a ir y si quieres venirte conmigo yo estaré feliz de tenerte. Pero si no es así pues vendré a verte a final del mes. Ahora es momento de irme, o me dejará el avión. Tomo mis cosas pese a la rabieta de mamá. No me quedaré aquí viendo como la gente me señala mientras el bastardo de Lionel disfruta de París con una mujer que no soy yo. Aún con la negativa de mi partida, mi madre me ayuda a subir todo a su coche, pues ella será quien se encargue de llevarme al aeropuerto. Mientras recorremos las calles me voy despidiendo del lugar que me vio caer y levantarme muchas veces y aunque esta vez me caí y me levanté más raspada, no me rendiré. Iniciaré una nueva vida lejos, yo solo espero que no esté cometiendo un error, vendí hasta mi departamento poque no pretendo regresar jamás. Siento un poco de nostalgia pero me pesa más lo que la gente piense de mi, lo sé, no debería afectarme pero lo hace, además la idea de vivir en un lugar como la reserva de Golden Spear me encanta, puede que ahí surja la inspiración que necesito para mi nuevo escrito. Lionel siempre odió que yo amara escribir, pues decía que vivir entre tanta ficción me apartaba de la realidad, que por esa misma razón yo esperaba tanto de la gente, por.que en los libros todos son personas perfectas. —Voy a extrañarte Adele. Sé que no fui la madre modelo, la que cocinó para ti, la que estuvo todo el tiempo al pendiente de ti. —Mamá, no me voy por ti, tuviste que trabajar mucho para salir adelante con una niña de dos años, nunca jamás escucharas un reclamo o reproche de mi parte por ello, por que gracias a todo tu esfuerzo soy la mujer que soy. Mi madre cubre su cara con las manos y solloza. Me gustaría que fuera conmigo pero es necia. —Mamá, voy a estar bien, lo prometo. Ella se quita la cadena de plata que cuelga de su cuello y me la da, no digo nada y solo la tomo. Mi madre es demasiado creyente de las leyendas e historias que mi abuela le contó cuando era niña, sé que su gesto solo es de protección. —Nunca te lo quites, este amuleto se lo dieron a tu abuela para protegerla, le sirvió muchísimo pues jamás volvió a ver a un lobo. —Gracias mamá, te prometo no quitarmela. —Estaré más tranquila si de verdad no lo haces. La abrazo en una posición un poco incómoda debido al cinturón de seguridad, ella se separa de mi y baja del del auto, abre mi puerta y salgo de su mano. Mi madre me abraza con fuerza y yo correspondo a ese abrazo, la voy a extrañar, de verdad que si. *** La azafata se acerca y me ofrece algo para cenar, no voy a quejarme de la atención que estoy recibiendo en el vuelo, es lo único bueno que hizo Lionel en mucho tiempo. Él y yo nos conocimos cuando Amalia y yo hicimos un viaje a la playa, él iba en un viaje familiar y nosotras solo por placer, nos encontramos en en bar y luego en una fiesta privada a la que Amalia se encargó de llevarme, pues tenía más influencias de las que quiero admitir. Coincidimos nuevamente y después de que su amigo tirara su copa encima de mi amiga, hablamos toda la noche, siempre fue amable y muy divertido, bueno solo un poco divertido, aunque ahora que lo pienso bien, ni siquiera era tan divertido. Quizás era que yo estaba muy deslumbrada con ese hombre para no darme cuenta de ello hasta hoy, eso de que "el amor es ciego" toma sentido ahora. Resoplo sintiendo mucho coraje de nuevo, ni siquiera se le veía la cara de que fuera tan idiota. Tomo la cómoda almohada y enciendo la pantalla para ver una película, adoro viajar en primera clase. *** Queridos pasajeros, les pedimos por favor que abrochen su cinturón y acomoden sus asientos, vamos a iniciar con el aterrizaje. Me despierto de golpe, ni siquiera recuerdo cómo pasó que me quedé dormida. Me froto los ojos y recuerdo que iba maquillada, trato de peinar mi cabello y entonces la azafata llega hasta mi. —Señorita Grey, el cinturón, por favor. —¡Necesito un espejo! —En cuanto el avión aterrice podrá usar el del baño. –asegura abrochado ella misma el cinturón. Me resigno y busco entre mis cosas un espejo pero no encuentro. ¿Quién demonios no carga con un espejo en su bolsa? Siento el avión empezar a descender, el vuelco en mi estómago sube y baja, el movimiento de frenado me hace ir hacia adelante y luego hacia atrás. La luz roja nos anuncia que es momento de desabrochar nuestro cinturón, tomo mis cosas y salgo de ahí directo a la búsqueda de mi maleta. La casa en la reserva esta completamente amueblada y cuenta con todos los servicios, así que no debo preocuparme por nada más que surtir una buena despensa. Veo mi maleta pasar frente a mi, me siento como pegada al suelo pero me doy cuenta de que se va y corro tras ella, la tomo y aparto los mechones de mi frente, varios ojos están puestos en mi, fingo no haberlos visto y camino hasta la salida del aeropuerto, el aire huele a bosque a limpio, me gusta. —¿Necesita transporte señorita? –cuestiona un joven cerca de un taxi. —Voy a la reserva Golden Spear. Sus ojos se abren con sorpresa y se retira de mi. —Ah, lo siento yo, la cosa es que, sabe es tan gracioso pero no puedo llevarla, olvidé que olvidé algo por allá. –señala un lugar alejado de mi. Prácticamente corre hasta el otro lado de la calle yo no entiendo su actitud pero tampoco entiendo la actitud de mucha gente, así que lo dejo pasar. Un hombre demasiado atractivo de piel blanca se acerca a mi, me siento repentinamente nerviosa. —Yo puedo llevarla hasta la reserva, –señala un coche con las letras GS en la puerta–, ellos no entran hasta allá debido a que es un lugar exclusivo, mi nombre es Kalik, vivo en los alrededores de la reserva. Estoy esperando a alguien pero creo que no llegará en este vuelo. —¿Puedo saber a quien espera? —Esperamos a, –revisa la hoja blanca que guardaba en su pantalón–, Adele Grey, una mujer de esas estiradas según me llegó el rumor. —Ya veo, aquí debe haber muy poca gente así. —Realmente es muy raro que esa gente de ciudad toda estirada y banal venga a estos lugares y menos a vivir por acá, la reserva puede ser demasiada naturaleza para alguien de la ciudad. —Perfecto, en vista de que la estirada citadina no vendrá, aceptaré que me lleves a mi. Él sonríe amablemente y toma mi maleta. ¿Realmente nos consideran banales y estirados? No cabe duda que aún hay gente que juzga por lo que ve o lo que la demás gente dice. Subo al coche de Kalik y preparo mi libreta, quisiera tomar nota sobre algunos lugares para ver después. —¿Es periodista? –cuestiona mirándome por el retrovisor. —No, no soy periodista o investigadora ni nada que se le parezca, me gusta tomar notas de los lugares que me gustaría visitar. —Puedo recomendarle algunos, yo he vivido aquí siempre y conozco el lugar con ojos cerrados. Así que dígame que busca. —Un super, algún café, cines... Él se ríe y yo me siento un poco molesta. —A eso me refería con que los citadinos se cansan de esto. Aquí no hay cafés o cines. —¿Cómo de entretienen entonces? —Las mujeres bordan tela, recogen flores y hacen aceites y perfumes con ello, cuidan a los pequeños. —Eso no es diversión. –aseguro. —Por supuesto que no, pero a las mujeres de Golden Spear, les gusta hacerlo. —¿Y qué hacen cuando no están haciendo lo divertido? —Salen a la fogata del cenote. Una fiesta especial que se hace una vez por semana, ellas se preparan durante todos los días previos a la fiesta, ojalá pueda asistir. —¿Puedo hacerlo? —Por supuesto, es una celebración que nos gusta compartir. —No quiero sonar grosera o algo así, pero he visto que todos en este lugar lucen un tono de piel bronceado, ¿por que usted no? Dijo que ha vivido aquí toda su vida, por lo que intuyo que nació aquí, ¿o me equivoco? —No se equivoca, yo soy nativo de la reserva, mi madre dice que soy hijo de la luna, de ahí mi nombre, Kalik, la luna que trae agua. A eso le debo el color mi piel, fui bañado de plata y mis padres le agradecen a ella por haberles dado un regalo tan especial. —Ustedes creen en leyendas, ¿no? Por que el color de piel se determina por la melanina. —Prefiero creer que soy especial, mis padres lo creen y yo no soy nadie para contradecirlos. —Lo siento, no quise sonar mal. —No se preocupe señorita, no sé cuánto tiempo vaya a quedarse, pero le aseguro que entenderá. Llegamos hasta la orilla de la carretera y un puerto de embarcaciones nos espera, Kalik toma mi maleta y la sube a la pequeña lancha, me tiende la mano y me ayuda a subir, me coloco el salvavidas y me siento. —Espera a la estirada en el aeropuerto, dile que tuvimos un retraso con la información. –pide Kalik a otro hombre. —¿Cómo la reconozco? —Es estirada y posiblemente te caiga mal, como ella, –me selala–, pero menos amable. —Bien. Él otro hombre se va y Kalik enciende el motor de la lancha, tomo mi teléfono y comienzo a grabar las aguas cristalinas del océano que estamos atravesando, es precioso. Él me observa y solo sonríe, siento que se burla de mi pero yo sé que algo que él no y esa sonrisa no le va a durar para siempre. Veo algo moverse a mi derecha y Kalik me señala con la cabeza, me asomo por la lancha y puedo ver delfines acompañarnos hasta la reserva, tomo fotografías de este momento por que quiero compartirlas. Me empiezo a sentir mejor, este lugar es impresionante. Nos acercamos hasta un puente que se ve demasiado inestable, Kalik apaga el motor de la lancha y le lanza la soga a otro hombre, él baja sin preocupación con una agilidad de otro mundo, yo ni siquiera me puedo mantener en pie. —Toma mi mano, prometo que no vas a caer. Tomo su mano y me ayuda a salir de la lancha, su fuerza me sorprende pero no se lo hago saber, caminamos por el puente y llegamos hasta las grandes puertas de madera que se erigen frente a mi. Con letras doradas destaca "Golden Spear" es preciosa. Nos acercamos hasta la puerta y un hombre de piel morena brillante nos detiene. —¿Con quién viene? —Vengo a instalarme en mi nuevo hogar. –confieso y Kalik abre los ojos con sorpresa. —¿Usted es Adele Grey? –cuestiona el hombre de la puerta. —A sus órdenes. Él hombre me sonríe y asiente con la cabeza. —Bienvenida a casa, señorita Grey. Yo me encargo Kalik, vuelve al pueblo. Tomo la maleta de las manos de Kalik y le sonrío ampliamente. —Gracias Kalik por haberme traído. Espero que cuando la estirada citadina que tanto esperas llegue, te de una patada en donde el sol no te calienta. Entro a la reserva y puedo ver su mirada perpleja, oh si, nadie más en esta vida va a volver a juzgarme sin antes de conocerme.
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