Las horas pasan demasiado lentas y Lorenzo no deja de caminar de un lado a otro, nervioso. Mira por la ventana, después a su móvil, de nuevo por la ventana. Yo estoy sentada en el sofá con la pierna en alto y acabo de tomarme los calmantes que tenía para mí.
— Me estás poniendo más nerviosa de lo que estoy —le digo.
— Solo queda media hora.
— ¿Y hacia donde iré?
— No lo sé, no lo sé —pasa una mano por su pelo—. ¿Confías en Dominic? —Me pregunta.
— Sí —digo sin dudar. Aunque me haya disparado, claro.
— Bien, porque él es que el que está moviendo los hilos, no soy el mafioso aquí, no tengo contactos que te puedan sacar del país y meterte en otro ilegalmente.
Junto mis labios en una fina línea y el estómago se me revuelve. ¿Hacia dónde voy a ir? ¿Y sola? Tengo miles de preguntas q
