No sé si esto es una buena idea, pero me bajo del taxi en aquella cárcel donde se encuentra uno de los capítulos de mi libro: Totó Vitale. Me armo de valor y le digo al taxi que se vaya. Llevo mi acreditación de periodista y espero, con todo mi corazón que me dejen verlo. Entro mostrando toda la seguridad que puedo y le sonrío al hombre que está detrás del mostrador. Cuando de mi boca sale que quiero ver a Totó Vitale, él alza una ceja y me mira con desdén. No me toma en serio y carraspeo, dando con mis uñas en la madera. Él coge el walkie talkie y dice que aquí hay una señorita que quiere ver a Totó Vitale. Le sonrío y espero a que alguien llegue. — ¿Qué es usted? ¿Policía? — No, periodista. — ¿Periodista? —Se ríe— Dudo que Vitale quiera hablar con una periodista. — No pierdo