Cita con Dominic Sartori

1481 Words
No soy de las personas que se fían de otras, así que, cuando Dominic me dice de quedar, quedo en el mismo bar de la otra vez, en mi terreno. Está cerca del trabajo, conozco al camarero y Brina sabe que estoy aquí. Toda seguridad es poca. Nunca sabes cuándo vas a encontrarte con un asesino en serie. También llego media hora antes de la cita porque me gusta llegar antes y ponerme en sintonía con el ambiente antes de que el chico llegue, supongo que por esas gilipolleces estoy sola. Por eso y porque no tengo ni amigas, ni tiempo, ni ganas para salir a conocer chicos. Dominic ha sido algo imprevisto en mi vida y siempre le doy oportunidades a lo imprevisto, pero manteniendo seguridad. Él aparece cinco minutos antes de la hora y me sonríe cuando me ve sentada en la barra, en el mismo sitio del otro día. — Vaya, eres un animal de costumbres, Fiorella —se sienta. — Eso parece. — ¿Puedes ponerme una cerveza cuando puedas? —Le pregunta al camarero. Este asiente y Dominic entrelaza sus dedos encima de la barra y me mira—. Siento no haber podido quedar antes, he estado un poco liado. — No te preocupes, no tenía prisa —él alza su ceja y muevo mi cabeza—. Es decir, no estoy diciendo que no quisiera verte. — Creo que es justamente lo que has dicho —se ríe y el camarero, Luigi le pone la cerveza—. Gracias. — Lo siento, a veces no pienso lo que digo —muevo mi mano con desdén—. Sobre todo, si estoy nerviosa. — ¿Por qué estás nerviosa? Fiorella, ¿qué estás haciendo? O mejor dicho ¿qué estás diciendo? Me llevo la mano a mi frente y paso un dedo por mi ceja. — No estoy acostumbrada a quedar con chicos —me sincero—. No es mi prioridad ahora mismo. — ¿Y cuál es tu prioridad? Buena pregunta Dominic, buena pregunta. — Trabajar. — Hay toda una vida fuera del trabajo, ¿a qué te dedicas? — Soy periodista —digo y él asiente lentamente—. Me dedico a la educación. — ¿Y cómo va la educación? — Tenemos un gran fracaso escolar. Dominic no está nervioso, como yo. Su cuerpo está echado un poco hacia delante en la barra y sus hombros están relajados. Intento relajarme yo también y le pregunto: — ¿A qué te dedicas tú? — Agente de seguros. — Qué aburrido —digo y él alza de nuevo una ceja en mi dirección y sonríe—. A ver, no quiero decir— — Sí —me interrumpe—, es el trabajo más aburrido del mundo. ¿Tienes seguro de vida? Ahora mismo tenemos unas buenas ofertas. — Oh —me río—. Lo tengo con mis padres, gracias por interesarte. Dominic se ríe, bebe de nuevo de su cerveza y yo me termino la mía. Consigo relajarme. Sus padres viven en Trapani, a una hora y algo de aquí y él se vino a buscarse la vida con dieciocho años. — No te he preguntado tu edad —digo. — Esas cosas no se preguntan —se ríe—. Tengo treinta, ¿y tú? — Veintiséis. ¿Puedo hacerte una pregunta? —Asiente— ¿Te ves toda tu vida vendiendo seguros? Es decir, no es algo… Emocionante. — Claro que lo es, es todo un desafío, cada día. Me gusta el riesgo, no hubiera trabajo ahí si no lo tuviera. Lo miro con mis ojos entrecerrados y una pequeña sonrisa en mi rostro. Estoy intentando ver más allá de él, pero es imposible porque no muestra nada, absolutamente nada. Es más, podría jurar que está completamente vacío. — ¿Vives por aquí? — No, a las afueras. — ¿Trabajas cerca? — No. — ¿Y por qué este bar ese día? Alza una de sus cejas, sorprendido por mis preguntas y sonríe de lado. Lleva la cerveza a sus labios y cuando le da un trago, la deja sobre la mesa y me mira. — Me pilló por aquí y quise parar. ¿Es un interrogatorio? — Solo es curiosidad. — Había olvidado por un momento que eres periodista, o quizás solo un poco… ¿Cotilla? Arrugo mi nariz. Creo que soy ambas cosas, pero en serio, quiero saber qué esconde Dominic, porque sé que esconde algo. — Llamarme cotilla no es la mejor manera de ligar. — Ni tú hacerme preguntas como si no sé, te estuviera siguiendo. — No lo he preguntado de ese modo. — Quieres saber mucho y eso no es una buena idea, sobre todo en la primera cita. — ¿Esto es una cita? — ¿No lo es? —Parpadeo un par de veces. Puede que lo sea, no lo sé, yo nunca tengo citas— Es nuestra segunda cita. — ¿Cuándo hemos tenido la primera? — Cuando nos conocimos. Abro mi boca sorprendida y termino sonriendo. Es gracioso y dejo de estar a la defensiva. Me relajo y le cuento que trabajo en el periódico, aquí al lado y que llevo dos años, que mis padres viven a las afueras también y que mi sueño es salir de Sicilia y trabajar en un medio importante. Me ahorro mi sueño de ser una investigadora de la mafia porque no le interesa. Sonrío mientras meneo mi cabeza de un lado a otro y saco dinero para pagar las cervezas. Él me frena. — p**o yo. — No, lo hago yo. — En serio, me invitas a la próxima, así me debes dos cervezas y me invitas a salir de nuevo. Guardo mi dinero y él le da el billete a Luigi para después levantarse del banco. Es tarde, no puedo quedarme mucho tiempo porque me tengo que levantar temprano y quedamos con esa condición. No soy una persona que le guste mucho trasnochar. Dormir es el momento más importante del día y si no duermo mucho no seré capaz de levantarme al día siguiente. — Gracias por no robarme —le digo. — Tienes que estar tomándome el pelo —me empuja y suelto una carcajada. — Venga, la otra vez parecía que venías con ellos e ibas a engañarme. — ¿Por qué la gente tiene tantos prejuicios? Que lleve tatuajes no significa que sea un ladrón. — La sociedad —me encojo de hombros y veo que he dejado la luz de la Vespa encendida. Mierda. Me acerco a ella y le doy el casco a Dominic para que lo aguante mientras intento poner la moto en marcha. — Se me ha quedado sin batería —murmuro. — Creo que tengo unas pinzas en mi coche, pero no estoy muy seguro. ¿Me esperas aquí? — Claro, no puedo ir a ningún sitio. Dominic sonríe y lo observo caminar. Es guapo e interesante, y que esté lleno de tatuajes me llama más la atención porque he estado intentando averiguar qué es lo que tiene dibujado en sus brazos y su cuello. Su pelo va engominado hacia atrás, como la última vez y su sonrisa es tan blanca que podría iluminar Palermo. Un Mercedes n***o aparece a mi lado y alzo mis cejas porque no pensé que un vendedor de seguros ganase tanto. — No tengo pinzas —dice—, pero puedo acercarte a casa si quieres —se baja del coche y junto mis labios en una fina línea mirando mi Vespa. — ¿Tienes un destornillador? —Le pregunto. — Eh… Sí, creo que tengo algo por el maletero. Le quito la batería a la Vespa y Dominic me mira con los brazos cruzados. — ¿Te llevas la batería? ¿Dónde vas a cargarla? — Mi padre me regaló un cargador de batería, lo tengo en casa. Podemos irnos. — De acuerdo. Me monto en su coche y veo que lo tiene impecable, por lo que me da apuro hasta poner los pies en la alfombrilla. — Es bonito —le digo. — Sí que lo es, ¿dónde vives? Supongo que mostrarle donde vivo a un desconocido nunca ha entrado en mis planes excepto ahora, porque tampoco lo pienso mucho, la verdad. Su coche huele a él y miro el brazo que tengo más cerca intentando ver sus tatuajes. — ¿Ese de tu brazo es Oscar Wilde? —Le pregunto con asombro. — Sí —acerca su brazo a mí y paso las yemas de mis dedos por él—. ¿Has leído alguno de sus libros? — Sí, son geniales. Tienes el Colisseo tatuado, pero… ¿Cuánto te has gastado en tatuajes? — Creo que no te lo voy a decir —se ríe. La bandera de Italia, la cara de varios artistas… Su brazo es una obra de arte y yo me pregunto por qué no está expuesto en un museo. Tengo que dejar de tocar su brazo y admirarlo porque hemos llegado. Mi pequeño y viejo portal está justo a mi derecha y lo miro. — Gracias por traerme. — No tienes que darlas.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD