Dos días pasaron de aquella noche. Él me trajo a casa y se despidió con un beso en la mejilla, como si lo que pasó en el bar no existió, como si ningún otro beso hubiera existido. Me dejó triste y pensativa, quizás él se sintió avergonzado con lo que dijo la otra chica, quizás se dio cuenta de que yo no soy lo que él pensaba o quizás quiere estar solo. El problema es que no dejo de pensar en él, me siento estúpida. ¿Será que se ofendió porque le dije que entre nosotros no hay nada serio?
Alrededor de las once de la noche, cuando el único despierto es mi hermano y está viendo una película en la sala, me encierro en la habitación y decido llamar a Rodrigo desde el teléfono fijo. No me importa si lo despierto, pero necesito explicaciones. Tras cinco tonos, responde.
—¿Hola? —contesta. No ti
