Sentados en una de las mesas más apartadas vemos todo lo que sucede en el escenario. Todos los que suben están borrachos, como si eso les diera fuerza para pasar vergüenza. Nosotros estamos charlando tranquilamente mientras vamos por nuestra primera cerveza, va a ser una noche tranquila.
Rodrigo rodea mis hombros con su brazo y acaricia mi mejilla con la mano que quedó del otro lado. Lo miro con interés.
—¿Qué pasa? —cuestiona—. Me encantan tus ojos.
—Y a mí los tuyos —replico sin dejar de mirarlo. Esboza una media sonrisa y tengo que contenerme para no besarlo—. Es increíble, me fui y eras un adolescente. Ahora te miro, sos todo un hombre y no solo sos lindo por fuera, sino también por dentro. Sos un gran hombre. —Su sonrisa se amplia.
—¿Qué puedo decirte? Me pasa exactamente lo mis
